Diario de León

El feminismo leonés sube en seguidoras y baja en edad

Alrededor de 3.000 personas dan brillantez a la manifestación de la capital, que solamente registró momentos de una cierta tensión al paso de la comitiva por delante de la sede de Vox

León

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Entre las nuevas formas de hacer reivindicación social, el 8-M de la capital encontró ayer una con más azúcar y menos ácido. Aderezado por una muy notable participación juvenil, el envite se saldó con muchos aires festivos y pocos reproches (los mínimos). Sumó merengue y restó vinagre. Buena cosa.

La presencia de Simba Sambau Batucada resultó una de las grandes novedades de los últimos años y llenó de frescura una cita que sólo se encrespó al paso de la comitiva por en entronque de Gran Vía de San Marcos con La Inmaculada, en las inmediaciones de la sede de Vox, donde hubo pitos a los tres adeptos del partido conservador que siguieron desde el balcón la marcha.

«Para ustedes, la violencia contra las mujeres no existe, no tiene género o no se debe a causas estructurales. Para ustedes, las denuncias por violencia machista son denuncias falsas y las entidades que atienden a las víctimas y a los hijos e hijas de estas víctimas, c hiringuito s que no aportan nada», les reprocharon en el manifiesto final que se leyó en Botines.

La kilométrica manifestación contó con la participación de CC OO, UGT, UPL, Conceyu, Juventudes Socialistas, Ceres, Partido Comunista, Colegio Oficial de Trabajo Social y otros colectivos.

El inevitable recuerdo de solidaridad con las víctimas de la guerra de Ucrania se extendió a otros territorios. «Es el momento de que todas y todos levantemos la voz. Debemos actuar ahora. En solidaridad con todas las mujeres que se enfrentan a la vulneración de sus derechos e incluso a una amenaza inmediata contra sus vidas. En Ucrania y en otros países, como Afganistán, Siria, Pakistán, México, la India, República Democrática del Congo, Somalia, Sudán del Sur… y tantos otros».

Hubo presencia masculina también en la comitiva. Pero ganó por mayoría abrumadora la del colectivo que reclama sus derechos como «la mitad de la población. En una sociedad democrática e igualitaria, exigimos nuestro derecho a compartir los espacios de decisión. Necesitamos el compromiso real y efectivo de los poderes públicos, para asegurar nuestra participación activa en la vida política», refrendó el manifiesto final.

«Las mujeres y niñas sufren en mayor medida el impacto de la crisis climática en la que ya estamos inmersos, porque son quienes dependen más estrechamente de los recursos naturales y tienen menor acceso a ellos, asumiendo en muchas ocasiones una responsabilidad desproporcionada como encargadas del suministro de comida y agua», explicaron desde el atril de Botines, con más intención que decibelios en la megafonía.

También hubo tiempo para los datos: «En nuestra provincia, hay 2.082 mujeres menos afiliadas a la Seguridad Social respecto al número de hombres. La tasa de paro femenino se sitúa en casi un 15%, un 3% más que la tasa de paro masculina. En nuestra comunidad, la tasa de actividad, que mide el porcentaje de personas activas respecto a la población de 16 años o más, se mantiene en un 49% para las mujeres, un diez por ciento menos que la de los hombres».

Una pancarta de cartón. Un mensaje. Si no quieres que se reproduzcan, no te los folles . Un concepto: «No existe ningún conflicto en la historia reciente en el que las mujeres no haya sido objeto de violencia sexual como forma de tortura o método de humillación. Las heridas físicas y mentales permanecerán en las víctimas durante toda su vida. En ocasiones, se aprovecha la vulnerabilidad de estas mujeres para, recurriendo a la amenaza y la fuerza, explotarlas sexualmente y traficar con sus cuerpos, de forma que estos se convierten en el propio campo de batalla».

Y otra violencia «que nos está mostrando Ucrania estos días respecto a las mujeres es la relacionada con la reproducción. Madres dando a luz en estaciones subterráneas y refugios improvisados, sin condiciones sanitarias suficientes, convirtiendo el parto en una experiencia amenazante para sus vidas».

Por eso cuando ya entrada la noche llegó la hora de abandonar la calle, comenzó el momento de ganar la causa: «Los feminismos no son una moda. Son un compromiso y una lucha. Suponen la única alternativa, si queremos seguir teniendo un futuro en este planeta como humanidad».

Hubo tiempo incluso para parafrasear a Simone de Beauvoir: «No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados».

Poblado el escenario de mascarillas, este año el coronavirus fue testigo mudo: «Si algo nos ha demostrado la pandemia es la importancia de poner los cuidados en el centro de la vida y que estos sean compartidos, mediante el desarrollo de políticas de corresponsabilidad que permitan compatibilizar la vida laboral y profesional con la personal y familiar».

Se hizo la noche y el silencio. Bajaron las pancartas. Pero el mensaje quedó en el aire. La respuesta está en el viento.

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