Diario de León

| Reportaje | Una vida de película |

«Ésta es la foca de Dios...»

Elegido por los propios esquimales, fue diputado por la lista de John Fitzgerald Kennedy, también cofundador del Estado de Alaska y autor de libros como «En el país de los eternos hielos»

El padre Llorente dejó una amplia producción bibliográfica

El padre Llorente dejó una amplia producción bibliográfica

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e. g. | león
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Quiso ir precisamente a Alaska porque el Papa Pío XI había dicho de aquella tierra que era «el lugar más difícil del mundo para un misionero». Pero allí se encontró con dificultades que requerían esfuerzos titánicos y una voluntad de hierro. Además de la propia y tremenda climatología (llegó a soportar 62 grados bajo cero y a verse obligado a permanecer más de tres semanas encerrado en un cubículo, junto a una estufa, en una iglesia de madera y chapa), estaba «lo poco comunicativo» de los esquimales, la «competencia» de los protestantes y la influencia desastrosa que el alcohol estaba teniendo sobre la población autóctona. Y otro problema grande era el idioma. Aprendió inglés y los diferentes dialectos inuit, pero hay palabras en la Biblia que no tienen equivalente alguno en esta tierra de nieve perpetua, como «vino» o «cordero». Así, según asegura Javier Nicolás, en el momento de la consagración, decía: «Ésta es la foca de Dios...». Todo un aventurero, acudía a predicar, bautizar o dar la extrema unción en trineo tirado por perros. En una ocasión el hielo se rompió y cayeron al agua helada, salvándose milagrosamente. También sobrevivió a un aparatoso accidente aéreo. Elegido directamente por los propios esquimales, fue diputado (con sotana y todo) por la lista de Kennedy en el primer Congreso de Alaska y miembro fundador de ese Estado. «Lo que más le costó -dice Nicolás- no fue ir a Alaska, sino dejar Alaska». En efecto, a los 69 años de edad es enviado a Moses Lake, estado de Washington, a cuidar de la comunidad hispana. Fallecería en 1989. Sus restos descansan en el cementerio de la reserva india de Desmet (Idaho). A su muerte, una delegación de esquimales acudió a Roma para pedir su beatificación, cuyo proceso aún continúa.

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