Diario de León

Hay material sensible a los pies de la Catedral

El talento de los proyectos finales del Ciclo Formativo de Grado Superior de Arte Textil luce en la Escuela de León

Dos de las figuras creadas por Covadonga Sierra. RAMIRO

Dos de las figuras creadas por Covadonga Sierra. RAMIRO

León

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La Escuela de Arte y Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de León es un lugar altamente sensible, que no débil, en el que, junto a un potente equipo de profesores, unas 400 almas de artista, lo serán en el futuro o no, quién sabe, a los pies de la Catedral son el combustible perfecto para que el centro se mueva al ritmo de una factoría creativa. Hay ahora, aunque se detecta actividad constante en cada rincón, cinco trabajos expuestos que corresponden al proyecto final del Ciclo Formativo de Grado Superior de Arte Textil. Sara Cabezas, jefa del Departamento de Textiles Artísticos, los presenta y observa con ecuanimidad y orgullo. Incluso, con delicadeza reclama como deseo que aparezcan todos de manera proporcionada. Y aunque a veces hace falta la sugerencia, todas lucen cada uno a su estilo y son estos días el orgullo de la Escuela. Aunque, las clases empiezan y se acaban y, por mucho arte que tengan los protagonistas, el tiempo es el mismo para todos. Es decir, poco.

Hay dos tapices a cargo de Beatriz Mercedes y Francisco Javier Llorente. Dos esculturas bajo el título de El miedo a cargo de Paz Cano. Una vitrina con figuras de Covadonga Sierra. Y un jardín seco en el patio de Luz Santos. Un castaño crece al lado de esa obra. Y esa puede ser la mejor metáfora de la idea artística de toda la Escuela, que podría ser la de la creación constante, por tanto, el crecimiento cultural.

Pero es de justicia reclamar aquí la presencia de Antonio Manilla, columnista de Diario de León, que es el detonante de que la historia aparezca en las líneas de este periódico, aunque como señala Cabezas la visibilidad del centro en el contexto sociocultural de la ciudad es uno de los objetivos.

Manilla explica la obra con la brillantez literaria con la que teje sus textos: «Mientras se suceden ya sin ninguna extrañeza las decepciones autonómicas, qué mejor refugio que el arte a la intemperie de la leonesa Luz Santos Rodero, quien en la Escuela de Arte y Conservación de León, a los pies de la catedral, presenta en Castañoscuro un jardín seco japonés. Es un proyecto de final de ciclo formativo, no una exposición, pero la Escuela de Arte abre sus puertas a todos los interesados y uno recomienda vivamente la visita. El trabajo de Santos Rodero logra, mediante objetos creados con fibras naturales tramadas que van de lo minúsculo a lo enorme, que el trazo textil exprese y, además, dignificar un ámbito —un patio interior con cachivaches de toda naturaleza— mediante la poesía de lo que nace de las propias manos».

Dice Isamu Noguchi que «un buen jardín nos lleva a un espacio y a un tiempo diferente del que nos rodea habitualmente, nos invita a viajar por él. Sin ser conscientes viviremos en ese espacio y tiempo que se abre delante de nosotros». Y eso es lo que ocurre con este Castañoscuro de Luz Santos. Sí, tal vez, sin desmerecer al resto, es el proyecto estrella, el que puede ser también sin eclipsar a los demás, el banderín de enganche para actuar como reclamo para que la ciudad se entere de que en este lugar tan serio se juega a crear. Castañoscuro es un ejercicio práctico sobre el acto de re-habitar un espacio durante un tiempo a través de la expresión del trazo textil. Se desenvuelve en una instalación de fibras naturales tramadas y sometidas a la bella e implacable ley de la caducidad; solemnizando un método de medición del tiempo a través de la figuración del jardín. Así, aparece un jardín en un patio, donde nunca lo hubo. Pero es que hablábamos de un lugar sensible y en esos casos todo es posible.

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