Diario de León

Sánchez renuncia a una crisis de Gobierno y se centra en la economía y la estabilidad

El PSOE tiene intención de llegar a 2023 con la coalición intacta pero dudar de la estrategia de Iglesias fuera del Ejecutivo

Pedro Sánchez con Ángel Gabilondo y toda la candidatura socialista a la presidencia de la Comunidad de Madrid. EVA ERCOLANESE

Pedro Sánchez con Ángel Gabilondo y toda la candidatura socialista a la presidencia de la Comunidad de Madrid. EVA ERCOLANESE

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Pedro Sánchez acometerá mañana martes, obligado por la decisión de Pablo Iglesias de liderar la candidatura de Unidas Podemos en Madrid, la segunda remodelación del Consejo de Ministros en apenas dos meses. Y de nuevo limitará al mínimo exigible por las circunstancias, según aseguran en la Moncloa, los cambios, que también afectan a dos secretarías de Estado socialistas.

Su intención declarada es que la marcha de su hasta ahroa vicepresidente segundo no altere en exceso la hoja de ruta marcada, que pasa por llegar a 2023 con la coalición intacta. Los principales asesores del presidente del Gobierno aseguran que independientemente de lo que ocurra en los comicios convocados para el 4 de mayo por la popular Isabel Díaz Ayuso no hay, y no la ha habido nunca en lo que va de legislatura, la mínima intención de adelantar las elecciones generales, y que tampoco existen, en parte por esa misma razón, incentivos para realizar una crisis de calado de esas que utilizan los jefes del Ejecutivo para recuperar la iniciativa política. No, mientras la lucha contra la pandemia siga condicionándolo todo.

Los socialistas no ocultan que su deseo es llegar a las próximas generales con la economía ya recuperada tras la implementación completa de los planes de vacunación y el aprovechamiento de un porcentaje importante de los fondos europeos de recuperación (cuya fecha llegada está ahora en el aire después de que el Tribunal Constitucional alemán paralizara el viernes su ratificación). Creen que es la única manera de que las siglas del PSOE salgan reforzadas. Hoy por hoy, según admiten, sus sondeos apuntan, en el mejor de los casos, a una subida de doce escaños que en ningún caso les libraría de la dependencia de Unidas Podemos.

Sánchez, economista de formación, siempre ha tenido el anhelo, además, de ser el presidente socialista que acabara con el estigma de que la izquierda gestiona peor la economía. De ahí que también considere que es preciso aguantar, aunque sea con tensiones internas y dificultades para ahormar una mayoría cómoda en el Congreso, y que se esfuerce en trasmitir un mensaje de estabilidad que contrarreste el coste de contar con unos socios que se mueven en posiciones extremas. Sobre todo ahora que aspira a ganarse en Madrid al votante desencantado de Cs.

El líder del PSOE —que ha llevado a las listas del PSM a su secretaria de Estado de migraciones, Hana Jalloul, y a la del Deporte, la exUPyD Irene Lozano— aceptó casi sin peros, para evitar el ruido, la remodelación del Consejo de Ministros que le dio hecha Iglesias el día que, por sorpresa, anunció su salto a la política madrileña. La única pega fue que, al hacer vicepresidenta a una ministra económica, la titular de Trabajo, Yolanda Díaz, habría que ajustar la estructura del Gobierno para que Nadia Calviño estuviera por delante en orden de prelación.

Díaz aceptó. El miércoles, será ya la nueva vicepresidenta tercera y Ione Belarra, hasta ahora secretaria de Estado y una de las dirigentes de Unidas Podemos más críticas con el PSOE, pasará a ser ministra de Derechos Sociales.

Iglesias habría querido que este cambio se retrasara hasta finales de abril, pero la ley electoral madrileña —en la que ni siquiera había reparado hasta que el martes un sociólogo de metroscopia, Francisco Camas, alertó en Twitter de la incompatibilidad de su cargo con el de candidato— se lo impide. Nadie se atreve a dar por sentado que con Iglesias fuera, la convivencia en el seno de la coalición vaya a mejorar de manera notable, a pesar de que Díaz haya demostrado que tiene otra manera de dar las batallas.

Algunos temen que el secretario general de Unidas Podemos, que seguirá siendo durante al menos un año, se sienta aún más libre para presionar al Ejecutivo con unas maneras que en el PSOE consideran propias de la oposición. Por lo pronto, la pelea por la ley de vivienda, que no podrá culminar desde dentro, ya ha saltado a la campaña electoral madrileña.

«Nadie ha tenido que convencernos de que es necesario actuar y nadie nos arrastra a hacerlo. También os digo que no hay recetas mágicas y que las soluciones parciales que algunos plantean como un bálsamo de Fierabrás pueden agravar el problema en vez de resolverlo», defendió el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, en un acto del partido.

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