Diario de León

Santa Nonia muestra una parte del León perdido

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La pequeña y recoleta iglesia de Santa Nonia, está incrustada lamentablemente entre edificaciones relativamente modernas, y su fachada actual no nos dice mucho. Es una pena no se hubiere conservado aislada, tal cual fue, rodeada de jardines, dando al lugar ese aspecto recoleto y pintoresco que tanto necesitan las ciudades. En estos días, por sorpresa, hemos podido contemplar el bello ábside del primitivo templo, al derribarse un edificio en la calle Ramiro II, a sus espaldas. Creo que pocos sabían de su existencia, a no ser los vecinos de los patios interiores y los mismos cofrades que utilizan la iglesia, y que por las razones que fuesen mantenían el secreto.

Santa Nona era la esposa de San Marcelo, aquel centurión romano nacido en León en el siglo III de nuestra era. Se estaban celebrando en Roma las fiestas por el nacimiento del emperador Valerio en el año 298, y a tal fin se instaló una tribuna en nuestra ciudad, en un lugar aproximado a donde está hoy la iglesia. En el desfile de este acto el centurión Marcelo, renegó de sus dioses paganos y se confeso cristiano. Apresado, se le traslado a Tánger y allí fue condenado a muerte, siendo decapitado el 30 de octubre de ese año 298. Sus restos fueron trasladados a León en el año 1493 y depositados temporalmente en el monasterio de San Claudio. Hoy reposan en el templo construido ex profeso, siendo con el tiempo nombrado patrono de la ciudad. San Marcelo y Santa Nona, tuvieron doce hijos llamados, Claudio, Lupercio, Victorio, Facundo, Primitivo, Emeterio, Celedonio, Servando, Germano, Fausto, Jenuario y Marcial, los cuales según la historia o la leyenda fueron martirizados. Los fieles cristianos de León les dieron sepultura y les erigieron un pequeño cenobio para guardar sus restos. Uno de ellos, el llamado Claudio, dio nombre al monasterio y luego al barrio.

El desaparecido monasterio Benedictino de San Claudio y su iglesia, la primera consagrada a la fe cristiana que existió en León, recogió y custodió durante siglos los restos de los hijos martirizados de San Marcelo y Santa Nonia. En recuerdo de estos hechos se ha dado el nombre a la Plaza de los Doce Mártires en este barrio, lugar donde se supone sufrieron el martirio.

Cuenta la leyenda, que estando por estos lugares Santa Nonia, viendo muertos a su marido y a sus hijos, cogió al más pequeño que aún le quedaba y llorando, pidió a Dios que les llevase con los demás. De repente de la tierra surgió una laguna y al instante desaparecieron bajo sus aguas y cuando los enfermos se bañaban en ella o bebían de su manantial, sanaban al instante. A estos hechos milagrosos se debió el motivo para que el pueblo de León construyese aquí una ermita y un pozo para recoger esas aguas. Con el tiempo, en el siglo XVI, sobre la ermita se construyó una iglesia. En el siglo XVIII, se derribó en todo o en parte y se construyó otra. Bendecida en el año 1805 por el párroco de San Pedro de los Huertos, ha sufrido varias modificaciones a los largos de los años.

Se cercó el terreno, dejando dentro el famoso pozo de la tradición de las aguas curativas, al que se entra por una pequeña puerta, según nos cuentan La iglesia, como se sabe, es sede desde el año 1814 de las cofradías de Nuestra Señora de las Angustias y Soledad y del Dulce Nombre de Jesús Nazareno, y antes fue sede de otras antiguas cofradías o hermandades, y no siempre sin polémicas por cuestiones diversas. No hemos de olvidarnos de la antiquísima cofradía o hermandad de Santa Nonia creada cuando la construcción de la primitiva iglesia en la advocación a la santa, según relata don Francisco Trujillo García aquel obispo de León nombrado por el rey Felipe II en el año 1578.

Cuando la fiebre constructora de los años 1960, a punto estuvo de desaparecer esta recoleta iglesia. Los constructores pusieron el ojo en ella, ofertando una sustanciosa cantidad para edificar sobre el solar un bloque de viviendas, dejando sólo la parte baja para el culto religioso. Al menos esta vez no se consiguió, y así hoy podemos ver casualmente, esa parte oculta de la antigua iglesia, que se debía dejar descubierta para el público de algún modo.

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