Diario de León

Un punto y aparte en el ‘Gobierno de colisión’

El líder de Podemos ha buscado en muchas ocasiones el choque con sus socios del PSOE dentro del Ejecutivo para reforzar su perfil

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La salida de Pablo Iglesias del Gobierno pone fin a una vicepresidencia con la que ha tratado de buscar perfil propio y marcar distancias con Pedro Sánchez sin importarle que eso generase enfrentamientos de calado. Siempre ha defendido que con sus declaraciones y gestos obligaba al PSOE a cumplir sus compromisos. Y los socialistas tampoco han ocultado su malestar con un socio capaz de crear más fisuras dentro del Ejecutivo que la propia oposición.

Corona y sistema democrático. Ha sido una de las cuestiones en las que más evidentes han sido las fricciones. Iglesias ha insistido en la necesidad de reabrir el debate sobre monarquía o república. Mientras los socialistas se han esforzado en intentar separar las noticias sobre Juan Carlos I de la propia institución, el líder de Podemos ha hecho todo lo contrario. Ha subrayado en varias ocasiones en que «se abre un horizonte republicano», en poner en cuestión que la jefatura del Estado sea hereditaria y en echar tierra sobre lo que denomina el «régimen del 78». De hecho, ha llegado a vincular, para pasmo del PSOE, la existencia de la Corona con la falta de carencias democráticas en España. Un discurso que arrancó a raíz de la detención del rapero Pablo Hásel y los posteriores incidentes. Mientras los socialistas condenaban los altercados sin paliativos desde el principio, el vicepresidente guardaba silencio. A eso hay que sumar sus ataques al Poder Judicial.

Cataluña. Se sabía que todo lo relacionado con el ‘procés’ iba a provocar choques entre Iglesias y Sánchez. En lo político ha habido pocas novedades, más allá de la insistencia del líder de Podemos en favorecer medidas de gracia para los líderes soberanistas en prisión, a los que en más de una ocasión ha definido como «presos políticos». Lo hizo en los días previos a las elecciones catalanas, y desde el PSOE se trató de rebajar la tensión diciendo que eran cosas de campaña. Lo que más crispó a los socialistas fue, posiblemente, la comparación que Iglesias realizó entre Carles Puigdemont y los exiliados republicanos.

Alianzas en el Congreso. Con un Gobierno en minoría, Iglesias ha tratado de marcar a Sánchez los aliados con los que había que pactar y dejarle sin margen de maniobra. Mientras el presidente buscaba tender puentes con Ciudadanos para sacar adelante sus votaciones, el líder de Unidas Podemos se esforzaba en subrayar que la única mayoría viable era la de la investidura. Es decir, con ERC y el resto de formaciones nacionalistas mientras trataba de mantener a Inés Arrimadas dentro de la foto de Colón con PP y Vox para evitar un acercamiento PSOE-Cs.

Política exterior. La imagen de España en el exterior también ha sido escenario de las diferencias entre Iglesias y Sánchez. El último ejemplo se vivió hace pocas semanas, cuando Podemos, con el aval del vicepresidente, rechazaba que el Parlamento Europeo retirase la inmunidad a Puigdemont. Pero no ha sido el único punto en el que la actitud de Iglesias ha puesto en aprietos a la diplomacia española. En noviembre del año pasado, Iglesias aprovechó su viaje a Bolivia con Felipe VI para impulsar una declaración política. Y su postura sobre el Sáhara también ha generado roces con Marruecos.

Tramitación de leyes. La propia gestión del Gobierno se ha visto golpeada por choques entre los dos socios, que no solo no han sido frenados por Iglesias, sino que en algunos casos han sido alentados por el vicepresidente. Un ejemplo es lo sucedido con dos leyes muy sensibles para su electorado y que han sido impulsadas por la ministra Irene Montero: la ley de Igualdad y la ‘trans’. En el primer caso, la parte socialista ha tratado de frenar la propuesta de Podemos al dudar de su legalidad. La ‘ley trans’ ha abierto un profundo debate entre los dos socios y en el movimiento feminista. La brecha es total y de difícil arreglo. Lo mismo sucede con la normativa destinada a regular los alquileres, que ha degenerado en un enfrentamiento abierto entre José Luis Abalos e Iglesias después de que el ministro socialista se negase a asumir los principios que pedían sus ‘compañeros’ de Gobierno.

Choques entre ministros. La relación entre los ministros también ha abierto heridas. Ha habido ejemplos muy gráficos. El más claro, el papel de Carmen Calvo y Margarita Robles. La ministra de Defensa no se ha cortado a la hora de criticar posicionamientos de Iglesias o de Podemos, mientras que la sintonía entre la vicepresidenta primera e Irene Montero es más que deficiente. Y no tiene pinta de ir a mejor. Una de las que más críticas con Robles desde Podemos ha sido Ione Belarra. Que una secretaria de Estado cargase contra una ministra ya era chocante. Ahora Belarra suena como nueva ministra de Derechos Sociales y compartiría mesa con Robles.

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