‘Labranza’ es el fruto de la danza en Sahagún

La tierra ganó en Sahagún y fue escenario. Con el Santuario de la Peregrina como telón de frente, en historias que tenían que remarcar un pasado que solo se parece al hoy en el nombre de los oficios. Pero Danza en el Camino consiste en eso, en rescatar la tradición. El certamen, organizado por la Junta, y que en la localidad leonesa cumplió su tercera cita después de Castrojeriz y Carrión de los Condes, fue, más que el final, el principio de un Camino en el que Sahagún es capital.

Y el premio principal fue a parar a Labranza . Daniel Rosado, Paloma Hurtado y Reinaldo Ribeiro, de Lamajara, coreografiaron e interpretaron una pieza que se interroga sobre la identidad del medio rural y sus gentes abordando la relación existente entre hombre-campo y bailarín-cuerpo. A partir de estas cuestiones, el grupo afincado en Barcelona traslada el paisaje del campo a la geografía del cuerpo humano, transportando al espectador a una estética rural donde lo auténtico, lo cotidiano y lo sencillo dibujan y arropan movimientos que pretenden interpretar historias de vida.

Así fue el hecho en el que Sahagún fue sede de lo que es y de lo que se inventa: punto emblemático del Camino de Santiago, que será pieza fundamental, tanto de la celebración Jacobea como por el hecho de ser sede de las Edades del Hombre.

Y también, en el caso del fin de semana, escenario de danza, en lo que pretende el Gobierno autonómico de promocionar la cultura de la Comunidad. Patrimonio, historia, artes del movimiento y vanguardia escénica se dieron así cita en Sahagún en el marco de Danza en el Camino, el concurso coreográfico organizado por la Junta de Castilla y León como extensión de las actividades del 19º Certamen Internacional de Coreografía Burgos & Nueva York.

Los textos y voz de Elena Rodríguez y la música de Carlos Herrero, Yesca, y Silvia Pérez Cruz conformaron los ingredientes con los que la coreógrafa, videoartista y bailarina Milagros Galiano llevó a escena La niña que se cayó al pozo (extracto), que fue otra de las representaciones. Este trabajo se inspira en las vivencias y anécdotas que la exbailarina de la compañía de Victor Ullate vivió durante su niñez junto a su madre. «Los recuerdos de posguerra, esos pasajes desordenados que mi madre ha ido narrándome en tiempos de confinamiento», explicaba, protagonizan una creación con la que Galiano ha querido transformar en «movimiento, gratitud y sorpresa» el recuerdo de su madre.

«Estos textos conectan con mis sentimientos, a través de mi cuerpo y los ojos con los que observo mi alrededor», subraya la coreógrafa, que estrena esta versión de calle de un espectáculo que aún no ha sido estrenado.

La tercera y última de las creaciones fue Lo invisible . La bailarina y actriz Kateryna Humenyuk y el bailarín y mimo escénico Rolando Salamé, componentes del grupo Nobautizados, interpretaron un trabajo que narra el encuentro entre dos seres que, a la postre, son solo uno. Con ese punto de partida, proponen una metáfora en torno a cuestiones como los conflictos personales, la lucha, la aceptación y el compromiso, con el teatro gestual y su la relación con danza.