Diario de León

Muere Jean-Luc Godard, el inventor del cine moderno

El director francosuizo revolucionó el lenguaje cinematográfico desde sus películas en la Nouvelle Vague

Jean-Luc Godard en una fotografía de 2010. GAETAN BALLY

Jean-Luc Godard en una fotografía de 2010. GAETAN BALLY

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

«Un travelling es una cuestión moral» es una de las frases más afortunadas de este antiguo crítico de Cahiers du Cinéma. Godard llevó el Mayo del 68 al Festival de Cannes y en los 80 escandalizó al Vaticano con Yo te saludo, María .

Su nombre terminó por ser sinónimo de un cine árido y experimental. Sus últimos largometrajes apenas han tenido recorrido comercial en nuestro país, más allá de cineclubes y museos. Su propia figura se rodeó en los últimos años de un halo de secretismo. Huraño y genial, Jean-Luc Godard siempre fue a contracorriente, hasta en los tiempos de la Nouvelle Vague, donde mantuvo un enfrentamiento con el otro gran director surgido del movimiento que revolucionó el Séptimo Arte, su amigo François Truffaut. Por una vez, no es ninguna boutade afirmar que la muerte del autor de Al final de la escapada y Alphaville deja huérfano un arte inmerso en estos días en una transformación industrial.

Sus familiares han confirmado a Libération que el mítico realizador falleció ayer a los 91 años en su casa de Rolle, a orillas del lago Lemán, tras recurrir al suicidio asistido. «No estaba enfermo, simplemente estaba agotado», precisa un familiar en el diario francés.

A los ojos del cinéfilo, Jean-Luc Godard permanece en el Olimpo de los directores de la Nouvelle Vague, que sancionaron una política de autores cuyos ecos llegan hasta nuestros días. Fernando Trueba siempre recuerda que su título más célebre, Al final de la escapada , fue fruto «de la total ignorancia sobre cine que tenía Godard». «Truffaut escribió el argumento y puso el dinero que había conseguido gracias a Los 400 golpes . El resultado es una de esas películas clave del cine moderno, que supo conectar con el estado mental de la juventud europea del momento».

Nacido en 1930 en París, aunque criado y reinventado en Suiza, Godard comenzó como muchos de sus coetáneos escribiendo críticas en Cahiers du Cinéma y plasmando en cortometrajes una concepción del cine resumida en citas suyas que han pasado a formar parte de los manuales: «Un travelling es una cuestión moral» y «La fotografía es verdad, luego el cine es verdad 24 veces por segundo» se cuentan entre las más afortunadas.

Radicalidad estética, compromiso político con su tiempo (llevó el Mayo del 68 al festival de Cannes) y una interrogación constante sobre el lenguaje cinematográfico caracterizan la obra de Godard, que acostumbra a sembrar sus películas de un sinfín de citas culturales. En un primer momento se deja influir por los clásicos americanos (Ford, Fuller) y la novela negra. Jean-Paul Belmondo, Jean Seberg y su musa, Anna Karina, pueblan los fotogramas de Al final de la escapada , Vivir su vida , Pierrot el loco y Alphaville .

Productora de Tarantino Su etapa militante en el grupo Dziga Vertov se salda con piezas herederas del cine soviético de propaganda: Pravda y La Chinoise promulgan que las películas sirven para educar a las masas. Finalmente, el inmenso legado que el autor de El desprecio venía dejando desde los años 80 apela a las posiblidades de la televisión, el vídeo y la imagen digital. ¿Que los Coen fueron unos genios al inventarse en El gran Lebowski un narrador en off que, lejos de ser omnisciente, divaga e ironiza? Pues bien, Godard ya hacía lo mismo con su propia voz en 1964. Qué molones los bailes a destiempo de los personajes de Reservoir Dogs y Pulp Fiction ; Tarantino, que por algo bautizó su productora A Band Apart , sólo copiaba a Godard.

Ya en Al final de la escapada hay cortes internos en las secuencias, saltándose el raccord o continuidad en el tiempo y en el espacio de la gramática clásica. Hay escenas donde los personajes divagan sin, en apariencia, ninguna función narrativa. Hasta miran a cámara destruyendo el sacrosanto mecanismo de la ficción. Son innovaciones del lenguaje de las que hoy se sirve cualquier anuncio. Pero en 1960 constituyeron todo un manifiesto estético y cimentaron la política de autores, donde el director es el único responsable del filme. Godard también fue un gran provocador, ya sea desde la política maoísta, como en La chinoise , o escandalizando al Vaticano con Yo te saludo, María . El estatus propio de la imagen le llevó en los últimos años a adentrarse en territorios más propios del ensayo poético y la ficción abstracta, como en sus inabarcables Historias del Cine , que le ocuparon una década, y en El libro de las imágenes , su último filme estrenado en 2019. En él, la propia voz del Godard narrador sufría un ataque de tos que interrumpía una frase tomada de La estética de la resistencia , de Peter Weiss: «Incluso si nada resultara como esperábamos, eso no cambiaría nada de nuestras esperanzas».

Tres títulos fundamentales

Al final de la escapada (1960). El cine reinventado. Largometraje fundacional de la Nouvelle Vague, junto a Los 400 golpes de Truffaut, cuyo empleo original e imaginativo del lenguaje fílmico nace de una verdad poética inquebrantable: lo importante es cómo se mira y no lo que se mira. Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg se convierten en iconos pop gracias a este homenaje al cine negro americano, que sigue a un gángster de poca monta y una estudiante por la calles de París. El cine reinventado.

El desprecio (1963). La película más cinéfila. Si Godard es dios para los cinéfilos, El desprecio es la película más cinéfila de todos los tiempos. Un mito sexual como Brigitte Bardot, Fritz Lang haciendo de Fritz Lang y Michel Piccoli en la piel de un guionista que desprecia la película en la que trabaja son los mimbres de una cinta amarga, desesperanzada y bellísima, que contiene quizá las imágenes más hipnóticas rodadas por Godard: la casa Malaparte en Capri a los sones de la música de Georges Delerue.

Histoire(s) du cinéma (1988). Adiós al relato. Ajeno desde hace décadas a los mecanismos tradiciones de explotación de las películas, Godard eligió en los 70 por propia voluntad el purgatorio: el cine militante primero, el vídeo después. Sus inabarcables, abrumadoras Historias del Cine arrancaron en 1988 y le ocuparon toda una década. Olvidada ya la narración y el concepto de relato, el director decidió reescribir la historia del siglo XX a partir de la historia de la imagen.

tracking