Diario de León

Javier Moro rescata a los Guastavino

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Idolatrados por arquitectos e ingenieros, el gran público español desconoce el enorme talento y los logros técnicos de los arquitectos Rafael Guastavino Moreno (1842-1908) y su hijo Rafael Guastavino Expósito (1872-1950). Cambiaron la arquitectura de Nueva York y dejaron su impronta en dos millares de edificios en Estados Unidos. «Fueron apasionados creadores de belleza. Forjaron un estilo, un concepto y una marca que pervive. Un legado que trato de reivindicar», dice Javier Moro (Madrid, 1955) escritor que novela sus «increíbles» vidas en A prueba de fuego (Espasa). El padre llegó a Estados Unidos en 1881, con 40 años, una carrera exitosa y un fracaso personal a sus espaldas. Su mujer le dejó y se llevó a sus tres hijos mayores al saber que tuvo al cuarto, Rafael, con la criada. Nacido en Valencia, había triunfado en Barcelona con 24 años gracias a la factoría Batlló, imitada referencia de la arquitectura fabril. Se arruinó, estafó a sus conocidos para huir a Nueva York con su amante y su hijo, para volver a triunfar y arruinarse otras dos veces. «Llegó sin nada y acabó diseñando el paisaje urbanístico de EE UU. Se casó de nuevo y tuvo más amantes. Si invento una vida así no hay quien se la crea. La realidad es siempre más fuerte que cualquier ficción», asegura Moro, ganador de Planeta en 2011. La clave del éxito de Guastavino fue tecnificar unos sistemas constructivos seculares en el mediterráneo -las bóvedas tabicadas de origen árabe y romano- y adaptarlos a las necesidades de la potente economía americana.

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