Diario de León

Antigüedades

El tesoro leonés que fue a parar a Filadelfia

DOS MARFILES DE SAN ISIDORO y el único cuadro de El Greco que tuvo León son algunas de las piezas que hoy exhiben los dos grandes museos de Filadelfia. El marchante Arthur Byne, uno de los protagonistas del gran expolio que sufrió León el siglo pasado, está detrás de la salida del país de estos tesoros.

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León fue un gran bazar de antigüedades para los multimillonarios norteamericanos durante el siglo XX. El Museo de Arte de Filadelfia, cuya fachada emula al Partenón griego, alberga nada menos que ocho joyas leonesas. Siete tablas del artista conocido como el Maestro de Palanquinos y el único cuadro del Greco que tuvo León.

El antiguo museo de Pennsylvania, actualmente uno de los más importantes de Estados Unidos, aloja cinco piezas de un retablo dedicado a San Miguel, obra del artista leonés Pedro de Mayorga, conocido durante décadas como el Maestro de Palanquinos, hasta que el investigador Javier González Santos desveló su verdadera identidad.

Además, el citado museo, cuyas colecciones superan los 225.000 objetos, posee de este artista del siglo XV —bautizado por el historiador Gómez-Moreno como Maestro de Palanquinos por ser el autor de las tablas de la antigua iglesia de esta localidad, hoy preservadas en el retablo mayor de la Catedral de León—, otras dos obras, La caza al buey en el monte Gárgano y La procesión episcopal en el monte Gárgano. Ambas pinturas habían sido propiedad de John G. Johnson, un prestigioso abogado de Filadelfia que reunió una de las mejores colecciones de arte europeo de Estados Unidos; sobre todo, obras españolas, italianas y holandesas del Renacimiento temprano. Arthur Byne, considerado en su época un gran hispanista, fue uno de los mayores traficantes de arte. Es uno de los personajes vinculados al famoso claustro de Palamós. Arthur Byne, que desmanteló decenas de monumentos españoles por encargo de magnates como Hearst fue el ‘conseguidor’ de muchos tesoros para la colección de Johnson, hoy depositada en el Museo de Filadelfia.

Marfil leonés. MUSEO GLENCAIRN

Una investigación publicada el año pasado por el profesor Marc Ballesté Escorihuela, de la Universidad de Lérida, considera que todas las tablas leonesas del Maestro de Palanquinos que se hallan en el Museo de Filadelfia son atribuibles a un discípulo de Pedro de Mayorga, al que ha bautizado como ‘Maestro de Filadelfia’, y que es posible que también fuera leonés.

El Greco de San Claudio

La Crucifixión de Cristo, con la Virgen y San Juan a los pies (de 159,4 × 98,4 centímetros), el único cuadro de El Greco que tuvo León, pintado hacia el 1600, es otro de los tesoros que preserva el Museo de Filadelfia. El óleo habría estado en la sacristía del monasterio de San Claudio hasta su cierre en 1843. La pintura, tras múltiples ventas, acabó en la colección Johnson.

La larga sombra de Arthur Byne también aparece tras la colección del millonario Raymond Pitcairn, que llegó a reunir más de 600 tesoros medievales. El Museo Glencairn, el segundo en importancia de Filadelfia, está ubicado en la vivienda que Pitcairn construyó en 1928, un castillo de inspiración medieval. Este museo preserva dos apóstoles románicos de marfil de principios del siglo XII, que la investigadora Noemí Álvarez Da Silva, del Instituto de Estudios Medievales de la Universidad de León, considera originarios del taller de eboraria de San Isidoro, promovido por Fernando I y Sancha. Del mismo taller del que salieron el Crucifijo de Fernando I y Sancha y la Arqueta de las Bienaventuranzas (ambas hoy en el Museo Arqueológico Nacional), procederían la placa que representa a San Pedro —de 14,5 centímetros— y otra con un apóstol no identificado —de 15,7 centímetros—, que ahora exhibe el Museo Glencairn de Filadelfia.

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