Diario de León

El sueño de Ángela Merayo

La pintora leonesa inicia su ambicioso proyecto de convertir el enorme caserío de los Arriola en una fundación cultural . Fue hogar de una de las familias más pudientes de León y después seminario por el que pasaron cientos de alumnos de estas riberas. Es el gran caserío de Santibáñez de Porma, desarbolado desde hace tres décadas y ahora epicentro de un hermoso proyecto de residencia y ayuda a artistas plásticos que arranca el próximo 12 de julio con una amplia exposición en su patio central

Entrada de la casona y vista del patio donde tendrá lugar la primera exposición de la llamada Fundación Merayo.

Entrada de la casona y vista del patio donde tendrá lugar la primera exposición de la llamada Fundación Merayo.

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Emilio Gancedo | León
León

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Ángela Merayo y su marido, Jesús Carrión, habían recorrido prácticamente toda la provincia antes de dar con este enorme caserío varado a orillas del Porma. Lugares bercianos rodeados de monte y frutal, rincones montañeses aupados a pindias laderas, casas de labranza, pajares, palacetes, harineras... «vimos lugares espectaculares, verdaderamente hermosos... pero no, ninguno como éste». Lo que la veterana pintora ponferradina andaba buscando era un espacio perfectamente integrado en el entorno natural, amplio, sugerente, con multitud de posibilidades y, si fuera posible, no demasiado alejado de un núcleo urbano. Todo ello lo encontró en Santibáñez, en el conjunto de edificios residenciales y agrícolas que fueron hogar de la familia Arriola —célebre saga, y por varias razones, muy luctuosa una de ellas— y después Seminario Menor o preparatorio antes de languidecer y servir de ocasional espacio para colonias veraniegas escolares.

Se trata de unas instalaciones de casi 4.000 metros cuadrados contando naves agrarias y 3.100 sin contar esos edificios: un cuerpo central, el antaño preseminario que revela a ambos lados de sus largos pasillos infinidad de habitaciones; una zona residencial con gran capilla incluida; anchos patios; un molino maquilero con parte de su maquinaria intacta, talleres, bajocubiertas, estancias de toda índole... una inabarcable serie de inmuebles que Merayo decidió, hace tres años, convertir en sede de la fundación que lleva su apellido, ya constituida, y que tiene por objetivos, además de preservar el numeroso legado pictórico de la veterana artista ponferradina, acoger a creadores —especialmente plásticos, pero también está abierta la entidad a los cultivadores de otros lenguajes— en régimen de residencia: aquí podrán trabajar, experimentar, aprender, debatir, exhibir sus creaciones...

El proyecto había arrancado con enorme fuerza, puesto que Ángela Merayo, que lleva prácticamente toda su vida residiendo en Cataluña, contaba con el apoyo económico de un importante mecenas de aquella comunidad. Dada la situación de abandono en el que se encuentra la mayor parte de las construcciones del caserío, el presupuesto era verdaderamente amplio: más de un millón de euros. Por desgracia, la crisis se llevó por delante aquel patrocinio clave —al menos, de momento— y dejó a Ángela y a Jesús a merced de sus propias posibilidades. «Teníamos dos opciones, volvernos a casa o seguir con esto contra viento y marea», recuerda él. Y prosiguieron, apostando por el más grande de sus sueños. Poco a poco arreglaron una parte que les sirve de vivienda a ellos mismos y habilitaron un taller y algunas salas, y repararon los techos que se encontraban en peores condiciones. Echan mano de sus propias posibilidades y de cuantas personas próximas quieren regar de generosidad el proyecto. Y así, la próxima semana, un grupo de miembros de la activa asociación en defensa del patrimonio leonés Promonumenta acudirán a limpiar la sorprendente capilla —surcada de vidrieras y pinturas que figuran santos leoneses (Marcelo, Martino, Froilán, Alvito, san Juan de Sahagún...)— y otras salas.

Con estos primeros flecos, la fundación echará a andar el próximo 12 de julio: por la mañana, Ángela Merayo dará a conocer, en el Palacio del Conde Luna de la capital leonesa, todos los detalles de la fundación, y por la tarde se inaugurará una exposición coral en el patio de acceso con obras de artistas catalanes, madrileños, riojanos, leoneses y gallegos. Probablemente entonces dé a conocer también su propósito de convocar a cuantas personas, instituciones y colectivos estén interesados en el proyecto para participar en él con aportaciones que no tienen por qué ser exclusivamente económicas. Merayo busca, lógicamente, la complicidad de empresas y entidades pero también, por ejemplo, «la de las muchas personas que pasaron por este seminario y quieran reunirse o saber qué fue de él», y de cualquier agente cultural, particular o público, individual o colectivo, a quien inspiren estos sugerentes paisajes de pura ribera leonesa —prados, choperas, canales, maíz y ganados— y la memoria del lugar, y deseen transmitir a la dirección alguna propuesta o programación concreta.

«Es un lugar totalmente distinto, alejado de lo convencional», recalca la artista, que en su trabajo suele emplear una gran variedad de soportes y materiales y cuyos mensajes aparecen llenos de cromáticas contraseñas y elocuentes símbolos. En este singular regreso a su provincia natal, Merayo valoró también, a la hora de decantarse por este espacio, su cercanía tanto a los valles de montaña como a la capital —la pintora quiere que la fundación esté «muy implicada en la cultura leonesa, que sea un importante lugar de encuentro»— y la posibilidad de establecer sinergias con la Fundación Cerezales Antonio y Cinia —aguas arriba, en Cerezales del Condado— y de incluirse en la aún incipientemente desarrollada pero plena de posibilidades red monumental de la zona, con los monasterios de Escalada, Gradefes y Sandoval, la villa amurallada de Mansilla y el Camino de Santiago.

La artista nació en Ponferrada en 1939 y en 1962 se trasladó a Barcelona, donde cursó sus estudios de Pintura y Recubrimientos Murales en la Escuela Massana, pasando luego a residir en Sant Cugat del Vallés. «Quisiera que artistas leoneses y de todas partes acudiesen aquí, conocieran el entorno y plasmaran y expusieran obras inspiradas en este lugar, tan tranquilo, tan imbricado con la naturaleza y por tanto tan idóneo para la creación y la experimentación», sintetizó Ángela Merayo, quien en estos momentos se encuentra ultimando todos los detalles con vista a la puesta de largo del día 12.

Pero también preparando el patio que acogerá la exposición de artistas de diferentes orígenes, un conjunto de obras que podrían permanecer fijas y como encargadas de dar la bienvenida a los futuros participantes en los actos de una fundación que, por fin, ha querido dejar de ser tan sólo un sueño.

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