Diario de León

Ismael Gómez Álvarez

El leonés que construye los sueños del Reina Sofía

Empezó siendo carnicero y luego albañil. Ahora se ha convertido en un imprescindible del Museo Reina Sofía. Su trabajo, invisible para los visitantes, está detrás de los montajes de artistas como Plensa, Ambasz o McElheny.

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León

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No quiso estudiar. Al terminar la EGB se plantó. Ahora su trabajo es crucial en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Ismael Gómez Álvarez, natural de Toral de los Guzmanes, empezó a trabajar de carnicero con 15 años. A los 17 emigró a Madrid para enrolarse en el entonces floreciente sector de la construcción, cuando aún no había estallado la burbuja inmobiliaria.

Eran los tiempos en los que a un buen albañil nunca le faltaba tajo. A los 23 ya tenía su propia empresa, Rehabilitaciones Rees, que hacía desde pequeñas chapuzas a grandes reformas. Su primer contacto con el mundo del arte fue la transformación de la galería madrileña Moriarty. En 2008, coincidiendo con la gran crisis financiera, el empresario leonés gana un concurso para el montaje de una exposición en Matadero Madrid.

Su trabajo impresionó a la responsable de la muestra, quien, meses después, le reclamó para afrontar una de las exposiciones más complejas, Island Universe (Universo isla), formada por cinco elementos de aluminio cromado y vidrio soplado. Para su creación, el artista norteamericano Josiah McElheny se inspiró en el origen del universo, lo que los cosmólogos llaman el multiverso. Gómez Álvarez no ha olvidado el reto que supuso colgar las esferas diseñadas por McElheny en el Palacio de Cristal.

Su visión del arte

«No tengo estudios, pero sin cultura, no hay progreso. Los artistas te hacen pensar»

«No conocíamos el mundo del arte, donde todo hay que hacerlo con mucha delicadeza. A partir de ahí fuimos aprendiendo poco a poco», cuenta. Después llegaron otros pequeños trabajos vinculados al mundo del arte. Hasta que Rees logró el currículum imprescindible. El montaje de las exposiciones se hace por concurso e Ismael Gómez se lleva la palma en el Reina Sofía.

Vapor con lavadoras viejas

En los museos de arte contemporáneo cada muestra es un reto. Hay que levantar tabiques, tirar otros, pintar paredes, construir estructuras, convertir espacios grandes en otros más íntimos… auténticas obras de arquitectura en tiempo récord. Lo que exija el ‘guion’ y el artista. En los últimos años Gómez Álvarez ha conocido a creadores como Jaume Plensa, Emilio Ambasz, Maja Bajevic, Nacho Criado, Heimo Zobernig, Dominique González-Foerster, Roman Ondak, René Daniels o Hans Haacke.

Recuerda las complicaciones que tuvo para la exposición de la bosnia Maja Bajevic en el Palacio de Cristal. El proyecto se articulaba en torno a cien eslóganes políticos y económicos que se proyectan sobre vapor en movimiento. Para conseguirlo, tuvo que recorrer los barrios más pobres de Madrid en busca de antiguas lavadoras con tambores de acero inoxidable —ahora son de plástico—. «Pagamos las lavadoras más caras que si fueran nuevas», recuerda. Pero los tambores eran imprescindibles para producir el vapor que necesitaba la artista. También construyó un tobogán gigante para la misma exposición.

Al principio, le parecían excentricidades de los artistas. «No sabía nada de arte contemporáneo». «No tengo estudios, pero entiendes que, sin cultura, no hay progreso. Y los artistas contemporáneos te hacen pensar. Les doy mucho valor». Su favorito es Plensa. «Me impresiona». Para él trabajó en la exposición Invisibles , celebrada en 2018 en el Reina Sofía. No fue fácil colocar un grupo escultórico de dimensiones colosales, conformado por mallas de acero que dibujan en el espacio los rostros inacabados de figuras suspendidas en el aire, atravesadas por la luz y detenidas en el tiempo.

También se sintió muy cómodo a las órdenes del artista y arquitecto de origen argentino Emilio Ambasz, que en sus trabajos trata de dar forma poética a lo práctico. Un diseñador capaz de desafiar las ideas preconcebidas sobre construcción, proponiendo diseños verdes para hospitales, invernaderos, rascacielos, viviendas y otros edificios.

El empresario leonés no ha abandonado las reformas, «pero no es comparable a trabajar en el Reina Sofía». «Si al artista o al coordinador de la exposición le resuelves problemas, te lo agradecen», asegura. «Está mejor valorado que lo que la gente denomina hacer ‘chapuzas’, aunque no lo son». Recuerda algunos retos como un complicado montaje en el que no podían soldar dentro del edificio para ensamblar unas complejas estructuras. «Tienes miedo a fallar y respeto, pero es muy gratificante».

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