FÚTBOL | LIGA DE CAMPEONES
Morata rescata al Atlético
Un solitario gol en el minuto 77 da la victoria a los de Simeone en el Wanda
Morata celebra el único gol del partido entre Atlético y Bayer Leverkusen. RODRIGO JIMÉNEZ
El Atlético sigue muy vivo en Liga y acaricia los octavos de la Champions después de la victoria ante un flojo Bayer Leverkusen (1-0) gracias a un gol de Morata muy festejado por todo el banquillo en un signo de unión y compromiso, pero Simeone sufre sus peores momentos en el club. Le vitorea el sector de los hinchas más radicales en el Metropolitano pero cada vez se escuchan más pitos como respuesta de una mayoría habitualmente silenciosa.
Silbidos que anoche escuchó al ser cambiado, precisamente por Morata, hasta un icono como Koke, lo que indignó a Simeone y al Fondo Sur. El fútbol, como recuerda a diario Zinedine Zidane, es desmemoriado y vive del rabioso presente. Lo peor de este equipo rojiblanco, incapaz de generar una ocasión clara de gol en el primer tiempo ante el colista de grupo y noveno clasificado en la Bundesliga, es su indefinición. Y no sirve como excusa la lesión de Joao Felix.
Más o menos brillante, si algo caracterizó siempre al equipo del Cholo fue que sabía perfectamente a lo que jugaba, sin dudas, sin medias tintas, sin discusiones. Ahora, todo es confusión. Ni siquiera es ese once capaz de moder a los rivales. Físicamente lejos de su mejor nivel, sin jugadores desequilibrantes, incapaz de dar tres pases seguidos hacia adelante y corriendo demasiado detrás del balón. Con la paulatina marcha de los Raúl García, Gabi, Juanfran o Godín, la pérdida de carácter es alarmante. Y más tras la temprana lesión de Giménez que supo aprovechar Mario Hermoso con una notable actuación. Hasta Diego Costa ya no araña. Qué daño le ha hecho el VAR al punta hispano-brasileño.
Arriesgó al fin el Cholo al apostar por Morata en lugar de Koke y encontró premio, excesivo a tenor de lo visto. El ariete madrileño sí acertó con la testa y se estrenó en esta Champions, aunque los de Simeone necesitan mejorar si quieren llegar lejos en una competición fetiche que como bien dicen ha pasado a ser una obsesión, sobre todo después de perder las dos finales contra el eterno rival. Aún duelen las heridas.