Diario de León

Un renacido llamado ‘El Tío Perruca’

LA EXITOSA. película de Iñárritu y DiCaprio, basada en el hecho real de un cazador atacado por una osa, evoca una rareza literaria ambientada en los montes de Igüeña. En este libro aún pendiente de reeditar, el señor Josepín también logra sobrevivir al terrible abrazo de un plantígrado .

En la escena más espectacular de ‘El renacido’, el trampero Hugh Glass (Leonardo DiCaprio) es atacado por una osa. regency

En la escena más espectacular de ‘El renacido’, el trampero Hugh Glass (Leonardo DiCaprio) es atacado por una osa. regency

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e. gancedo | león

También hubo un ‘renacido’ leonés. Seguramente hubo varios, habida cuenta de que ésta es una de las pocas regiones de Europa Occidental que continúan albergando poblaciones de osos en libertad —lo persiguieron hasta extinguirlo, hace ya tiempo, en Gran Bretaña, Alemania, Francia...—, pero al menos de uno de ellos tenemos constancia escrita. Aparece en una deliciosa rareza literaria, El Tío Perruca , firmada por B. Suárez Ramos y editada en 1976, volumen que según algunos indicios está basado en un personaje real y en hechos verídicos.

Ambientado en Igüeña, en el Alto Bierzo, el libro narra las aventuras de un cazador infatigable, José Pardo Crespo, personaje totalmente representativo de los montañeses de León y al que sus vecinos apodaban ‘Josepín’ o ‘Tío Perruca’. Siempre acompañado de un mozo, ‘Raposín’, recorría los montes comarcanos siguiendo el rastro de piezas de caza mayor, escopeta en mano, para después mercar sus pieles. En un pasaje clave de la obra, el rapaz y el paisano, ya de edad avanzada, se topan con una osa y sus osines, igual que en la triunfal película de Alejandro González Iñárritu, y aunque Perruca la hiere, el animal le propina terribles zarpazos. Una de las peculiaridades del libro es que, aunque está narrado básicamente en castellano, todos sus personajes —excepto el cura— se expresan en el habla tradicional de la zona, el asturleonés occidental, algo que le confiere un gran interés filológico y narrativo. Por ejemplo, cuando la osa le abraza, Raposín acude con el «cuchiello», pero Perruca, en la más memorable expresión que cabe en un conseguidor de pieles, le reprende:

—¡Nun la pinches, hom, que estrupeyas el pilleyu!

Y aunque finalmente ambos consiguen acabar con el plantígrado, el cazador queda tendido en el suelo con la cara desollada, sangrando a borbotones. Da instrucciones a Raposín para que le anude un trozo de tela al cuello, le prepare una cama de helechos y se marche a por ayuda, aunque tiene por seguro que va a morir. El chico acude a Igüeña, cuenta la noticia y regresa con una partida de jóvenes pero, dado que nadie ha sobrevivido jamás a un ataque de ese calibre, todo el mundo da por hecho que Perruca ha muerto. Hasta el sacerdote prepara el funeral. Cuando llegan al lugar del accidente después de una larga travesía, no encuentran cadáver alguno y sí al turrión ‘renacido’ un trecho más allá. De manera sin duda diferente a como se expresa DiCaprio en el filme, explica Perruca: «Nun creya, señor cura, que las pasé canutas, dióume un desmayu que pienso anduve po’l outru mundu». Y aunque tenía «la cara desfeicha», su máxima preocupación era bajar la piel al pueblo («¿vendrá alguno pa desfullala?», preguntaba).

El entierro mudó a fiesta y unos tamboriteros idearon ‘la danza del oso’ para la ocasión.

Además del Tío Perruca, y en una zona geográficamente cercana, la literatura leonesa (y en leonés) depara otras escenas de tropiezos con osos. Por ejemplo, el encuentro que Felicidad Fernández, la madre de Eva González —gran autora en lengua vernácula—, tuvo de niña con uno de estos enormes animales en Palacios del Sil. Una vez, estando de brañera en La Fontel.lada con sólo doce años, se encontró con una osa y dos crías: ella se apartó y la osa no la atacó, pero se llevó tal susto que permaneció una larga temporada sin poder hablar. Años más tade, su hija Araceli se enfrentó a un oso que había atacado a una de sus vacas: sobrevivió porque lo agarró del punto débil de estos mamíferos, las narices. El primero de esos encuentros lo cantó Eva en La brañeirina , poema que comienza: «Xubía con muita priesa,/ porque la tarde finaba./ Atopóuse cona osa/ ya al vela quedóu pasmada./ Cuando cansóu d’amirala/ pola senda el.la marchaba,/ pero los probes osinos/ cuna madre nun marchaban,/ quedaban empaponaos/ viendo aquel.la cousa estraña...».

Cosas de la globalización: muchos conocen o han visto la película El renacido pero son pocos los que han oído hablar de nuestro Perruca, de momento sólo disponible en librerías de viejo, ni han leído esos guapos versos de Eva González.

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