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«Fernando I revolucionó la arquitectura de León»

El arqueólogo e historiador Fernando Miguel resume hoy el urbanismo que transformó la ciudad en los siglos X y XI

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P. RIOJA | LEÓN

Un León «rural» al que «le quedaba mucho para ser una ciudad típica del alto medieval». Así ‘dibuja’ el viejo Reino el arqueólogo e historiador Fernando Miguel Hernández, que hoy —a las 20.00 horas— ofrecerá una conferencia en el Museo de León donde analizará el urbanismo de la capital durante los siglos X y XI. «La arqueología, si se es objetivo en el trabajo, es siempre más veraz que la documentación histórica porque de pronto te encuentras de bruces con la cultura material, aunque lo malo es que suelen quedar tan sólo reliquias del pasado», señala el también profesor de bachillerato del Colegio Leonés. Pese a que durante su ponencia se centrará en esos dos siglos que marcaron «un antes y un después» para la ciudad, Hernández ‘viajará en el tiempo’ hacia atrás y hacia adelante para explicar bien los antecedentes y el León que estaba por llegar. «Cuando se publica el Fuero habían transcurrido poco más de cien años desde que Legio, antiguo campamento militar romano de la legio VI y la legio VII, se había convertido en capital del Reino. Pero era una sede regia que todavía miraba al pasado, como las civitates altomedievales europeas».

Para este experto en el estudio del desarrollo de la arquitectura y arqueología monásticas, Fernando I fue el monarca que daría un giro radical a la ciudad. «Al venir de fuera —y para ganarse el respeto entre la nobleza— una de sus primeras decisiones fue la de traerse los restos de San Isidoro desde Sevilla a León, con todo lo que ello supuso». Con este monarca el centro político se trasladó al noroeste al lado del primitivo templo de San Pelayo —ahora San Isidoro— que empieza a reformarse con un panteón regio a los pies y a recibir visitas de los peregrinos.

Hernández insiste en que León vivió una gran transformación después del campamento romano. «Sánchez Albornoz hizo un trabajo enorme en una ciudad que comenzaba a convertirse en un gran activo económico y mercantil, pero donde apenas cohabitaban en torno a las 1.000 personas. Por aquel entonces había muchísimos monasterios —unos 30— así como una arquitectura fuera del casco histórico muy de tienda de campaña, itinerante. De esas construcciones religiosas tan sólo quedan en pie las Carbajalas, las Concepcionistas, San Isidoro y otros dos que no son de clausura», recuerda. La monarquía y la corte atrajeron casas de nobles, apenas conocidas, y monasterios (como los de San Miguel y el cenobio familiar de la zona de Santa Marina conocidos arqueológicamente) al interior de las murallas. Pero el paisaje urbano seguía dominado por los espacios abiertos de pequeños patios interiores, solares y huertas, como lo acreditan las llamadas por los arqueólogos tierras negras.

Un cambio de rumbo

La política de Fernando I y el Camino de Santiago terminaron por dinamizar la ciudad. «Con la Ruta Jacobea vino el románico y tantos artesanos que hicieron que la capital ganara vitalidad». Según recuerda el historiador, León desbordaba cada vez más el viejo recinto romano, aunque hubieron de pasar otros cien años antes de que la ciudad cobrara un nuevo y perdurable aspecto, acorde con el urbanismo pleno medieval europeo: se restauró la vieja muralla, como acredita el epígrafe del canónigo Gutierre Díaz, al tiempo que se construía otra fortificación para proteger la cerca del burgo.

Para el arqueólogo, en la actualidad aún hay un 80% de restos arqueológicos por descubrir en la ciudad, aunque aclara que la mayoría no tienen una información sustancial. «Lo más importante ya está a la vista». Sí considera que sería «básico» reservar algunas zonas arqueológicas para el futuro, cuando haya fondos y medios que no requieran una excavación destructiva como sí ocurre ahora», finaliza.

Lugar: Museo de León.

Hora: 20.00.

Entrada: Gratuita.

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