Diario de León

poesía

Amar a veces sabe a mar amargo

la víspera Rodrigo Olay La Isla de Siltolá, Sevilla, 2014. 86 páginas.

Publicado por
josé enrique martínez
León

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Una de las más sabrosas gratificaciones de la lectura es el descubrimiento de un nuevo poeta. No conocía yo el primer poemario del joven Rodrigo Olay, asturiano de Noreña, titulado Cerrar los ojos (2011), premio Asturias Joven y premio de la Crítica de Asturias. La revelación la he tenido con su segundo libro, La víspera , título que nos hace ver que en la vida todo antecede a algo que esperamos, sea una dádiva o un beso. Rodrigo Olay, que forma parte de una excelente hornada de poetas asturianos, concibe la poesía como un ejercicio «sencillo y a la vez exigente» que sólo lo es cuando nos acompaña en la memoria, cuando acompaña «a quien sabe que ya es breve su tiempo». En cuanto a que su poesía sea sencilla, sólo lo es en apariencia. Sencillez exigente, como él dice. Lo que sucede es que es inteligible, alejándose de la poesía abstrusa adrede (es decir, sin necesidad ni coherencia) de mucha poesía actual. El propio Olay alude irónicamente a «lo pobres que suenan los versos que se entienden». Los del joven asturiano suenan muy ben, porque no prescinde del ritmo tradicional, del ritmo, en suma, que es esencial al sentido poético. No son estas las únicas virtudes. Olay sabe elevar la anécdota a categoría lírica y, sobre todo, vivifica viejas formas y asuntos más o menos usuales. El dicho herreriano de que la poesía consiste en hacer que las cosas viejas parezcan nuevas atañe tanto a las formas como a los temas. Rodrígo Olay usa con gracia y nuevos modos estrofas tan clásicas como la octava real o el soneto, sin marginar viejos usos retóricos cuando es preciso: «Cae una luz en el alud que en tu figura / todo lo cura y todo locura». Obsérvese la finura de este haiku: «Prende diciembre / tenues bombillas dulces / en el naranjo». Pero no hay exhibición formal: Olay sabe con el Pseudolongino que la mejor figura es aquella que pasa desapercibida. Y en cuanto a los temas, el amor es el de un muchacho de hoy, apasionado y desenfadado; y si le da por hablar de la nieve lo hace de manera que es como si la viéramos por vez primera.

Detrás de la poesía de Olay hay muchas lecturas, de poesía sobre todo. De ahí que pueda parodiar a la beat generation, escribir un poema a partir de algún verso recordado o concluir otro con un conocido verso de Colinas: «Escuchadme, Señor, tengo los miembros tristes». Por otro lado, nos aleja de las murrias habituales en otros poetas porque entiende que la poesía tiene algo o mucho de ejercicio placentero.

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