Diario de León

«Somos hermanos y no lo sabemos»

Un portugués que descubre el Reino de León. La editorial Rimpego acaba de dar a imprenta una rareza bilingüe en la que el escritor luso Joaquim M. Palma recorre nuestras comarcas con mirada lúcida y entusiasta. El prólogo es de Julio Llamazares y el título reza, elocuente: ‘Por los caminos del reino materno’..

El libro tiene dos portadas que dan paso a las versiones en español y portugués del texto. DL

El libro tiene dos portadas que dan paso a las versiones en español y portugués del texto. DL

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e. gancedo | león

«El forastero que hoy habita un país con el nombre de Portugal se carga de ternura por esta tierra. Como la que sentiría por alguien que, a pesar de ser pobre, mantuviera las puertas de su casa siempre abiertas para quien quisiese entrar y contemplar apenas la desnudez de cuatro paredes. Y, en el suelo, una losa milenaria donde puede leerse que allí se sepultó un olvidado rey pastor».

Así, con afecto y tibieza, y con un equipaje literario verdaderamente deslumbrante echado al hombro, va relatando Joaquim M. Palma (Vila Viçosa, 1952) sus pasos por los caminos ‘del reino materno’, de ese estado medieval del que un día surgirían Castilla y Portugal, ese lugar a medio camino entre la tierra y la fábula llamado León. Completó el viaje entre 2010 y 2011, en tres etapas, y tras una publicación fugaz en el país vecino, lo acaba de rescatar el sello leonés Rimpego para una muy cuidada edición bilingüe —o mejor dicho trilingüe, pues también hay un texto en mirandés, variante trasmontana del leonés—, con prólogo de Julio Llamazares, que ya está en librerías.

«Fue precisamente Julio quien me puso en la pista de esta joya», avisa Joaquín Alegre, responsable de Rimpego, y apunta como principales peculiaridades de la obra el hecho de que, «adoptando un planteamiento rabiosamente original, en realidad el autor se ha encaminado hacia el paradigma clásico de la literatura de viajes, donde la visión subjetiva hace un tránsito espiritual paralelo al geográfico». «Pero a lo que sí renuncia Joaquim —reflexiona—, es a las gastadas tretas que el mercantilismo ha introducido en este género. Es una construcción genuina y muy sofisticada, que se lee con una fluidez y dulzura extraordinarias. Deslumbra, además, su manejo de la cita, a veces caja de resonancia, otras, firme anclaje de la reflexión».

El propio autor, por su parte —maestro durante 32 años en su tierra y en Santo Tomé y Príncipe (África), pero también poeta y traductor de los títulos más importantes del taoísmo— explicó a este periódico que el nacimiento de Portugal como país «siempre me ha interesado». «Desde la escuela primaria sabía que en el siglo XII había existido un condado gobernado por una hija del rey de León y que su hijo vendría a ser el primer monarca del novísimo reino llamado entonces Portus Calle —dice—. Por eso el viaje fue algo así como intentar encontrar señales de esas raíces leonesas».

La ‘raya’ invisible

Desde la frontera de Marvão a Salamanca pasando por las Hurdes, de ahí a León y desde la capital a Miranda después de hilvanar la hoya berciana, entre las cosas que más llamaron la atención de Palma están «la belleza románica de Zamora, los palomares de Tierra de Campos, la basílica de San Isidoro (después de visitarla dice: «Ya podría regresar a casa saciado») y la belleza paisajística del Bierzo. Eso sí, me sorprendieron las pocas memorias físicas relacionadas con aquellos tiempos del año mil en León, siendo como fue la capital de aquel gran reino».

Y pregunta forzosa para autor y editor es la de esa artificial distancia que parece separar a ambos estados, unidos por tantas cosas. Joaquim Palma piensa que, aunque en Portugal todos conocen la historia de su primer rey, Afonso Henriques («muy valiente por haberse sublevado contra su abuelo leonés»), esa distancia «es algo que no comprendo». «Creo que ya ha pasado tiempo suficiente como para que todos los odios hubieran desaparecido de parte a parte, pero parece que no es así. Y esa ‘distancia mental’ nos impide empezar a pensar en un solo país; eso sí, con varios territorios culturales, a este lado de los Pirineos», discurre. Y da en la clave cuando asegura: «Somos hermanos y no lo sabemos. Y eso es lo triste».

Coincide en la tesis el Joaquín español. «Es bochornoso. Somos como dos hermanos enfadados y desdeñosos que no quieren saber el uno del otro. A eso se une esa epidemia identitaria que se extiende por doquier y que nos impide contemplar otra cosa que no sea nuestro propio ombligo. Por ello es tan valiosa la mirada de Joaquim, muy en la línea de ese pensamiento de Miguel Torga, otro destacado iberista, que va tallado en la proa de Rimpego: ‘Lo universal es lo local sin paredes’. Amén de otras, es una gran lección que se encierra en este libro: entender al otro es empezar a comprendernos».

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