Diario de León
Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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SÓLO hablé una vez con don Antonio González de Lama. Escasísimos minutos fueron suficientes para tomar conciencia, acrecentada desde la distancia y el tiempo, de que se trataba de un ser excepcional. Por su sabiduría, su inteligencia y su bondad, quizá, sobre todo, por esa bondad con que los auténticos maestros ejercen un magisterio que cala entre muchos discípulos sin grandes gestos, con la palabra medida en la reflexión permanente y con la generosidad de quien cree que el aprendizaje está en la continua puesta en común de experiencias y saberes. El tiempo no ha roto en lo más mínimo esta primera impresión. Al contrario, la ha fortalecido. No hay que olvidar que, a pesar de algunos pequeños sectores que cuestionan hasta la noche y el día, don Antonio puso en todo momento lo suyo al servicio de los demás, en unas circunstancias en que una figura de sus características era un auténtico faro, guía y oxígeno. Sólo así se explica la legión de quienes lo admiran, quieren y respetan. Este magisterio de la sencillez estaba fundamentado en la riqueza de una personalidad y sapiencia poliédricas. Quizá todos estos aspectos (literato, filósofo, profesor, sacerdote, periodista) son los que hay que desentrañar, descifrar, estudiar y dar a conocer, para lo que se cuenta ya con algunos puntos de referencia. Hay quien recuerda, por ejemplo, sus magníficas conferencias filosóficas. O algunos artículos periodísticos, magistrales. O no pocas clases, llenas de frescura. Y es urgente esta sistematización, especialmente por una razón: se agota la cadena de la memoria personal y es necesario que su patrimonio quede en la memoria escrita, que, por común, ha de formar parte de las referencias de una colectividad. Precisamente hoy se inicia el año de su centenario. Es una ocasión que no ha de desperdiciarse. Hay, al parecer, iniciativas, algunas hechas públicas, otras gestándose, que apuntan en esta dirección. Si hay pasos en este sentido, un juicio histórico premiará a esta sociedad, si no, pura palabrería. Y es que don Antonio quedará como un extraordinario humanista. O sea, todo un lujo.

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