Diario de León

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Zapatero ya ganaba antes del 11-M

Un día antes de los atentados de Madrid, el líder socialista ya aventajaba un punto al candidato del PP en las encuestas; quizá no hubiera ganado en diputados, pero sí en votos

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Manuel Campo Vidal - madrid
León

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Aunque casi nadie lo creyó entonces lo cierto es que el miércoles por la mañana, antes del atentado, Zapatero aventajaba un punto a Rajoy en las encuestas. Quizás ese punto a secas no le hubiera servido para ganar en diputados por la distribución provincial, pero sí en votos. Y quien sabe si le permitiría gobernar con rocambolescas alianzas. Pero quienes insisten en que el PSOE ganó solo por el atentado, sin duda, están mal informados. De entrada deben saber que Julián Santamaría, prestigioso investigador sociológico, confirma a La Voz esa ventaja socialista antes del atentado, ventaja que iba a más, y así lo admite Carlos Malo de Molina, director de Sigma 2, que lo reconoció en el programa electoral del 14-M en Antena 3 TV. Que sepan los que yerran en su análisis que Emilio Botín presidente del BSCH, que también conoció ese pronóstico en su momento, habló con Zapatero el miércoles, el día antes el atentado, confirmándole su impresión de que iba a ganar. La curva ascendente del PSOE y la descendente el PP se cruzaron entre el martes y el miércoles antes del l4-M y a partir del jueves, viernes y sábado se disparó la intención de voto socialista combinando algunos méritos propios con los deseos de castigar al PP. Solo una política de comunicación absurda y un cúmulo de desatinos políticos pueden explicar el disparo de esa tendencia en horas. Pero esa aceleración no se produciría sin la existencia previa de poderosas corrientes de fondo en el electorado: que el 90 por ciento estuviera contra la guerra de Irak y Aznar lo desoyera tiene un precio. Que no se le cobrara en las municipales y autonómicas del 25 de Mayo de 2003 no quiere decir que se le condonara la deuda. Que la actitud prepotente del Presidente hacia la opinión pública y hacia su propio partido, se agravara semana a semana es algo que veníamos advirtiendo en esta crónica. Recordarán que escribíamos que cierta izquierda, desesperada porque los suyos no arrancaban y porque la situación se degradaba, estaba dispuesta a aceptar a Mariano Rajoy, obviamente sin mayoría absoluta, como esperanza blanca para frenar el declive autoritario. Tan mal iban las cosas. Pero lo sucedido prueba una vez más que nada es gratis y algún día, tarde o temprano, se paga. El domingo se le pasó factura en las urnas pero incrementada porque es cierto que desde el jueves, desde el atentado, el Gobierno se superó en desatinos. «¿A qué político y a qué responsable de comunicación se le olvida que ante una catástrofe el máximo responsable del país, el presidente del Gobierno, y el Jefe del Estado dicho sea de paso, lo primero que debe hacer es acudir al lugar de los hechos?», explica a La Voz el Director de Comunicación de una de las cuatro primeras entidades de crédito del país. Tiene toda la razón: es como si Aznar hubiera evitado el escenario y no se le vio ni en las vías del tren, ni en los hospitales, ni en la morgue, ni en funeral alguno. Dedicó su tiempo a llamar personalmente a directores de periódico para convencerles de que ETA era la mano asesina, como ellos mismos han confirmado: Jesús Ceberio de El País, Antonio Franco de «El Periódico» (Grupo Zeta), Zarzalejos del ABC, etc. Mientras, a los corresponsales extranjeros, según han denunciado en una nota, los llamaba Alfredo Timmermans, secretario de Estado de Comunicación. En algunos casos, como han reconocido autocríticamente algunos periodistas, esas llamadas tuvieron su efecto. Solo la Cadena SER, La Voz de Galicia y La Vanguardia -que se sepa- manejaron abiertamente y con solvencia la posibilidad de una autoría distinta a la de ETA. Y sus problemas les costó porque, en algún caso, sus teléfonos se incendiaron debido a la ira de los comunicantes. Pero se colocaron como valioso referente de periodismo no adocenado que todos los estudios que ya están en marcha sobre «los cuatro días críticos de marzo» deberán reconocer. Entretanto la digestión de los resultados prosigue con ritmo de paquidermo, con ciertas dificultades. Frente a la templanza y serenidad de Mariano Rajoy o de Alberto Ruiz Gallardón, hay explosiones dignas del «Celtiberia Show» como la del diputado gallego Carlos Mantilla que no sabe si « el presidente del Gobierno será Zapatero o Bin Laden». Bien mirado es normal. La derecha no perdía desde 1977 cuando Fraga y su Alianza Popular, invocando la continuidad de la obra de Franco, se quedaron en 16 diputados. Los que perdieron a manos de Felipe González en 1982 eran de UCD, es decir de centroderecha. En aquella elección la derecha de Fraga creció hasta situarse por encima de los cien diputados. Los que han perdido ahora son una amalgama de derechas bien conjuntadas bajo las siglas del disciplinado Partido Popular. Allí han convivido bajo el liderazgo indiscutible de Aznar durante doce años un centro derecha dialogante y moderno como el que puede representar Rajoy, una derecha rotunda como la del Aznar y Fraga y, al menos electoralmente, una minoritaria extrema derecha que no tenía a quien votar desde que Blas Piñar se jubiló. Entretanto, los ministros ya en funciones Acebes y Zaplana siguen en su empeño de demostrar que el Gobierno no mintió y para ello desclasifican documentos bordeando la legalidad. Quizás que no lo remuevan más porque cuando no se atina desde el principio, tratar de rectificar a veces es peor.

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