Diario de León

El contrincante no es Pedro Sánchez sino el líder de Cs

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Cuando Pablo Casado se instaló en el despacho en la planta noble del edificio de la calle Génova, lo normal era pensar que iba a tener que medirse con el presidente del Gobierno. Pero no. Enseguida reparó en que Pedro Sánchez es el adversario formal, el real es Albert Rivera. La disputa debía encaminarse más al liderazgo de la oposición que a la recuperación de la Moncloa. El líder del PP se enfrenta al reto insólito de pelear con Ciudadanos por la hegemonía del centroderecha, un espacio que los populares, desde la desaparición de la UCD, habían ocupado en solitario durante 30 años. Encima tiene que hacer frente a las dentelladas de Vox desde la derecha más derecha.

Casado ha entrado en el cuerpo a cuerpo con Ciudadanos con un discurso que tiende a la hipérbole que le hace perder credibilidad. Sus intervenciones van dirigidas a recuperar el voto fugado y a fidelizar el cautivo. En esta carrera exagerada, reconocida en su equipo porque la estrategia es fijar un mensaje contundente y nítido, las acusaciones al presidente del Gobierno de complicidad con «el golpismo» de los independentistas en Cataluña chirrió incluso para los suyos. Acunarse a la sombra de José María Aznar y poner en valor su legado no cuenta con el beneplácito general del partido, y algunos alertan de que el escoramiento hacia la derecha desguarnece el centro. Avisan, sobre todo, los líderes territoriales, para los que su realidad política tiene poco que ver con los diseños que hace la dirección nacional.

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