Diario de León

Emilio Gancedo. escritor y periodista

«El poder desconfía del medio rural porque no consume masivamente»

Tras rastrear España en busca de personajes singulares, gente ‘corriente’ heredera de la tradición oral milenaria, Emilio Gancedo seleccionó a 25 para ‘Palabras mayores’, libro que hoy presenta en el Club de Prensa acompañado por el escritor Juan Pedro Aparicio y el director del Diario, Joaquín Sánchez Torné.

Gancedo, entrevistando al matrimonio formado por los gallegos Josefa Amboroa y José Fernandez Canosa.

Gancedo, entrevistando al matrimonio formado por los gallegos Josefa Amboroa y José Fernandez Canosa.

León

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—¿De dónde viene tu pasión por buscar personajes singulares?

—Es fruto de la pura curiosidad, de andar por la calle fijándome siempre en los rostros y también en los escaparates. Creo que era Oscar Wilde quien decía: «La gente no es buena ni mala. La gente es sólo encantadora o aburrida».

—En ‘Palabras mayores’ has localizado a 25 personajes peculiares de toda España, ¿cuál te impactó más?

—Uf, es difícil decirlo. Quizás el navarro centenario que todos los años, desde que una ‘niebla milagrosa’ le salvara de una muerte segura en la Guerra Civil, lanzaba un chupinazo desde el balcón de su casa e invitaba a comer a todos los del pueblo. ¡Eso es un paisano!

—¿Todo el mundo merece quince minutos de fama?

—Sin duda. Y estos y otros personajes anónimos, llenos de filosofía natural y sentido común, merecen bastante más atención pública que Rajoy, Merkel o Herrera. Vamos, de aquí a Lima.

—¿El objetivo era encontrar a personas peculiares o aquellas que tuvieran historias fascinantes que contar?

—El objetivo fue emprender un viaje en el que saliese a la luz ‘el otro país’, el del medio rural y el de una generación irrepetible gracias a cuyos trabajos sin cuento hoy estamos aquí.

—Con estas personas ‘de la calle’ que se sinceran, ¿es inevitable tomar partido?

—¡Cómo no! Sobre todo por su manera de decir las cosas, sin asomo de corrección política. Dice el castellano viejo: «A mí que no me vengan con esa camarilla de Bruselas, que no hay más que delegados, subdelegados, consejeros... ¿Vais a venir a los pueblos a cuidar los animales y a aprovechar los pastos? Andar, andar por ahí, que no tenéis perdón de Dios. Herejes...».

—Muchos son auténticos libros vivientes...

—Y tanto. La riojana, por ejemplo, se acordaba de lemas publicitarios de los años veinte y hasta de carteles electorales. Por ejemplo, uno de las derechas con los palos de la baraja: a un lado los oros y las espadas («el dinero y el poder», decía) y al otro, las copas y los bastos («los borrachos y los brutos»).

—¿El folclore y la tradición oral tienen los días contados?

—Tal y como existían hasta ahora, sí. Pero seguirán por medio de historias, anécdotas, chistes compartidos... aunque viajen a lomos de smartphones.

—¿Los personajes con valores son ‘peligrosos’ para un poder que trata de narcotizarnos?

—El poder suele desconfiar del medio rural porque no consume masivamente, es más desconfiado, mantiene valores propios... allí patina, se le ve incómodo y yo diría que hasta lo teme. Por eso tiende a deshacerlo, a diluirlo, a eliminar sus diversas y ricas identidades en beneficio de una identidad global y vacua basada en el consumo y la tecnología.

—¿Qué supone para estas personas salir del ‘anonimato’?

—Muchos no entendían el motivo de la entrevista. No se consideraban lo suficientemente importantes... pero cuando vieron el libro la cosa cambiaba. Forman parte de una generación que aún venera la letra impresa, por eso noté emoción y mucha alegría en su mirada. También en sus familias, en sus nietos. Porque, como bien sabemos, no hay novela ni película que logre siquiera acercarse a las historias del abuelo.

—¿Habrá segunda parte?

—Hay quien echa en falta Portugal. No es mala idea...

—Uno de sus ‘paisanos’ recibe la visita de ovnis...

—Sí, el de las Hurdes, y dice que esos platillos suelen posarse justo encima de unas tumbas prerromanas. También tiene trato con un humanoide vestido de blanco y además elabora un orujo de miel espectacular.

—En un pueblo tenían unos ‘calzoncillos comunales’...

—Lo cuentan los asturianos de Caleao respecto a la época en que no se gastaba tal prenda y sólo se ponía cuando iban a hacer alguna gestión a la capital. Se guardaban en la iglesia y por eso a veces solía oírse: «¿Estu cómo se pon»? Y alguien respondía: «¡Lo cagáu pa’l culu!».

—En otro pueblo corre la leyenda de que la iglesia la construyó un gato...

—Seguir a un gato era un método estupendo para elegir el mejor lugar donde elevar edificios importantes. ¡Los gatos siempre se echan a rascarse en sitios soleados y a resguardo!

—¿Qué te aporta este libro que no te dé el periodismo?

—Creo que me ha permitido parar un poco y desarrollar un proyecto con más sosiego, abordar un tema de una forma más profunda y a más largo plazo.

Lugar: Gran Vía de San Marcos, 8.

Hora: 19.30.

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