Diario de León

Obituario | Miguel Escanciano Castro (León, 1953-2020)

El artista a pie de León se hace eterno

León

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Miguel Escanciano tenía cita este mes con las Jornadas con Poesía y Vino de la Galería Ármaga pero ya no podrá ser. Tenía planes que han quedado definitivamente cancelados, porque se ha convertido en eterno. Miguel Escanciano Castro, artista para siempre de León, murió ayer tras haber recaído de un cáncer que aunque le maltrató los últimos años había logrado ahuyentar para volver a ser él mismo. Tenía 66 años. Y tenía la virtud de la bonhomía como premisa para luego desarrollar una incesante labor, más continua o menos, en la música y la escena, en las artes y la literatura, y también en la acción cultural municipal de León.

Así, Escanciano lo mismo valía para dinamizar la actividad en torno a la cultura en el Ayuntamiento, que codo con codo, junto a Marga Carnero, esto es Ármaga, inventar o discurrir acciones artísticas en lo que además de su galería de cabecera era una especie de hogar y laboratorio intelectual. Ahí en Ármaga se teje la actividad creativa de Escanciano de las dos últimas décadas. Ahí indaga en 2014 en el dolor y la supervivencia y presenta una colección en blanco y negro, como recuerda Carnero. Y es en 2018, hace apenas dos años, cuando despacha Jardines metafóricos , una selección de creaciones en las que el color vuelve a predominar porque, como siempre, Escanciano elige la alegría de vivir.

Parece mentira que hoy no se le pueda ver paseando por el entorno de Botines junto a, por ejemplo, Carlos Luxor, Begoña Pérez Rivera, y así un montón de gente que podría identificarse en el disfrute de un buen rato con Miguel. O unas risas, de paso, a base de inteligencia instantánea.

Última exposición

En 2018, despacha 'Jardines metafóricos', una vuelta al color y la alegría de vivir

En todas estas facetas (porque lo de Miguel Escanciano, aunque haya cuadros, canciones o libros emblemáticos, habría que abordarlo como una obra integral), siempre con la sensibilidad extrema como arma para emocionar, bien en un lienzo, bien en un verso, o una conversación. No ha esperado a abril para agitar sus banderas. En cambio, desde ayer, en redes sociales, en la despedida (hoy será la definitiva a las 17.00 horas en la iglesia de los Agustinos), es imparable la catarata coincidente acerca de su aportación artística pero también social a la ciudad.

Ayer, Pepita Escanciano, una de los cuatro hermanos que le quedaban (José Antonio, el segundo, también fallecido) recordaba que en su casa «aún era Miguelín. Así le llamábamos», decía, para coincidir con los presentes en que se trataba de un ser de bondad excepcional, que adjudicaban, por cierto, por parte de madre. «Los Escanciano tenemos un repente... Él no lo tenía. Él era la dulzura en casa, como la abuela. Y era una felicidad verle», decía Pepita.

Pero también era Tío Miguel, en ese ámbito familiar que ni la bohemia, los tiempos de movida leonesa, o el ajetreo artístico, le habían impedido practicar con presencia e ilusión. «El pobre decía que a ver si para junio ya estaba mejor y podía ir a una Comunión de uno de los más pequeños de la casa», recordaba ayer su hermana.

Éxitos musicales

En 1985, lanzó con Dro, y en la estela de Los Cardiacos, el que sería su hit 'Banderas de abril'

En los 70 participó en grupos de teatro independiente como Grutélipo y Experimental 5; y formó junto con Julio Llamazares, Jose Carlón y Mercedes Castro el grupo de poesía Barro. Pero para un par de generaciones, Miguel Escanciano fue para León como un Aute de la movida local. Había mucho rock por entonces pero él supo encajar a la perfección con los Carlos Suárez, Helio y compañía, y entre todos fueron capaces de lanzar, en 1985, su hit musical Banderas de abril .

Pero los vaivenes del mundo de la música y el exigente de aquí para allá, ni le gustaban ni le iban bien. Así, como también recuerda Marga Carnero, «él prefería León. Tuvo posibilidades de trabajar en otros lugares aparentemente más importantes. Pero él eligió León», narra, como demostración de complicidad y fidelidad a los suyos y que corrobora el hecho de que Ármaga se convirtiera para siempre en su lugar de exposición.

Elegir su ciudad, si acaso le privó de conocer en directo algunos de los elementos clave de la cultura. Pero es también claro que esa supuesta gran cultura se lo perdió. Escanciano ni siquiera entraría a debates bizantinos y buscaría más los puntos de armonía. Porque a partir de esos mismos, lo que pierde León, además de un buen tipo, que se sabía muchos de los entresijos de la ciudad, es a uno de los más grandes conocedores de la actividad cultural de León.

Tal vez, estos años que no vamos a tener de Miguel Escanciano serían los de un sabio al que acudir a pedir ideas, consejos y opiniones. Y, de paso, a disfrutar de un ingenio que nunca dio miedo a los que lo trataron sino confianza.

Ya no está por las calles de León el artista Miguel Escanciano. Y no es que se haya ido a Miño a desconectar. O que esté encerrado pensando en la próxima aventura artística. Con generosidad, compartiendo, catalizando talentos... Ya no está ni en la Galería Ármaga. Y eso es raro. O sí. Ahí está. Porque Escanciano, Miguelín, el tío Miguel, resulta que se ha hecho eterno.

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