Diario de León

Severiano Fernández Nicolás

Muere a los 101 años el ‘eterno finalista’ leonés

Pese a la calidad de su obra, se quedó a las puertas de ganar el Planeta y el Nadal, lo que le valió el calificativo de ‘eterno finalista’. «Mala suerte», decía. El escritor de Montejos ha fallecido en Madrid a los 101 años.

El escritor leonés Severiano Fernández Nicolás. ARCHIVO

El escritor leonés Severiano Fernández Nicolás. ARCHIVO

León

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Fue un visionario. Siete años antes de la tragedia de Ribadelago aventuró en una novela la rotura de la presa de Los Barrios de Luna. El libro se quedó a las puertas de ganar el Planeta en la primera edición del premio, que se falló en 1952 en el madrileño restaurante Lhardy. La obra del escritor nacido en 1919 en Montejos era, de hecho, la favorita del jurado, que no se atrevió a apostar por un texto que contravenía la política ‘pantanera’ franquista. Curiosamente, el galardón —dotado entonces con 40.000 pesetas— recayó en el responsable en la clandestinidad del Partido Comunista de España en Barcelona, Juan José Moreno, que presentó En la noche no hay caminos, bajo el pseudónimo de Juan José Mira.

En Tierra de promisión Severiano Fernández Nicolás plantea el conflicto entre un padre y su hijo ingeniero por la construcción del embalse de Luna.

Aquel mismo año vuelve a rozar otro gran premio con La ciudad sin horizontes. Es el único caso en la historia del Nadal en que una novela finalista quedó inédita. En 1961 su novela Las muertes inútiles resulta nuevamente finalista en los premios Ciudad de Oviedo y Ondas, lo que le obliga a editarla él mismo.

Fernández Nicolás, que fallecía el jueves en Madrid a los 101 años, afirmaba en una entrevista en este periódico en 1976 que lo suyo era «mala suerte». «En mis novelas destacan los problemas de la gente que me parecen más interesantes, como el mundo de la posguerra. También aprovecho el material que me proporciona mi profesión de secretario de juzgado, al relacionarme con tipos pintorescos y problemas de gran profundidad humana», confesaba.

Portadas de algunos de los libros de Severiano Fernández Nicolás. DL

Antes de la aventura del Planeta Severiano se había autoeditado un volumen de relatos. Uno de los cuentos, El alma bajo el agua , ahondaba en el drama de los pueblos desalojados, recordando lo sucedido con el destierro de los cepedanos de Oliegos.

En 1963 publica El desahucio, sensibilizado con la obligación de los familiares del inquilino fallecido a notificar el suceso al casero en tiempo y forma para no ser puestos en la calle. Con esta novela obtuvo —esta vez sí— el Premio Selecciones de Lengua Española, de Plaza y Janés. En Después de la tormenta (1964) aborda el tema del estraperlo, novela a la que siguieron Las influencias (1968), sobre el oficio de opositar; Crónica de un juez (1973), sobre la vida y casos que maneja en un día un magistrado; Juicios de faltas (2003); Chamberí (2004); y El finalista (2007). Licenciado en Derecho, Fernández Nicolás compatibilizó su tarea profesional como secretario de juzgado con una intensa actividad literaria que inició como poeta. También fue guionista de películas como El diablo también llora , protagonizada por Alberto Closas, Paco Rabal y Fernando Rey.

Los apellidos

Fernández Nicolás, que había sido alférez provisional en la Guerra Civil, cambió su segundo apellido —López— por el tercero, Nicolás, después de que un crítico leonés le vaticinara que con semejante nombre no podía triunfar en la literatura. Así lo contó él a este periódico: «Le recordé el caso de Wenceslao Fernández Flórez. Él me replicó que este escritor llevaba el Flórez como talismán individualizador. Yo tenía un tercer apellido rimbombante. Decidí probar fortuna con Fernández Nicolás».

En sus memorias escribe: «Vivimos en Montejos, un pueblo de secano de la provincia de León. En invierno, la vida familiar se hace en la cocina... Mis padres, mis hermanos —nacimos diez, sobrevivimos seis— y uno o más criados que trabajan en casa. Tenemos un par de vacas, u n burro, un caballo, ovejas y un perro. Tenemos tierras, prados, viñas y un huerto»...

González de Lama le dedicó memorables críticas en este periódico. En una de ellas, el fundador de la revista Espadaña, afirma que «Nicolás escribe del momento y va hacia un objetivo seguro, sin pensar en el éxito o el fracaso. Quiere que la literatura sea un reflejo fiel de la vida».

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