Diario de León

Adiós a Antonovich, el gran mecenas del Museo Bíblico de León

El anticuario y conservador del museo que abrió sus puertas en San Isidoro fallece en París a los 89 años  

Francisco Antonovich. JESÚS

Francisco Antonovich. JESÚS

León

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Francisco Antonovich, mecenas y principal ‘proveedor’ de piezas del Museo Bíblico y Oriental de León , del que fue nombrado conservador, ha fallecido en París a los 89 años. Director de varios museos y uno de los mayores expertos sobre Alejandro Magno y el emperador Rodolfo II, dos figuras en torno a las cuales estructuró sus colecciones de arte, tenía a gala ser español, «porque mis padres y mis abuelos tenían esa nacionalidad. Mi madre era italiana. En los años 30 éramos la única familia española que residía en Egipto». 

Antonovich contaba que se hizo coleccionista cuando en 1945 encontró un tesoro de monedas en la calle, cerca de El Alamein. «En los años cuarenta, no hacía falta excavar en Egipto. Recuerdo que regando el jardín, con un palo, descubrí que había más cabezas e inscripciones que piedras», contó en una entrevista a este periódico. 

Sostenía que cada egipcio es coleccionista . En el Museo Bíblico depositó la primera cabeza de Alejandro Magno que compró. «En mi casa tenía la cabeza de Cleopatra que hoy se exhibe en el Museo de Berlín. Cada pieza expuesta en León ha viajado por el mundo entero».

Se especializó en Alejandro Magno, porque «hay que tener un orden lógico de trabajo. Todo lo de Alejandro me interesó durante cincuenta años». También trabajó sobre la casa imperial de Austria —«porque mi hija está casada con un austríaco y mis nietas son austríacas»— y sobre el emperador Rodolfo II, nieto de Carlos V, que era el coleccionista más fabuloso de su época.

«Tienes que vender de vez en cuando las piezas que quieres menos para comprar las que quieres más, porque se necesita dinero», explicaba. En 2011 se subastó en Christie’s ‘Le cabinet de curiosités (el gabinete de curiosidades) de François Antonovich’, un lote de 160 obras del arqueólogo. Una colección de pequeñas joyas, la mayoría de los siglos XVI y XVII, reunidas a lo largo de su medio siglo como propietario de varias galerías de antigüedades en París. Muebles, pinturas de viejos maestros, marfiles y rarezas propias de los llamados gabinetes de curiosidades o cuartos de maravillas tan del gusto del Renacimiento, como el célebre del archiduque Leopoldo Guillermo o el de Luis XVIII, decorado con escenas mitológicas, considerados los precursores de los actuales museos de arte. 

La colección que vendió Antonovich denotaba su gusto por la Escuela de Praga, así como por las pinturas y esculturas italianas.  El mismo año que vendía su gabinete decidía que los tesoros de Alejandro Magno depositados en el Museo Bíblico y Oriental desde su apertura, en marzo del 2008, se quedarán defi nitivamente en León. Más de 300 piezas únicas.

No era la primera donación de Antonovich al museo, al que ya había cedido un valioso belén napolitano, así como un sarcófago egipcio con momia incluida, entre otras piezas. 

Antonovich sentía debilidad por el emperador Rodolfo II (Viena, 1552–Praga, 1612), un personaje prácticamente desconocido en España, a pesar de que era nieto de Carlos V. Hijo del emperador Maximiliano II y de María de Habsburgo, trasladó su corte de Viena a Praga y fue, a su vez, uno de los coleccionistas de arte «más fabulosos» que ha habido, según Antonovich. El monarca austríaco no sólo coleccionaba objetos de arte, sino gigantes y enanos —con los que llegó a formar un ejército—, además de mujeres barbudas y hermanos siameses... es decir, que era un «coleccionista de hombres singulares», al tiempo que atrajo a su estrambótica corte a los más geniales matemáticos, físicos, químicos, médicos, artistas, astrónomos, matemáticos y astrólogos, entre ellos Kepler, Tycho Brahe o Athanasius Kircher. Además fue un gran alquimista, faceta que estudió también a fondo Antonovich, autor de numerosos artículos y protagonista en varios congresos sobre este enigmático emperador. El hijo de la reina María de España también fue mecenas de grandes artistas, como Arcimboldo, quien le retrató en el célebre cuadro en el que el rostro del emperador está hecho de frutas y hortalizas, titulado Vertumnus, por el dios romano de la vegetación.

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