Diario de León

Novela

‘Thriller’ académico en el Castillo de La Mota

Pedro Víctor Fernández se hace preguntas y busca respuestas. Aprender es la cuestión. Y escribir. Con ‘Campus de muerte’, novela con la que ha ganado el premio Alféizar, un ‘thriller’ sobre la endogamia universitaria, lo prueba.

Pedro Víctor Fernández, ayer en el Paseo de la Condesa, lanza ahora ‘Campus de muerte’, novela en clave negra en la que resalta la endogamia universitaria. MARCIANO PÉREZ

Pedro Víctor Fernández, ayer en el Paseo de la Condesa, lanza ahora ‘Campus de muerte’, novela en clave negra en la que resalta la endogamia universitaria. MARCIANO PÉREZ

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«Esta es mi tierra, que me inspira y a la que quiero. Tierra con mucha historia y llena de tragedias: la última, esta desocupación económica y demográfica que nos mata lentamente. Aquí he encontrado algunas de las tramas y ambientaciones de mis novelas. Si necesitaras ubicar un congreso de historiadores, ¿no elegirías El Castillo de La Mota? Entre sus muros tiene lugar un encuentro donde toman forma algunos de los pecados capitales que arrastramos con nuestra fama y biografía oculta. Esta planicie meseteña, con sus mares de trigo y barbecho esconde un alma ruda y esforzada que viene bien a mis novelas». Así define Pedro Víctor Fernández, profesor de Historia en el Instituto Padre Isla de León, el origen Campus de muerte , ganadora del VI Premio Alféizar de Novela.

Asunto de tal tamaño, que se convierte en novela negra a la leonesa con extensión en el medinense Castillo de la Mota, lleva a algo más global acerca de si la imaginación no delatará que la enseñanza sufre tanto estrés que hasta tiene cabida lo siniestro. Fernández, en este sentido, señala que «este congreso de historiadores es del estrato universitario, no de instituto. Alguien aprovecha el encuentro de catedráticos consagrados para llevar a cabo un ajuste de cuentas. El marco elegido da pie para indagar en el sistema de favores y corruptelas de la universidad. Todos los que hemos pasado por un campus hemos detectado, olido o sufrido prácticas endogámicas, relacionadas con una estructura que conserva el tufillo de estamento feudal. Las universidades han sido siempre una ciudad-estado, y es opinión de expertos que en el siglo XXI nada ha cambiado en sus estructuras. ¿No da ese tema para una novela? Detrás de las brillantes trayectorias de esos catedráticos se esconde la hipocresía, el oportunismo, la falsificación de documentos y las ofertas millonarias de ciertas editoriales», asegura.

De esta forma, en Campus de muerte hay crítica, gusto por desempolvar algunos vicios del sistema educativo, «maldades que nunca salen a la luz, perversiones, distancia entre lo que se hace y lo que se dice. Hay figuras intocables y personajes rotos», narra. Y prosigue: «Todo ello escondido en la caverna de la historia, en hechos de nuestro pasado que pueden ser susceptibles de cambiarse o camuflarse: ¿Sabemos todo lo que hay que saber de las traiciones de los Trastámaras, del asesinato de Prim o del oro de Moscú? por poner tres ejemplos. ¿Ha quedado suficientemente expuesto entre la comunidad de historiadores que los hechos del santo grial son un embuste? En la contraportada de la novela se dice: La historia suele llenarse de mentiras cuando los que la escriben acercan una cerilla al pergamino que contradice su vanidoso prestigio », sentencia.

Así, un profesor de historia parece el mejor referente para contar lo que ha pasado siglos atrás, a través de la perspectiva de su conocimiento, y aprovechar esa experiencia para intuir lo que se interpretará del presente. En su caso, hay de las dos cosas: «Esta es mi octava novela. Algunas de ellas han llegado a ser premiadas o estar en la lista de los favoritos de un concurso. A todas les he dedicado un trabajo y una preparación muy intensa y entregada. Creo que algunas de ellas han pasado desapercibidas pero no de moda. Ojalá pudiera haber segundas ediciones. Los libros son cada vez más un producto efímero e industrial, un elemento del mercado editorial que es medio, no fin en sí mismo. Los títulos, salvo de autores consagrados, pasan demasiado deprisa por las estanterías de las librerías. La mayoría no ven nunca un escaparate para ser expuestas. Yo, lo único que quiero es ser leído; con eso me conformo», dice.

Y como habla de querer ser leído, sobre lo que él maneja como lector, cuenta con grandes nombres: «Algunos de mis preferidos están mimetizados en mi pensamiento y fluyen conmigo cuando estoy creando. No puedo dejar de pensar lo que me impactó cuando leí por primera vez El nombre de la rosa . Eco ha sido siempre un referente para mí: minucioso, documentado, con personajes poderosos, con trama y misterio… Luego han venido otros. El Pérez-Reverte de Alatriste , también está en mi cabeza cuando escribo, y Gabriel García Márquez o Vargas-Llosa ocupan un lugar preferente entre mis autores». Arrimando el asunto a lo local tiene a uno que es su máximo favorito: Julio Llamazares. Pero estamos ante un profesor de Historia, algo que él conjuga a la perfección con su afición literaria. «Mis alumnos estudian la Historia por obligación, apenas la piensan y solo la ven como una materia difícil de superar. Romper ese escudo es difícil, especialmente en generaciones que no leen, no relacionan y no poseen el gusto por la reflexión. En esos períodos están las claves interpretativas del presente. En todas ellas solo he puesto mi granito de arena. La Historia es una disciplina inabarcable. Debemos tapar pequeños huecos. Esa es mi labor como pequeño historiador», advierte.

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