Diario de León

Primavera todo el año

Albanto-La Viña de las Flores es un proyecto compartido por dos entusiastas del vino que buscan en él la expresión más fresca, floral y frutal de las variedades de la uva en elaboraciones complejas y de alta calidad. Blancos y rosados de Albarín y Prieto Picudo. Eterna primavera en la boca.

Cepa de Albarín en pleno proceso de brotación, pero ya con el racimoen fase de formación

Cepa de Albarín en pleno proceso de brotación, pero ya con el racimoen fase de formación

Publicado por
B. Fernández
León

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C uando en 2013 Antonio Morales, un trotamundos del vino que conocía el sector desde todos los ángulos, recaló en el sur de la provincia irremisiblemente rendido a las cualidades inigualables de las variedades Albarín y Prieto Picudo para la elaboración de blancos y rosados de la máxima calidad ya había hecho una tentativa en el Bierzo, un polivarietal de la vendimia 2011 que mezclaba Godello, Doña Blanca, Gewürztraminer, Sauvignon Blanc y Chardonnay. Una elaboración compleja, sobre lías, que dio como resultado un blanco soberbio que, sin embargo, no era lo que buscaba este madrileño, profundo conocedor de todas las zonas vitivinícolas del país.

Entre todas ellas la que realmente le fascinó fue la acogida a la Denominación de Origen Tierra de León. De manera que buscó acomodo aquí, en Grajal de la Ribera, y uva para desarrollar y llevar a la botella los vinos que bullían en su cabeza. De aquella vendimia de 2013 nació el Albanto rosado para cuya elaboración recurrió a la recuperación de la técnica tradicional del madreo. El éxito, contado y celebrado en los círculos de la crítica enológica de mayor criterio, lo animó a dar un segundo y un tercer pasos ya muy meditados: un albarín del año sobre lías y otro de mayor profundidad y complejidad, fermentado y criado en barrica de 500 litros de capacidad.

Hoy, con ligeras correcciones sobre el segundo para quitarle peso a la madera, la gama se mantiene cerrada a la espera de que la vendimia de 2018 reúna las condiciones idóneas para ensayar un tinto joven y fresco, al estilo de los cosecheros, en la línea de los blancos y el rosado y con una constante en la búsqueda: «Fruta, fruta y fruta».

Enamorado de los blancos —«los tintos clásicos no me seducen, me aburren hasta la extenuación», confiesa—, la idea de la que partió y que sigue persiguiendo es la de «hacer algo distinto a lo que todos conocemos. Hacer blancos aromática y gustativamente muy florales, con frutas blancas, melocotón, albaricoque... y con crianza sobre lías para que le den un punto untuoso y agradable en boca. Pero siempre con un plus de calidad».

Reconoce Morales —y asume con la valentía que exige salir al mercado— la dificultad de vender una variedad «todavía desconocida, pero con un enorme potencial». De la Prieto Pucudo, «espectacular para hacer rosados», le cautiva «la elegancia, la fruta, que es un espectáculo, y la densidad en la boca», que alcanza con una técnica tan tradicional y tan nuestra como el madreo.

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