Diario de León

poesía

La intemperie llameante de los versos

SALMOS DE LLUVIA Asunción Escribano Vaso Roto, Madrid, 2018. 62 páginas

Publicado por
josé enrique martínez
León

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C amina el verano hacia su extinción y una serie de sensaciones acompañan el caer de la tarde y su claridad desteñida. La poeta contempla los tonalidades del color, de los olores, de la vida simbolizada por un puñado de pájaros arrojados «cual semillas de llamas sobre el día». Este deslucido bosquejo del primer poema de Salmos de la lluvia, el reciente libro de la salmantina Asunción Escribano, quedaría cojo si no añadiéramos la limpieza de la mirada que acompaña al final del día y del verano y la percepción del detalle, abierta la poeta a dejarse sorprender por las maravillas naturales y por la belleza que conmueve a un alma receptiva y propensa a la admiración del pequeño milagro del instante.

También la luz fría del invierno, en que se sitúan la mayoría de los poemas, procura elementos suficientes para el asombro, la sorpresa, la admiración, y una dicha de vivir que no oculta algunas sombras. Salmos de la lluvia no canta el esplendor, sino la luz tamizada, los colores atenuados, la flor de la escarcha, el «gris plateado» del amanecer, las formas cambiantes de las nubes, la belleza que recibe y que devuelve como canto, ensalzándola en forma de salmo o alabanza. En el pequeño paraíso que la poeta va descubriendo desde la intimidad del alma y de la mirada hay un elemento que reaparece de continuo, y que en su brevedad es «testigo leve de lo vivo»: el pájaro.

Todo un poema se dedica a ellos, Por amor : investigación poética de sus vuelos y sus trinos, «la levedad pausada de sus cuerpos», los pájaros del día y de la noche, también «los que son símbolo del alma», toda una búsqueda que dice la poeta que hace no por aumentar el conocimiento, sino «por alcanzar recóndito el amor». En otro poema ensalza sus alas como «el encuentro de la lumbre con la gracia».

En los pájaros ve la poeta el Acorde que fue título de su anterior poemario, la conciliación con el mundo, un acorde que nombra también en Salmos de la lluvia y que supone equilibrio y armonía, los que buscó apartándose del ruido del mundo Fray Luis de León, a quien se consagra uno de los poemas. Muchas otras líneas se necesitarían para dar cuenta de la expresión clara y transparente de esta poesía, de la delicadeza de sentimientos, como una caricia que amorosamente se posara sobre las cosas, y con la finalidad de que las palabras salven el fulgor perecedero del instante y «lleven su bendición / de aullido blanco / a todos los seres que yo amo».

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