Diario de León

Villarejo: «Me aplicaron el ‘código rojo’»

El comisario defiende que sus actividades privadas estaban amparadas por la Policía

Imagen del comisario Villarejo. FERNANDO VILLAR

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José Manuel Villarejo cerró este martes su alegato final de defensa en el primer juicio de la llamada ‘operación Tándem’, la macrocausa que se sigue en la Audiencia Nacional donde se investigan los negocios privados del comisario y el apoyo parapolicial a sus actividades. En su doble condición de acusado —se enfrenta a una petición de la Fiscalía Anticorrupción de 83 años de cárcel— y de abogado, Villarejo centró su exposición en justificar su cometido como agente infiltrado servidor del Estado. Defendió su entramado empresarial para dar cobertura a este cometido y señaló nuevamente «al pirómano, al loco agitador» que decidió cortarle la cabeza por sus denuncias de corrupción en el CNI: el exdirector Félix Sanz Roldán. Villarejo relató con profusión el «origen chusco» de una causa judicial que fabricó el general del Ejército —hoy empleado en Iberdrola como asesor internacional del presidente Ignacio Sánchez Galán— para «silenciarlo».

Lo hizo, dijo, con la supuesta ayuda de policías y fiscales «confabulados», a modo de «venganza» por las denuncias que había hecho sobre «el uso y abuso de las instituciones del Estado», como la Casa Real con el asunto de Corinna Larsen o la distracción de fondos reservados en el pago de secuestros de ciudadanos españoles por grupos yihadistas.

Ataviado con toga y parche por su enfermedad ocular, Villarejo reforzó ayer su estrategia de defensa en línea con lo expuesto en los casi 12 meses que ha durado el juicio por tres encargos de clientes VIP: los llamados proyectos ‘Iron’, ‘Land’ y ‘Pintor’, que suman en total 27 acusados (la causa tiene abiertas otras 30 piezas sobre diferentes trabajos).

«Eliminar a uno de los suyos»

La causa, comparó Villarejo, «es un código rojo», rememorando la película ‘Algunos hombres buenos’, protagonizada por Jack Nicholson y Tom Cruise. Una cinta donde «se ordenó eliminar» a uno de ellos y, aunque «todos lo negaron» porque aplicarlo era «ilegal», en el juicio se descubrió el plan. «No puede haber más coincidencias (...) Siguiendo las órdenes del jefe del CNI aplicaron ese ‘código rojo’ a uno de los suyos porque creían que con su conducta ponía en peligro los pactos y componendas con los que se mantenía el equilibrio de las instituciones del Estado», relató. Así, explicó que el supuesto odio del general hacia su persona obedece a las múltiples denuncias que desde los años noventa y hasta 2015 ha venido realizando contra el CNI, la unidad de Asuntos Internos de la Policía, fiscales anticorrupción y a otros «tantos poderosos» para alertar sobre «el atropello» de «quien ha permitido que se usara y abusara de las instituciones del Estado». Por todo ello, él mismo se describió como «un temerario».

Al margen de estas rivalidades, el comisario jubilado señaló que Sanz Roldán tenía en mente otro objetivo: el «botín» de su «archivo personal» de audios, los de las conversaciones que ha ido grabando durante años de todos aquellos con los que se ha reunido. «Lo que le importaba, lo que le obsesionaba, lo que le preocupaba eran los audios», destacó. En este «montaje», Villarejo también incluyó al resto de actores estatales como «confabulados», insistiendo en este sentido en que la «patraña» de la denuncia anónima de la que partió el caso nunca fue tal porque todos ellos habrían sabido que quien la envió fue un «agente del CNI», llamado David Vidal.

«¿Abrimos ese melón?» Otro asunto central de su defensa era demostrar que él trabajó como espía policial y colaborador del CNI para justificar sus actividades privadas.

Sobre el rey y Corinna

Recordó que desde 1995 disfrutaba de un «estatus especial» por el cual podía «actuar sin que nadie de su propio cuerpo lo supiera» para obtener la información de interés para el Estado usando su entramado Cenyt como tapadera. En este punto, afirmó que todos los gobiernos desde entonces «emplearon sus servicios y le ordenaron actuar en numerosas operaciones». «¿Abrimos ese melón?», desafió antes de pedir su absolución al tribunal. De forma posterior, se adentró en un extenso repaso de su hoja profesional. Destacó su intervención para evitar atentados, viajes a Oriente Próximo y en asuntos como el 11-M , el 11-S o los GAL, así como su presunta intermediación con la examante del Rey emérito Corinna Larsen.

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