Diario de León

La restauradora que ‘cura’ la Sagrada Familia

Elisa Carballo Bayón ha intervenido en la mayoría de los monumentos de la ciudad

La Sagrada Familia con los ‘andamios’ en los que trabaja la leonesa Elisa Carballo Bayón. A la derecha, la restauradora en el interior del templo de Gaudí. DL

La Sagrada Familia con los ‘andamios’ en los que trabaja la leonesa Elisa Carballo Bayón. A la derecha, la restauradora en el interior del templo de Gaudí. DL

León

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Nadie ha visto la Sagrada Familia como ella. Trabaja a 90 metros de altura y, a veces, en condiciones extremas, con vientos de 60 kilómetros por hora, que azotan la catedral que dejó inacabada Gaudí. La leonesa Elisa Carballo Bayón es una de las restauradoras de las torres de Judas y Matías, en la fachada principal del templo barcelonés. No son las más altas, ya que la de Jesús alcanzará los 173 metros en 2026, cuando esté terminada, coincidiendo con el centenario de la muerte de Gaudí.

Cuando concluya estos trabajos tras cuatro meses, previsiblemente en abril, a Elisa Carballo le aguardan las torres de Simón y Bernabé. El edificio lleva 140 años en construcción y la fecha de finalización de los trabajos en 2027 cada vez parece más inalcanzable. La pandemia, en parte, ha trastocado el calendario. Una obra desesperante, porque solo nueve de las dieciocho torres están acabadas y han tenido que empezar a rehabilitar las más antiguas. La restauradora leonesa forma parte de un equipo de veinte personas que actualmente está llevando a cabo la limpieza y conservación de las cuatro torres, adjudicadas a una empresa valenciana. Curiosamente, intervendrán en la torre de San Bernabé, la única que vio terminada el arquitecto de Botines en 1925, pocos meses antes de fallecer atropellado por un tranvía.

También está pendiente la limpieza de la primera portada que comenzó Gaudí, la del Nacimiento, terminada en 1930. La fachada principal de Botines, en cambio, está en marcha. Los trabajos, financiados por la Junta de Castilla y León, comenzaron el año pasado. También se va a actualizar la carpintería exterior. El objetivo es preservar el aspecto original de la fachada, por medio de una limpieza, consolidación y reintegración. Es uno de los pocos monumentos de la capital leonesa en los que no ha intervenido Carballo Bayón. Graduada en Conservación y Restauración de Bienes Culturales, en la especialidad de Pintura, trabajó durante dos años en las vidrieras de la Catedral de León. También ha intervenido en las fachadas de San Marcos y San Isidoro, en las murallas de Ávila, en el artesonado de Carbajal de Fuentes y en la reparación de las obras del arquitecto modernista Doménech i Montaner, discípulo de Gaudí, en Comillas. «Son proyectos de los que me siento muy orgullosa», asegura. Admite que restaurar la Sagrada Familia es un privilegio.

Lleva dieciocho años actuando en grandes monumentos, pero considera que su trabajo está «mal pagado» y peor valorado. «Trabajamos en obras muy importantes, pero nos consideran peones en las obras». Pasan frío y ejecutan labores de precisión en posturas ‘descalabrantes’ . Recuerda haber restaurado la fachada del Parador de San Marcos mientras le caían copos de nieve.

«Lo primero es conservar, no inventamos nada», dice. Confiesa la emoción que siente cuando una obra ‘brilla’ tras librarla de capas de suciedad y repintes.

Reivindica su oficio, frente al intrusismo de personas como la célebre Cecilia Giménez, cuya «restauración» en el Ecce Homo de Borja dio la vuelta al mundo. «Hay gente que hace manualidades y pretende, tras haber asistido a un curso, intervenir en obras de arte y restaurar el santo de su parroquia», ironiza.

El trabajo también le ha deparado gratas sorpresas. Durante la limpieza con láser de la fachada de San Isidoro conoció al que hoy es su pareja, un cantero que ha participado en la restauración de numerosos monumentos leoneses. En su currículum, Carballo cita la recuperación de la pila bautismal de la iglesia de San Martín; así como en el Cristo Crucificado de la iglesia de Boñar o la talla de san Antonio de Padua de la ermita de San Antonio en Lugán. En la iglesia del Mercado puso a salvo las tallas policromadas de la Inmaculada, santa Lucía y san Antonio de Padua (del siglo XVII) y san José con el Niño, san Ildefonso y san Roque (del siglo XVI) y uno de los exvotos más singulares: el galeón del conde Rebolledo.

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