Diario de León

«El legado de la Ilustración pervive en León»

l. . Francisco Carantoña ofrece en esta entrevista las claves del cambio que el Siglo de las Luces propició en León. fue el mejor de los tiempos. fue el peor de los tiempos... la fundación sierra pambley acoge este mes unas jornadas acerca de cómo la razón venció a la tradición en españa

carlos canal

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León

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P ara empezar, me gustaría saber qué relación tuvo Jovellanos con León, si es que la hubo.

—Jovellanos mantuvo una estrecha relación con León. Vino en varias expresamente a la provincia. Jacinto Lorenzana, regidor perpetuo de la ciudad, intendente en diversas etapas y sobrino del cardenal Lorenzana, estaba casado con Tadea Ramírez de Jove, sobrina de Jovellanos, que cuando visitaba la ciudad solía alojarse en su casa. Tenía, además, estrecha relación con el obispo Cuadrillero y con los marqueses de Villadangos, entonces el marqués era Jacinto García Herrera y Lorenzana, fundador y primer director de la Sociedad Económica de Amigos del País. En su diario de 1795 confiesa nada veladamente la atracción mutua que existía con la hija del marqués, Ramona, a la que apoda ‘la Majestuosa’, con la que incluso no hubiera desdeñado casarse, de no ser porque ella era una veinteañera y él tenía ya 51 años. No solo vino a León de visita, en 1782 y 1792 asistió a la elección del prior de San Marcos en calidad de consejero del Consejo de Órdenes Militares. En 1782, aprovechó su estancia en la ciudad para presidir la reunión de personalidades leonesas que impulsaría la creación de la Sociedad de Amigos del País y, el año siguiente, figura como uno de los socios fundadores. También recorrió la provincia, especialmente en el viaje de 1792, que extendió a Astorga y El Bierzo. Se interesó especialmente por el monasterio de Carracedo y visitó Castroventosa. En 1795 fue a los monasterios de Sandoval y Eslonza. Apreciaba mucho los monumentos de la capital y la provincia, especialmente la catedral «¡Qué bello, magnífico, sublime templo!», anota en su diario. Uno de los cargos públicos que desempeñó Jovellanos fue el de subdelegado de caminos en Asturias, en el que se volcó con la carretera de Pajares, que tan necesaria era para León como para el Principado. Junto con la educación, el progreso económico y, por lo tanto, las obras públicas formaban parte de las grandes preocupaciones de los ilustrados.

—¿Por qué los principales ilustrados leoneses fueron sacerdotes? ¿Por qué razón?

—En el siglo XVIII, los estudios universitarios estaban reservados a personas acomodadas. La mayoría de la población era analfabeta y muchos aristócratas tampoco tenían una formación adecuada. No es sorprendente que las élites más ilustradas se nutran de los hijos con formación universitaria de la pequeña nobleza o la burguesía, de militares y de eclesiásticos. Para un adolescente con pocos recursos la carrera eclesiástica era casi la única vía de adquirir formación. La mayoría de la Iglesia Católica española seguía siendo muy conservadora, pero había un importante sector reformista, favorecido desde el poder sobre todo durante el reinado de Carlos III, que se abrió a las ideas de la Ilustración y luchó por reformar tanto la Iglesia como la sociedad. En una provincia rural, carente de universidad, no es extraño que destacasen desde el punto de vista intelectual sobre todo eclesiásticos.

—Además de Padre Isla, Martín Sarmiento y Juan de Ferreras ¿puede hablarse de alguno más?

—Sin duda son los más relevantes, aunque el padre Sarmiento, estuvo vinculado sobre todo a Galicia, pero hay dos obispos leoneses, Cayetano Antonio Cuadrillero y Francisco Antonio Lorenzana, que tiene un importante papel en el siglo de las luces. También llama la atención la presencia de canónigos ilustrados y liberales en la colegiata de Villafranca del Bierzo, de ella salieron dos importantes diputados en las Cortes de Cádiz: Diego Muñoz Torrero, extremeño, exrector de la Universidad de Salamanca, y Manuel Goyanes Balboa. Cayetano Antonio Cuadrillero, obispo de León entre 1777 y 1800, era un hombre de talante abierto e ideas ilustradas. Amigo de Jovellanos, fue el constructor del magnífico Hospicio de León, arrasado por la barbarie urbanística en los años 70 del siglo XX. Otro caso es el del cardenal Lorenzana, obispo de Plasencia y de Méjico, cardenal arzobispo de Toledo e Inquisidor General entre 1794 y 1797. Sin duda era un hombre preocupado por la formación del clero, impulsor de obras públicas y que dedicó un esfuerzo notable a la caridad, pero, como señala Claude Morange, ideológicamente estaba alejado de los ilustrados llamados «jansenistas», como monseñor Tavira o Jovellanos. Nada más llegar a su puesto de inquisidor pretendió ampliar la requisa de libros sospechosos en las fronteras, después le negó a Jovellanos la licencia para poseer libros prohibidos y ordenó que se investigase la biblioteca del instituto de Gijón, por eso el siempre moderado Don Gaspar lo llama en su diario «el tonto del cardenal».

—¿Cual es el germen de la aparición de la tradición liberal en una provincia como León?

—Las ideas ilustradas fueron llegando a las élites leonesas desde los inicios del siglo XVIII. Es cierto que se trataba de una minoría y que en muchos casos la ilustración era solo un barniz, una moda, pero la provincia contaba con tres sociedades económicas de amigos del país. La primera fue la de Astorga, autorizada en 1781, le siguió ese mismo año la de La Bañeza, que en sus estatutos indicaba que se había erigido «para la instrucción cristiana, socorro de los verdaderos pobres, y fomento de la industria». Su vida fue efímera y su actividad escasa. En 1783, se creó la de León, la que tendría más importancia. Como ya indiqué, el propio Jovellanos había acudido el año anterior a impulsarla y de ella formaron parte ilustrados y liberales como el vizconde de Quintanilla, aunque también notorios reaccionarios como el canónigo Gaztañaga. Con dificultades, sobrevivió hasta el siglo XIX e incorporó a algunos liberales como Felipe Sierra Pambley, que entró en 1815, o Luis de Sosa, incluso el cántabro Andrés Crespo Cantolla, diputado en 1820 por Burgos, que era jefe político de León en 1813; también al regidor y diputado absolutista de 1813 Bernardo Escobar y a otras personalidades como Manuel Villapadierna. Como indica Oscar González García, del sector liberal de la Sociedad Económica leonesa nació la Sociedad Patriótica del Trienio Constitucional en 1820. Las sociedades de amigos del país tenían como objetivo fundamental fomentar la agricultura y la industria y realizar una labor educativa. Al fin y al cabo, la educación es uno de las grandes preocupaciones de los ilustrados, que con ella querían transformar la sociedad. Si en el periodo 1808-1814 aparece ya un núcleo de liberales, que se amplía en el trienio de 1820-1823, es porque existía un sustrato reformista.

—¿Qué inspiró la acción redentora y liberal de los Sierra Pambley en León?

—Con Felipe Sierra Pambley la familia de modestos hidalgos de la montaña leonesa se impregna de las ideas de la Ilustración. Felipe estudia en la Universidad de Oviedo, entra en contacto con la familia Canga Argüelles y comienza una carrera en el ministerio de Hacienda bajo la tutela de Manuel Sixto Espinosa. Los Canga Argüelles fueron relevantes en aquella época, José, el amigo y protector de Felipe, quizá el hacendista más destacado de su época, comenzó su carrera como intendente en Valencia, fue ministro de Hacienda en 1810 y 1820, diputado en 1813 y 1822. Su padre, Felipe Canga Argüelles, fue profesor de la Universidad de Oviedo y llegó a fiscal del Consejo de Castilla. En cuanto a Manuel Sixto Espinosa, fue otro gran hacendista ilustrado, que puso a Felipe al frente de la desamortización llamada de Godoy en León y, a diferencia de sierra Pambley y Canga Argüelles, acabó apoyando a José I en 1808 y formado parte de su Consejo de Estado. Estas relaciones son importantes porque explican la incorporación de aquel hidalgo rural de pocos recursos, aunque con talento, a las ideas de la ilustración. Fue él quien comenzó a crear la biblioteca que, con una edición de la Enciclopedia y obras de Voltaire, Mably, Condillac, Montesquieu... Felipe, su hijo, Segundo Sierra Pambley, y su yerno, Marcos Fernández Blanco, eran liberales ilustrados que se dedicaron a la vida pública para contribuir a transformar su país. Evidentemente, también se dedicaron a los negocios y crearon una gran fortuna familiar. Sería el nieto de Felipe, Francisco Fernández Blanco Sierra Pambley, quien decidiese dedicar esa fortuna a promover la educación de los niños y jóvenes sin recursos. Don Paco comenzó siendo un liberal bastante moderado, pero evolucionó hacia posiciones democráticas y republicanas. De hecho, formó parte de la Junta Revolucionaria que se creó en León en septiembre de 1868. Quien más influyó en su evolución política y estimuló que se convirtiese en el gran promotor de escuelas fue otro leonés, una de las mayores figuras que dio esta provincia y que creo que todavía no ha recuperado con el retorno de la democracia el reconocimiento que se merece: Gumersindo de Azcárate. Con Azcárate y la Institución Libre de Enseñanza, Francisco Fernández Blanco recupera el verdadero espíritu de la Ilustración, la fe en la educación como arma de progreso, de ahí nace la Fundación Sierra Pambley, de ahí viene también nuestro deseo de contribuir a difundir el espíritu ilustrado con los actos que hemos organizado para conmemorar el tricentenario de Diderot.

—¿Hasta qué punto la masonería en León es un reflejo de las ideas ilustradas?

—Sobre la masonería existe mucha leyenda, su importancia es mucho menor de la que le atribuyó el ultramontanismo hispano, siempre obsesionado por las teorías conspiratorias hasta caer en la paranoia. En el siglo XVIII, en la España de la Inquisición, o en las Cortes de Cádiz no había masones o eran muy pocos y su influencia sería irrelevante. Fue Napoleón quien introdujo una masonería a su servicio quese limitaba a los ocupantes franceses o sus colaboradores afrancesados. En épocas posteriores tuvo más seguidores, pero era una asociación filantrópica que, en principio, no tenía objetivos políticos y rechazaba que en su seno se produjesen discusiones o enfrentamientos de ese carácter. Tampoco era antirreligiosa, aunque difundía la tolerancia. Probablemente el periodo en el que la masonería tuvo un mayor papel político fue en el Trienio Liberal, en 1820-1823, porque entonces no había partidos políticos y buena parte de los liberales moderados, como Felipe Sierra Pambley, se agruparon en la masonería, frente a la izquierda liberal que creó la confederación de comuneros. De todas formas, esos masones eran católicos y políticamente moderados. Tras la muerte de Fernando VII se reorganizó la masonería, pero no actuaba como un poder secreto, hubo masones con ideas muy diferentes. No creo que deba magnificarse su influencia.

—¿Qué queda de la ilustración en León?

—Quedan muchas cosas. Entre lo más material, aunque se hayan destruido edificios como el hospicio, todavía disfrutamos de las magníficas fuentes que hoy están varios lugares de la ciudad, como la plaza del Grano o el jardín de San Francisco. Fue con la Ilustración cuando se construyeron las carreteras que abrieron la provincia al comercio con Galicia y Asturias. En el terreno de las ideas, la herencia ilustrada pervivió en ese León liberal y republicano que sorprende en la España interior, predominantemente conservadora. Como decía, la propia Fundación Sierra Pambley es hija de la Ilustración, pero no solo ella, yo creo que, afortunadamente, el espíritu ilustrado sobrevive a pesar de tantos momentos negros que sufrió nuestra historia.

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