Diario de León

Los paisajes de película de la literatura leonesa

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León

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Lleva años hablándose de ella y ahora puede convertirse en una realidad. Así lo explica al menos el diputado de Cultura, Pablo Pérez Presa, que subraya que la ruta del León Literario forma parte de a filosofía que el nuevo equipo de gobierno de la Diputación quiere imprimir en la provincia.

«Es un proyecto global, en el que iremos de la mano con  Turismo porque Nicanor Sen y yo creemos que debe convertirse en un plan transversal de ambos departamentos», manifiesta el responsable cultural de la institución. Pablo López Presa considera que la ruta literaria será capaz de dar una nueva imagen de la provincia que potencia el valor cultural de León y, para ello, revela que entre sus objetivos está ‘contar la provincia’ a través de nuevos soportes con los que acceder a audiencias más amplias y segmentadas.

«Estamos analizando cómo se ha hecho en diferentes comunidades, entre ellas Aragón y el País Vasco», añade López Presa, que considera que el proyecto puede alumbrar también la Casa del Escritor.

Petavonium, Celama, Maqueda, Lot, el Reino Secreto de Merino... La provincia es, por derecho propio, uno de esos lugares míticos de la literatura, una pecualiaridad que comparte con otros paisajes que, como Barcelona, Madrid o Soria han unido su existencia a la de los autores que las eligieron como hogar de sus personajes.

 León tiene además una peculiaridad. Y es el hecho de que en pocos lugares se dan tantos enfoques literarios distintos. Hay tantos paisajes como escritores, pero la pregunta que hay que hacerse es  cómo puede definirse ese territorio, cuál es el denominador común que puede servir de hilo conductor para ordenar los escenarios que van de Gil y Carrasco a Luis Mateo Díez, de José María Merino a Concha Espina.

Para los estudiosos, la atmósfera que lo envuelve todo es la presencia del frío, de la soledad, de la muerte, del empleo metafórico de un paisaje agreste o una sensación de pérdida por un ambiente de la infancia y una cultura rural hoy desaparecidas.

 

 

La montaña de León de ‘Los jinetes del Alba’ y 'Los Bravos'

El Nocedo de Los Jinetes del Alba

Jesús Fernández Santos recrea esta historia sobre la revolución asturiana en el balneario de Nocedo. La montaña de León es el lugar elegido por el escritor para situar al protagonista de Los jinetes del Alba, Los Bravos o La que no tiene nombre. Allí, en esa zona de la raya con Asturias, realidad y ficción se funden en la atmósfera legendaria de la obra del autor madrileño. Él mismo lo contaba en un programa de Esta es mi tierra , el programa de RTVE. De hecho, y como los críticos destacan, el espacio se convierte en la obra de Fernández santos en el protagonista. "Se busca “ante todo -destaca Antonio Vilanova, refiriéndose a Fernández Santos- la pintura ambiental de un mundo cerrado y estático, marcado por el abandono y la pobreza”.

La Peña del Seo de ‘El año del Wolfram’ de Guerra Garrido

Peña del Seo de Raúl Guerra

Junto al pueblo de Cadafresnas y bajo la impresionante mole de la Peña del Seo están los restos de una antigua explotación minera de Wolframio. La necesidad de este mineral que tenían tanto los alemanes como los ingleses para la fabricación de armamento convirtió el Bierzo en una zona de interés para ambos.  La historia se recrea en  El Año del Wolfram del escritor berciano Raúl Guerra Garrido, finalista del premio Planeta.

La Catedral de León de Aparicio en ‘Retratos de Ambigú’

Catedral de león Juan Pedro Aparicio

Juan Pedro Aparicio convierte León en Lot, un trasunto de la potente imagen bíblica que convirtió a Sara en estatua de sal para hacer con ella un arquetipo de la España de la época. La catedral de León se convierte en Retratos de Ambigú en el escenario principal de la novela. Se descubre que el protagonista ausente de la obra, el Chacho, murió a la espera de ayuda junto a una tumba de la Pulchra.  La alucinación de los protagonistas centra el final de la historia con un partido de fúbol jugado por las estutuas del pórtico.

La Astorga que Concha Espina pintó en ‘La esfinge maragata’

astorga de concha espina

Describe Concha Espina Astorga como una ciudad desolada pero magnífica: «escenario de una historia romana y joya del terrible Almanzor», si bien destaca que nada de todo ese esplendor quedaba y ha quedado como una ciudad «desolada y rígida». Por La esfinge maragata discurre el alma feminina de la comarca leonesa a través de  Florinda, Olalla y Marinela, entre otros personajes. La escritora cántabra también inmortaliza en la obra los filandones.

Celama, la llanura seca del Páramo de Luis Mateo Díez

Celama, la llanura seca de Luis Mateo Díez

Celama, el reino legendario de Luis Mateo Díez, evoca los paísajes del Páramo leonés en tres obras inmortales: El espíritu del Páramo, La ruina del cielo y El Oscurecer. El autor dibuja un paisaje cuyo protagonista fundamentak es la despoblación a través de una atmósfera crepuscular en la que la última estación de tren es el viaje a ninguna parte de sus protagonistas.

La Maqueda de Crémer en ‘Los trenes no dejan huella’

La Maqueda de Crémer

En ‘Los trenes no dejan huell a’, Victoriano Crémer hace a su protagonista retornar a Maqueda, una ciudad provinciana en la que ya no queda sitio para la esperanza: «Las ciudades (...) se acaban con el tiempo, con el paso de los hombres, con la agresión de los vientos garduños». La ruta podría detenerse en San Marcos, donde el poeta penó durante la guerra y que pintó en ‘El libro de San Marcos’.

Vegamián, la tierra perdida de Juan Benet

Vegamián, la tierra perdida de Juan Benet

Juan Benet situó su novela Volverás a Región en Vegamián, donde trabajó para construir el embalse del Porma que obligó a anegar también Ferreras, Armada, Campillo, Quintanilla y Lodares. El autor sumerge al lector en un universo geográfico en el que las almas aparecen tan torturadas como los paisajes, una historia de emociones intensas y sufrimientos agudos donde el lugar es un personaje más. 

La montaña de 'Luna de Lobos'

La montaña de Luna de Lobos

Luna de lobos , la novela sobre el maquis de Julio Llamazares, se ambienta en la montaña de Riaño. Es allí donde penan su huida el grupo de fugitivos en una atmósfera en la que los escenarios contrastan con el clima de opresión en el que conviven sus personajes. La frase de Paul Valéry que preside toda la novela: La luna es el sol de los muertos representa de manera magistral la obra. 

El Bierzo silencioso de El señor de Bembibre

El Bierzo de El Señor de Bembibre

La obra del autor romántico Enrique Gil y Carrasco se caracteriza por el empleo del color con el que describe el paisaje del Bierzo. El escritor tiñe de una pátina de silencio los valles bercianos por los que pasea el protagonista de su historia. Como en toda su obra, el escritor da voz a la comarca del Bierzo y, como ocurre con los románticos ingleses, convierte el paisaje en un protagonista esencial sin el cual la novela sería otra.

El reino secreto de José María Merino

El reino secreto de José Marìa Merino

En Cuentos del reino secreto , José María Merino recrea el Léon de su infancia a través de una serie de localizaciones conocidas por todos. El cine Mary, el barrio Húmedo, Padre Isla, Guzmán...: «Aquel aspecto de la ciudad, las viejas calles, las tabernas, las pequeñas tiendas, el mercado, me la devolvía a mi infancia, a mi mocedad, a mis recuerdos originales, pero tambiñen a sus  antiguas raíces rurales. Todo eso la hacía entreñable para mí»..

‘Ayer, no más’, los paisajes de la guerra de Andrés Trapiello

Los paisajes de la guerra de Andrés Trapiello

Ayer, no más , la novela con la que Andrés Trapiello salda deudas con la Guerra Civil, recorre la provincia pero tiene su punto neurálgico en Carrocera. El escritor nos hace presenciar hasta qué punto el dilema de la llamada memoria histórica nos apela a todos en una obra coral que deja claro como los únicos que podrían hablar de lo que ocurrió sepultando el maniqueísmo y las miradas sectarias de los que hablan de oídas. 

La Cabrera legendaria de Ramón Carnicer

La Cabrera legendaria de Ramón Carnicer

En 1962, Ramón Carnicer emprendió un viaje que culminó en Donde las Hurdes se llaman Cabrera . El más célebre de los cinco libros de viajes que escribió el autor es un retrato fiel de las gentes, el paisaje y la forma de vida de La Cabrera de aquella época y supuso en aquel momento un aldabonazo a la autosatisfacción con la que se vivía en España de la época. 

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