Diario de León

San Isidoro atesora reliquias como el árbol de Abraham o la mandíbula del Bautista

Custodia más de 2.500 fragmentos de santos, los más insignes guardados en valiosos relicarios en la torre

El arca con los restos de San Isidoro se halla en el altar mayor de la iglesia.

El arca con los restos de San Isidoro se halla en el altar mayor de la iglesia.

León

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Dientes, dedos, huesos, vestidos-¦ Cualquier parte de la anatomía de un santo o de un mártir es motivo de adoración. San Isidoro custodia más de 2.500 reliquias sagradas, las más insignes en la torre, donde no llegan las visitas. Durante siglos el prestigio de una iglesia se medía por la cantidad y el valor de las reliquias que pudiera atesorar.

Los reyes leoneses Fernando I y Sancha pusieron todo su empeño en conseguir las más ricas y codiciadas piezas de santos. En el año 1062 hicieron traer desde Sevilla el cuerpo de san Isidoro y desde el monasterio de Arlanza las reliquias de san Vicente de Ávila. Contaban también desde antiguo con la mandíbula de san Juan Bautista. Ya en el año 956 Sancho I El Gordo quiere construir un templo para albergar las reliquias de Pelayo, el niño martirizado en Córdoba en el año 925, cuya fama se extendió por toda la cristiandad. Será su hermana Elvira la que traslade a León desde la capital cordobesa los restos de Pelayín -”como le llama Antonio Viñayo, abad emérito de San Isidoro-”. Hasta el siglo XVI existió un auténtico «tráfico» de reliquias. La colegiata conserva hoy desde la mandíbula de San Juan el Bautista a la encina bajo la que oraba Abraham, según citan los textos bíblicos; así como el cuerpo de Santo Martino y, por separado, su mano -”metida en un relicario plateresco que primeramente fue custodia del Santísimo y que se guarda en la torre, de donde se saca a besar cada 12 de enero, fecha en que murió-”; también tiene uno de los «millones» de pedazos de la lignum crucis (cruz de Cristo) que circulan por el mundo; o huesos de apóstoles.

El trozo de la santa cruz se guarda en un relicario del siglo XII que le regalaron a Doña Sancha. Santo Martino fue un gran recopilador de reliquias. Reunió tantas que grabó la lista en el año de 1191 en la puerta de la capilla que hoy lleva su nombre. En latín y con una preciosa caligrafía dice: «Aquí está la lista de reliquias que he escondido en el altar de la capilla de San Salvador....» y da cuenta de las reliquias de los apóstoles Pedro y Pablo, san Vicente Levite y las santas Inés, Dorotea y Engracia, entre otros.

Más importantes que las reliquias, cuyo valor es únicamente religioso, son los cofres, cálices, cajas y hasta bustos que las preservan. Auténticas joyas de arte. Cofres decorados con oro, plata o marfiles, cuyas llaves y cerraduras son igualmente de un valor excepcional.

El cráneo de San Isidoro. Sin duda, destaca el arca con los restos de San Isidoro, documentada desde 1063. El armazón es de madera, recubierta con láminas de plata repujada y decorada con escenas del Paraíso. El interior de la tapa es un bordado andalusí. La urna con sus restos se encuentra expuesta en el altar mayor. En 1940 el cráneo de San Isidoro lo cedió el entonces obispo de León, Carmelo Ballester, al recién creado Consejo Superior de Investigaciones Científicas. El año pasado el Cabildo isidoriano reclamó su devolución, de momento, sin éxito.

Otra pieza excepcional es el arca de San Juan y San Pelayo, realizada en 1059. Es también de madera, decorada con 25 placas de marfil con relieves de los apóstoles, el Cordero Místico rodeado del tetramorfos, ángeles y los símbolos de los cuatro ríos del Paraíso. Igualmente, la llamada arqueta de los esmaltes contenía reliquias. Es del siglo XII, de madera de roble con 17 planchas de esmalte con las figuras de Cristo, María, Juan, los ángeles y los apóstoles. San Isidoro posee una colección única de cajas árabes, de las que se ignora si fueron parte de un botín de guerra o donación de reyes o notables musulmanes. Cajas que, en origen eran joyeros y que los canónigos convirtieron en relicarios.

Expolios. Las reliquias de San Isidoro han sufrido, a lo largo de los siglos, saqueos y expolios. La invasión francesa despojó el altar mayor de sus objetos más venerados, como el arca de marfil y oro del siglo XI, mandada hacer por Fernando I y Doña Sancha, para guardar la mandíbula del Bautista y destinada pocos años después a recibir el cuerpo de San Vicente de Ávila. Durante la afrancesada las reliquias de San Isidoro fueron llevadas al convento de las Agustinas que estaba en lo que hoy es el jardín del Cid. A su vuelta se hizo el inventario, que aún puede consultarse.

Algunas reliquias pueden contemplarse todavía en las hornacinas del altar de Santo Martino. Pero el Cabildo ha tomado medidas. Tanto el arca de santo Martino como el de san Isidoro tienen sofisticados sistemas de alarma.

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