Diario de León

De donde no se vuelve

‘TRÁFICO DE ARTE’, EN EL MUSAC, rescata un tiempo, finales de los 80 y los 90, en el que, como en otras ciudades, León vivió una gran efervescencia cultural y callejera. Carlos de la Varga, activista, actor, creador sin más, hasta jugador de baloncesto, junto a Javier Hernando, reactivó la ciudad. Con ellos, muchos otros fueron protagonistas de los tiempos heroicos. El Musac lo expone comisariado por Jesús Palmero.

Exposición ‘Tráfico de Arte’, comisariada por Jesús Palmero. DL

Exposición ‘Tráfico de Arte’, comisariada por Jesús Palmero. DL

León

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Y allí, atrapados en su mundo de luces y sombras, siendo solo presencia, también vivimos. Inmutables. Sin penas. Redimidos nuestros pecados. Por fin domesticados… Congelados. Al otro lado de la vida, de donde no se vuelve. (Alberto García-Alix).

Lo que no había llegado, estaba por llegar. Y ahora solo queda el Equilibrio. Que era, paradójicamente, lo que se perdía. Testimonial, ahí está el pub metálico de Pío Urdampilleta, el Equilibrio, en forma de puerta de local abandonado. Fue visita obligada en los 80/90, porque se cocía la modernidad. Sonaban los Clash, Bowie, Elvis Costello, Stray Cats... La vida se vivía al ritmo musical de Los Cardiacos. Y de repente, llegó Tráfico de Arte, que se incrustó de lleno en la vida de la ciudad. Ahora, que no se puede salir, el milagro es el Musac, que mantiene con esfuerzo su presencia. Y tiene lo contrario, lo obligatorio en León: salid por la noche, no pareis en casa . Ahora, no. Tráfico de arte era eso. Una galería que para entenderla tiene ahora todo un filón. La exposición que en el Musac, y bajo el título del nombre de la galería, ha comisariado Jesús Palmero. La página web y las redes sociales son las que mantienen abierta la propuesta. Aunque es de esperar que, como Tráfico de Arte está hasta mayo, pueda volver a ser visitable.

El propio Palmero explica que Tráfico de Arte cumplió muchas funciones. «Dio presencia a la mujer, fue grupo generacional, testigo de la diversidad, fomentó publicaciones», enumera, dejando claro que la galería de Carlos de la Varga con Javier Hernando, cada uno merecería su capítulo, abrió para expandir arte.

Y vaya que si lo hizo. Enrique Rueda, Concha Sáez, Néstor Sanmiguel Diest, Fermín Santos, Toño Segura, Dorothée Selz, Nilo Gallego y Felipe Quintana, Alberto García-Álix, Tomás Gimeno Marco, Grupo Kula, José María Guijarro, Ana Hernando, Daniel Verbis, Oskar Ranz... son solo una lista testimonial del talento en multitud que se juntaba en torno a la galería.

Entre medias, la ciudad bullía con propuestas que se acercaban a todos los géneros. Unos se iban y otros se quedaban. Pero lo que germinaba era de forma tozuda una ciudad que miraba a la cultura. Así, la nocturnidad tenía la alevosía de la creación. Aparecían locales que tenían todo el riesgo: se cultivaba la arriesgada costumbre de pensar. Del Montecarlo, como bar, al Layla, el Berlín, la Fundación, el Platón, que no necesitaban compararse a otras ciudades para ser referentes de la cultura alternativa.

Los nombres propios de la calle también figuraron como claros activos de la cultura. Miguel Escanciano, Ildefonso Rodríguez, Kike Cardiaco, Alejandro Diez, cada uno a su estilo y con su tribu eran una aportación que había que sumar a la siempre presente y reivindicable tradición literaria de León y provincia.

Por eso, Tráfico de Arte, junto a otras muchas galerías, fue parte fundamental de una historia difícil de documentar. «Tráfico de Arte se abre a la ciudad», explica Jesús Palmero, testigo de esa época y que mantiene encendida la llama activa, por ejemplo, con Marciano Sonoro, o precisamente con esta muestra. Como en los filmes de sobremesa, habría que hacer un qué fue de en torno a Carlos de la Varga y Javier Hernando. La historia podría resumirse en que a veces la mala salud no viene acompañada por el hierro del dicho y se vuelve predominante. Ambos andan retirados por esas causas.

Pero ahora, en plena pandemia, más que su enfermedad, que de eso sobra, lo que contagian es lo que fueron para León. Su sitio fue lugar de exposición, laboratorio, encuentro y experimento.

El suceso ocurrió en la plaza Torres de Omaña. «Este espacio fue pensado y materializado por un joven Carlos de la Varga, que había llegado al mundo del arte tras abandonar sus estudios de arquitectura en Valladolid. La denominación elegida para su proyecto era una declaración de intenciones con la que romper la mayoría de las convenciones del mercado del arte. Sus parámetros programáticos marcan, desde el primer momento, las relaciones con los artistas y las instituciones, generando una fuerte interacción con la ciudad. La intensa vinculación que Tráfico de Arte mantuvo con el hecho comisarial, a través de las numerosas colaboraciones y confluencias con el profesor y crítico de arte Javier Hernando, implicó la aparición de proyectos satelitales de arte público como El hall transformado , Acción pública , El espacio inventado o el Centro de Operaciones Land Art El Apeadero , junto con otras muchas iniciativas que incluían ediciones, debates, exposiciones y asistencia a ferias de arte que configuraron un rico y proteico escenario artístico», explica Palmero. Pero lo mejor fue que León era el escenario ideal de una locura genial.

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