Diario de León

CULTURA ■ PATRIMONIO

Un derrumbe providencial

Los vecinos de San Pedro de Foncollada han recibido un regalo navideño con forma de arte románico: durante las obras de mejora del templo una parte de la fachada se vino abajo y en su lugar apareció una portada de medio punto decorada con ajedrezados, tan bella como inesperada

El párroco de San Pedro de Foncollada, Rubén Lorca, ante la portada románica ahora descubierta tras unas obras vecinales de mejora y saneamiento.

El párroco de San Pedro de Foncollada, Rubén Lorca, ante la portada románica ahora descubierta tras unas obras vecinales de mejora y saneamiento.

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e. gancedo | san pedro de foncollada

La frase que emplea el sacerdote cuando menciona el momento cumbre del suceso suena verdaderamente bíblica: «Y ellos mismos se admiraban de la maravilla que estaba apareciendo delante de sus ojos...». Así se refiere Rubén Lorca, párroco de San Pedro de Foncollada (y de otros veinte pueblos desperdigados por toda la Montaña Oriental Leonesa) a lo que sucedió el pasado mes de octubre, cuando un grupo de vecinos decidió acometer unas modestas obras de reforma en la iglesia de esta aldea ubicada entre La Ercina y Yugueros —tan bella como solitaria— , con resultados que nadie llegaba siquiera a sospechar.

En 2015 se restauró el peto de madera torneada que airea el atrio del templo y este año los fieles planeaban colocarle delante un panel de metacrilato para protegerlo mejor, pero también sanear y mejorar el frente del edificio. «Estaban quitando material y más material, sucesivas capas de piedra y cal, cuando de repente todo empezó a desplomarse dejando ver una portada románica muy hermosa», explica, y muestra el arco de medio punto, la columna que aún permanece en pie —la otra se ha perdido—, y su sutil ajedrezado, similar al que decora San Isidoro de León y tantos otros monumentos peninsulares elevados de acuerdo al estilo que floreció en Europa entre los siglos XI y XIII.

Entre los materiales caídos había cascotes pero también capiteles y fragmentos de sillares trabajados, ahora recogidos en un rincón. «Nadie en el pueblo recordaba que ahí, al lado de la puerta actual, había existido otra mucho más antigua. El muro sólo dejaba ver un pequeño resalte que en realidad correspondía con parte del capitel de la columna, el resto estaba sepultado bajo la cal y los rellenos», dice el cura. Y no cesaron ahí las sorpresas. Los vecinos continuaron las obras de saneamiento en el muro que separa el atrio de la sacristía y en ese lugar también comenzó a aparecer otro arco inesperado. Decidieron entonces dar aviso a los responsables de Patrimonio del Obispado leonés y estos resolvieron que se detuvieran las labores con el fin de inspeccionar y comprobar el valor de los elementos hallados. Un análisis somero dejó ver que los trabajos vecinales no han dañado las estructuras, amén de la posibilidad de que los descubrimientos prosigan, y ahora se espera la preceptiva visita de los técnicos de la Junta de Castilla y León.

La iglesia actual es pequeña de dimensiones pero grande en detalles evocadores. En varios lugares —en la sacristía, en el exterior— afloran fragmentos de capiteles con decoración inequívocamente románica, y en su día se halló una especie de ventana o saetera medieval, historiada, que ahora se exhibe junto al altar. «Pedro García, cantero, me hizo por mandato de Martín Pérez, abad», reza, en el año 1364. Elemento que junto a la leyenda que ostenta la puerta actual (palabras que aluden a que la iglesia que hoy vemos se terminó de erigir en 1679 siendo abad un tal Thomas) confirman lo ya sabido por otras fuentes: que en su día el templo de San Pedro de Foncollada formó parte de un monasterio ubicado en el Camino Viejo de Santiago que venía desde Modino y que proporcionaba albergue y asilo al flujo de peregrinos. Otra piedra viene a indicar una tempranísima fecha de fundación, 1002, como expuso en su día Julio de Prado, y el exterior de la iglesia está protegido por muretes elaborados, en parte, con sarcófagos antiguos. Así pues, la portada y todos los elementos que se ven o intuyen —y los que podrían brotar en un futuro— corresponderían con ese monasterio sepultado por el olvido y los avatares de la historia.

Además, los vecinos hablan de que los edificios cercanos integraban también el complejo monástico, y una posible prueba son las delgadísimas ventanas de tipo medieval, casi un simple hilo horadado en el muro, que pueden verse en la casa de enfrente. Otros autores señalan que el cenobio pudiera ser de fundación visigoda y recuperada en tiempo mozárabe.

Ahora, San Pedro de Foncollada —ocho personas en invierno, una veintena entre marzo y los Santos— espera que desde el gobierno autonómico se analicen los restos, se ponga en valor este inesperado ‘regalo’ románico y —no se olvide— permitan continuar la mejora del portal de su querida y sorprendente iglesia.

Detalles románico en el exterior del templo. RAMIRO

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