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Putin pide perdón por no haber salvado a todos los rehenes y asegura que actuó forzado por los terroristas

El rescate de rehenes en Moscú acabaen un baño de sangre y 140 muertos

Apenas dos horas bastaron a las fuerzas de élite de seguridad rusas para sofocar en la madrugada de ayer la crisis de los rehenes en un te

Las fuerzas especiales entran en el teatro

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Agencias - MOSCU.
León

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La diligencia con que se desarrolló el rescate de las más de 800 personas retenidas desde el miércoles por un comando suicida checheno en el teatro Dubrovka de Moscú le han valido encendidos elogios a Putin en su lucha contra el terrorismo internacional y hasta la admiración de sus más acérrimos detractores. En un breve mensaje televisado, Putin pidió anteanoche perdón a sus conciudadanos «por no poder salvar a todos» los rehenes, aunque en tono firme dijo que a Rusia «no le pueden poner de rodillas» los terroristas. Además de confirmar la detención de tres terroristas, el FSB señaló que entre los cincuenta secuestradores muertos había 18 mujeres, y que muchos de ellos llevaban explosivos adheridos a su cuerpo. Entre las 05.26 hora local (01.26 GMT) y las primeras luces del alba, unidades especiales y de otros cuerpos de elite, fuertemente armados y pertrechados de máscaras antigás, acabaron con un secuestro que mantuvo en vilo durante casi 60 horas a toda Rusia y conmocionó a la comunidad internacional. El jefe del comando, Movsar Baráyev, que finalmente resultó muerto, había amenazado al Kremlin con empezar a «fusilar» a todos los rehenes a partir de las seis de la mañana de ayer si a esa hora no ordenaba detener la guerra de Chechenia. Pero los acontecimientos se precipitaron. Según testigos presenciales y relatos oficiales, el asalto se adelantó porque los terroristas mataron a dos rehenes antes de cumplirse el plazo, presumiblemente al percibir movimientos policiales inquietantes. El gas misterioso Las tropas especiales rusas se ayudaron en el asalto de su arma más eficaz: un gas paralizante, que, esparcido por los conductos de ventilación del teatro, provocó desmayos, mareos y vómitos, según explicó el viceministro del Interior, Vladimir Vasiliev. El viceministro, que no identificó el gas tóxico, aseguró que ninguno de los rehenes muertos «tiene signos de envenenamiento por gas», ante el incesante incremento del número de víctimas mortales. Durante el asalto se llegaron a desactivar treinta artefactos explosivos con los que los secuestradores amenazaron dinamitar el teatro, y no murió ninguno de los agentes ni ninguno de los 75 rehenes extranjeros retenidos. Si no se consumó la peor de las pesadillas, que era el temor a una baño de sangre de enormes proporciones y que se comparó anticipadamente con los atentados del 11 de septiembre, en cambio las cámaras de televisión sí mostraron escenas terribles. El primer canal de la televisión estatal difundió imágenes de cadáveres esparcidos por el suelo o como dormidos en sus asientos, charcos de sangre, bidones de gasolina y los cinturones explosivos que llevaban las mujeres «kamikaze». También pudo verse basura amontonada, el foso de la orquesta del teatro convertido en letrina y los pasos indecisos e inseguros de los rehenes saliendo del edificio.

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