Diario de León

Sánchez congela su reforma del Poder Judicial tras el portazo de Casado a Vox

Abascal se queda solo en su moción de censura que es derrotada con el rechazo récord de 298 votos en contra

Santiago Abascal, que se llegó a desconcertar por el discurso del líder del PP, en su réplica a Casado en el Hemiciclo. MARISCAL

Santiago Abascal, que se llegó a desconcertar por el discurso del líder del PP, en su réplica a Casado en el Hemiciclo. MARISCAL

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Fueron unos minutos trepidantes tras quince horas de modorra. El líder del PP propinó un portazo en toda regla a Santiago Abascal y anunció su rechazo a la moción de censura contra Pedro Sánchez. El jefe de los ultraderechistas reconoció que estaba «perplejo» por el demoledor ataque de Pablo Casado, el vicepresidente segundo felicitó al líder opositor por su «brillante» discurso, y el presidente del Gobierno puso la guinda al meter en la nevera su reforma para la elección de vocales del Consejo del Poder Judicial. En poco más de sesenta minutos, la legislatura quedó patas arriba.

Propios y extraños reconocieron ayer que el presidente de los populares había hilado uno de los mejores discursos de su carrera política. Lo decían en los escaños azules del Gobierno, en la bancada socialista, en la morada y en la del PP.

Había expectación en el hemiciclo por la intervención de Casado, aunque en la Moncloa algo barruntaban. Sánchez tenía preparado el anuncio del frenazo a la reforma de la ley del Consejo del Poder Judicial y el Ministerio de Justicia había convocado por la tarde a los medios de comunicación a una reunión informativo sobre el asunto.

«HASTA AQUÍ HEMOS LLEGADO»

Como un martillo pilón, Casado no se dejó en el tintero ni una crítica personal y política al que fuera su compañero de partido. La colaboración con Abascal, dijo, es agua pasada, y lo certificó: «Hasta aquí hemos llegado». Vox, apuntó, es «la derecha que más gusta a la izquierda». La moción, prosiguió, ha sido «una impostura», una «mentira más de Vox para que Sánchez siga en la Moncloa». Una traición, abundó, «al partido que le ha dado trabajo durante 15 años». Y así hasta completar un inesperado rosario de reproches.

Casado se sacudió la tutela de Vox que tanto le han afeado barones territoriales y las voces críticas de su partido. Pero lo hizo sin perder de vista a los votantes fugados de su partido y que han recalado en los predios de Abascal. «No ignoramos su mensaje. Les entiendo que se alejaran».

Pero no fue sólo una reprobación a Vox y su líder. Casado dio un volantazo al rumbo de su partido. Está por ver si es un giro sincero o un espejismo o un recurso para consumar la ruptura, pero el caso es que hizo un cerrada defensa de todo lo que Abascal denosta. Salió en defensa del Estado de las autonomías, del plurilingüísmo, del proyecto europeo, de la integración de los inmigrantes, de la diversidad sexual. En definitiva, devolvió al PP al centro.

Abascal respondió asombrado por lo que acababa de escuchar. «Me ha dejado perplejo» y su rostro lo confirmaba. «No entiendo —balbuceó— la equidistancia en la que se ha colocado. Es un gigantesco error». Aunque intentó contratacar. «Ha vuelto el PP de siempre», el del ‘marianismo’, y avisó a los diputados del PP que la ovación a su líder sonaba a «música de la orquesta del Titanic». También lanzó una carga de profundidad al recordar a Casado que el PP gobierna en tres comunidades gracias a Vox. Abascal advirtió: «Si yo fuera como usted ha dicho, dejarían de gobernar en Madrid, Andalucía y Murcia, pero los andaluces, madrileños y murcianos pueden estar tranquilos respecto de la responsabilidad histórica de Vox».

Las palabras, sin embargo, se las lleva el viento, sobre todo cuando de revanchas se trata, y el portavoz ultraderechista en el Parlamento andaluz recordó que «lo que se siembra es lo que luego recogerá». Por lo pronto, Vox suspendió ayer una reunión con la Junta de Andalucía para negociar los Presupuestos.

Casado minimizó la amenaza. Los populares, respondió, «no son rehenes» dado que no gobiernan con Vox en ninguna de las tres comunidades. La colaboración, a su entender, se limitó a que la formación de Abascal facilitó la investidura de los presidentes autonómicos. Es evidente, sin embargo, que, sin los votos de Vox, el PP y Ciudadanos estarían en minoría y a merced de eventuales mociones de censura de la oposición en Andalucía, Madrid y Murcia.

Casado ha convocado el martes al comité ejecutivo del PP para analizar la situación. Lo que no va a encontrar son críticas de sus barones, que ayer mismo alabaron el discurso «centrado» y «contundente» de su líder. El presidente de Castilla y León se mostró «orgulloso» porque estuvo «a la altura de lo que demandan los españoles».

El Gobierno también regaló los oídos de Casado. El vicepresidente segundo calificó su discurso de «brillante», en la mejor tradición de una derecha moderada. Pero Pablo Iglesias aguó la fiesta porque el desmarque «llega tarde». El PP, a su entender, está «en un atolladero del que no va a poder salir». Los populares, señaló, «dieron oxígeno al monstruo y ahora les está devorando».

El presidente del Gobierno quiso asimismo tener un gesto ante el golpe de timón y ofreció a Casado «detener el reloj» de la reforma del Poder Judicial y «llegar a un acuerdo» con el PP. El texto está en el Congreso y el PSOE y Podemos, como promotores, pueden frenar su tramitación. La paralización de la reforma es una de la condiciones del PP para levantar el bloqueo de la renovación del gobierno de los jueces. También exige que se excluya a Podemos de la negociación, a lo que el Gobierno ha respondido que el negociador es el ministro de Justicia, no Iglesias.

La reforma sólo ha sido fuente de quebraderos de cabeza para el Gobierno. Fue recibida con recelo en Bruselas, irritó a las asociaciones judiciales y levantó la presión sobre el PP por el bloqueo. La Moncloa espera ahora que Casado, desmarcado de Vox, mueva ficha.

La moción de censura, por lo demás, fue derrotada con la contundencia esperada. Abascal se quedó solo con sus 51 fieles. Los otros 298 diputados votaron en contra. El Gobierno y sus aliados salieron sonrientes y fortalecidos, y la derecha, fracturada.

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