Diario de León

Turquía se lava las manos en la polémica por el ‘sofagate’

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Torpeza, descoordinación, desaire o estricto protocolo. Pocas veces un sofá ha dado para tanto en un encuentro diplomático. Y el de la sala del Complejo Presidencial de Ankara, en el que se reunieron el martes Ursula von der Leyen y Charles Michel con el mandatario turco Recep Tayyip Erdogan, sigue dando mucho de que hablar. La Comisión Europea juzgó inapropiado que su presidenta no tuviera un sillón junto a los otros dos líderes en ese encuentro que se prolongó durante 2 horas y 45 minutos. Protestó con lenguaje envolvente por el hecho de que la alemana fuera relegada al famoso sofá. Lo importante era la trascendencia de los asuntos que estaban en la negociación y no se quería convertir el «incidente» en un «problema público». Pero sí, tenía que haber sido tratada como una igual.

La cuestión es que la imagen machista, bautizada como ‘sofagate’, se sucedió apenas un par de semanas después de que Erdogan retirase a su país del Convenio de Estambul, un tratado que tiene como objetivo proteger a las mujeres contra la violencia y el maltrato. Y claro, todo suma. El escenario, el contexto político, el interlocutor y la inacción de tu propio colega (en este caso, el belga Michel). Resultado: segunda polémica en apenas tres meses en una visita institucional de la UE al exterior. Aún resuena la ‘encerrona’ a Josep Borrell en Moscú, por la que recibió un aluvión de críticas y que para muchos dejó a Bruselas en posición debilitada.

En la cita de Ankara el equipo de Charles Michel y la delegación de la UE en el país fueron los encargados de coordinar el protocolo con los funcionarios del presidente Erdogan. La Comisión Europea no intervino directamente. O eso al menos ha defendido en las últimas horas su portavoz, Eric Mamer. «Todos somos la UE», añadía dando por hecho que la duplicidad era innecesaria.

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