Diario de León

CULTURA

El silencio de Luis Sáenz de la Calzada

Fue profeta de lo moderno. Digno representante de la ‘Generación de Plata’, como ‘hijo’ de la Institución Libre de Enseñanza y de la Residencia de Estudiantes, amigo y colaborador de Lorca, el polifacético médico, poeta, pintor y actor Luis Sáenz de la Calzada sigue siendo un gran olvidado. El artista Adolfo Álvazez Barthe le saca del injusto olvido en un libro..

El polifacético médico, escritor, actor y pintor leonés Luis Sáez de la Calzada

El polifacético médico, escritor, actor y pintor leonés Luis Sáez de la Calzada

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verónica viñas | león

La Residencia de Estudiantes era entonces una ‘cátedra’. El ‘faro’ de una España brillante como no lo había sido en décadas, quizá siglos. Un tiempo en el que León estuvo en la vanguardia. Luis Sáenz de la Calzada fue uno de sus alumnos brillantes. Olvidado en su tierra, en un León siempre tan cainita, el Centro Leonés de Arte (CLA), bajo el título El humanismo renaciente, le dedica ahora una retrospectiva, de la mano del también artista leonés Adolfo Álvarez Barthe, que esta tarde presenta en la Residencia de Estudiantes, a las 19.00 horas, el libro que dedica al compañero de Lorca en aquella experiencia excepcional que fue el teatro de La Barraca.

Luis Sáenz de la Calzada. Un ensayo biográfico no es una hagiografía sobre el polifacético médico, pintor, actor y poeta, sino un homenaje a la llamada ‘Generación de Plata’, con Dalí, Buñuel o Lorca como máximos representantes, truncada con el golpe de Estado de 1936 y exterminada con el franquismo atroz, intolerante y yermo. Barthe presenta también el libro en León el jueves, a las 20.00 horas, en la Fundación Sierra-Pambley.

«El personaje es complejo y estuvo muy callado», dice Álvarez Barthe sobre Sáenz de la Calzada, tras superar incontables trabas para ahondar en la personalidad de un intelectual que fue silenciado por la fuerza de la dictadura.

El libro, como muchas buenas historias, fue fruto de la casualidad. El director artístico del Instituto Leonés de Cultura (ILC), Luis García, hombre discreto y gran promotor cultural de la ciudad, le pidió a Álvarez Barthe que diera una conferencia con motivo de la donación del ‘legado’ de Sáenz de la Calzada por parte de sus hijas. Tras la conferencia, tanto Luis García como el editor Héctor Escobar (Eolas), le animaron a darle forma de libro. «Ha sido un trabajo muy gratificante, porque me ha permitido no sólo adentrarme en el personaje, sino ver muchas facetas de León», confiesa el autor.

Sáenz de la Calzada tuvo una vida, sin duda, de novela. Nacido en 1912 en el seno de una familia progresista, se formó imbuido por las ideas de la Institución Libre de Enseñanza y, como la mayoría de sus hermanos, tuvo la suerte de conocer uno de los mejores centros de creación e intercambio científico y artístico de Europa, la Residencia de Estudiantes, un lugar con una intensa actividad cultural y científica que acogió conferencias de las personalidades más brillantes de la época, como Einstein, Paul Valéry, Marie Curie, Stravinsky, Keynes, Calder, Gropius o Le Corbusier,

Por la ‘colina de los chopos’, como bautizó Juan Ramón Jiménez a la Residencia de Estudiantes, pasaron más de 40 leoneses. Fue una extensión lógica de la Institución Libre de Enseñanza, que tuvo en León su principal ‘centro de operaciones’. De hecho, sus fundadores, Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y Manuel Bartolomé Cossío, se reunían periódicamente en León.

A Sáenz de la Calzada Federico García Lorca le cambió la vida. Barthe dibuja el paisaje y el contexto que vivirá el alumno leonés en la Residencia de Estudiantes. «Federico tenía doce años más que yo. Cuando lo conocí, él ya había terminado sus estudios e iniciaba yo mi vida de estudiante de Medicina», contaba Sáenz de la Calzada, el único leonés que estuvo con el autor de Bodas de sangre en la emblemática compañía teatral La Barraca durante cuatro años, entre 1932 y el estallido de la Guerra Civil. Para Barthe, estos años son cruciales en la estética de Sáenz de la Calzada. «Sus cuadros», asegura, «parecen bocetos para teatro». El artista leonés llegó a pintar también algún decorado para Buñuel, que al final sufriría un largo exilio en México junto a su arquitecto Arturo Sáenz de la Calzada, hermano de Luis.

Chocolate con Lorca en León

«El teatro», según Álvarez Barthe, insufla en el médico leonés «una pasión infinita por todas las artes. «En 1933 estuvimos actuando en León. Representamos Fuenteovejuna y La tierra de Alvar González. Dormimos en el Hotel París y, a la mañana siguiente, al bajar a desayunar, Federico (García Lorca) pidió con toda seriedad a la señorita que nos sirviera ‘un chocolate chorpatélico, con un poco de ronronquelia’. No es difícil de imaginar la cara de la pobre camarera», contaba Sáenz de la Calzada.

La mayor parte de los intelectuales de su época que no perecen en la guerra tendrán que buscar refugio en otros países. A Luis Sáenz de la Calzada le salva Luis Escobar, marqués de las marismas del Guadalquivir y conocido por sus papeles en La escopeta nacional y Patrimonio Nacional, de Luis García Berlanga. «No se puede olvidar que yo perdí la guerra. Y me tocó perderla aquí, en León», contaba. «Luis Escobar me salvó la vida en aquellos momentos tan terribles. Dionisio Ridruejo le había encargado la fundación de la Compañía de Teatro Nacional y que había pedido que recorriera las ciudades y los pueblos representando autos sacramentales. Luis Escobar, entonces, necesitado de actores, me llevó con él a la compañía. Pasado el tiempo alguien de León me aseguró que mi vida se había salvado al haber marchado con Luis Escobar. Por ello, debo considerarle mi salvador».

Sáenz de la Calzada, que llegó a licenciarse en Biología y aprendió alemán para poder leer a los filósofos germanos, llevó a cabo con ironía un singular estudio de la mandíbula de San Juan Bautista que se preserva en San Isidoro. Álvarez Barthe considera fundamental «poner en valor a un imprescindible de León». Le sorprende que, tras numerosas entrevistas, «nadie me ha hablado mal de él». Sáenz de la Calzada fue fundador del CCAN en los setenta, un club que, además de amante de la naturaleza, era lugar de intercambio de libros prohibidos y donde se fraguaron los cuadros del aún no legalizado Partido Comunista.

Sáenz de la Calzada, que no ha tenido un reconocimiento a la altura de su talento, confesaba al filo de los 76 años: «Ya no me llaman como antes, pero tengo dos conferencias este verano. Por ahora, no me han marginado. Quien no tenga una vida interior, quien no tenga bastante con la soledad para sobrevivir, se encontrará arrinconado».

Referente cultural de la segunda mitad del siglo XX en León, la obra de Sáenz de la Calzada ha sido poco exhibida. Toda su obra, desde la más metafísica a la surrealista, representa el propio exilio interior del artista.

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