Diario de León

«El día 25 les dije que había habido un golpe de grisú, aunque parece que no lo recuerdan»

El último día de labor antes del accidente hubo un golpe de techo y salida de gas que obligó a abandonar el taller

El vigilante Manuel Ángel Cañón examina una de las pruebas en la vista oral. DL

El vigilante Manuel Ángel Cañón examina una de las pruebas en la vista oral. DL

León

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Que en el macizo 7.º del Pozo Emilio la presencia de grisú era continua y más elevada que en el resto de las explotaciones era algo no sólo sabido, sino en cierto modo asumido por los trabajadores de la Hullera Vasco Leonesa. Lo que no evitó que las circunstancias en las que se desarrollaban las labores en el taller donde murieron seis mineros el 28 de octubre de 2013 provocaran el temor entre quienes tenían que trabajar allí. Una combinación que hace que en las declaraciones de los mineros que prestan testimonio ante el Juzgado de lo Penal 2 de León el relato de ese miedo se mezcle con continuas alusiones a «la normalidad». «Te acostumbras», han señalado varios de los testigos. Que explican también que la expulsión de gas era frecuente «porque el carbón era especialmente duro», en una mina ya muy grisuosa.

En la vista oral celebrada ayer se repitieron los argumentos de días anteriores en los que los mineros señalan que se veía bóveda en el taller durante varios días (no está claro cuántos) y que no terminaba de hundir. Tampoco está claro si el viernes 25 de octubre, el último día de trabajo antes del violento escape de grisú que costó la vida a los mineros, se conectó finalmente con los minados superiores, lo que permitiría la salida del gas hacia las plantas de arriba.

Prestó declaración Manuel Ángel Cañón Ordóñez, vigilante de segunda en el segundo relevo del taller y miembro de la Brigada de Salvamento. Que relató cómo el día 25, a media tarde, oyeron en el taller «un estruendo muy grande. Un golpe de techo (se produce cuando se hunde la bóveda), salió mucho gas y mandé salir a los mineros». Poco después entró con el metanómetro, los valores habían vuelto a la normalidad y siguieron trabajando.

Cañón señaló que cuando salió del turno encontró «al capataz (David Toribio), el plantilla (Óscar Luis Dopazo) y el vigilante primero del tercer relevo (José Ramón González)», a los que comunicó lo ocurrido. También denunció que a pesar de que las medidas de seguridad especiales para esa mina obligaban a que un vigilante estuviese permanentemente en el taller, les asignaban además otra u otras dos galerías. «Algo ilegal, que le dije al vigilante de primera durante varios días».

A pesar de todo esto, Cañón no escribió en el libro de vigilantes ni lo sucedido ni sus dudas, como ayer reconoció que era su obligación. «Estaba nervioso por lo que había ocurrido», se justificó. Aunque señaló que tampoco le parecía algo anormal que la bóveda no hundiera.

Lo comunicó Cañón:
«El día 25 les dije que había habido un golpe de grisú, aunque parece que no lo recuerdan»

Sí detalló que el despido de un vigilante y un ingeniero en el Flanco Sur el mes de abril anterior al accidente se debió a que «defendieron a la Brigada Minera. Se había producido un incendio en aquella mina, y querían que colocásemos un metanómetro. Pero ya estaba monitorizada la atmósfera creada con el tapón que hicimos, había mucho metano, oxígeno y CO2. Era una bomba». De hecho 15 días después se produjo una explosión en esa mina, por otro tapón similar realizado.

A la pregunta de si temían represalias, el testigo señaló: «Si hicieron eso con los dos ingenieros, y al vigilante de primera le degradaron de categoría, cómo no temerlas. A los demás de la brigada nos mandaron al Erte, pero después del accidente tuvieron que llamarnos otra vez».

Cañón declaró que considera que el accidente se produjo por el hundimiento de la bóveda, y no por un desprendimiento instantáneo de grisú. «Cuando es un desprendimiento primero sale el carbón hecho harina, y luego el gas. Pero en el taller no había ni una gota de polvo».

Sin comunicar

También prestó declaración Estanislao Fernández García, barrenista del taller siniestrado y suplente del comité de seguridad. Que señaló que tenían que salir con frecuencia del taller, y lo hacían cuando el nivel de metano superaba el 1%. Trabajó en el taller la noche antes del accidente, dijo que habían oído «ruidos» y le dijo a los trabajadores que salieran, no se acuerda si el vigilante estaba allí o no.

Los jueves 10 y 17 de octubre realizó la visita a la mina con el comité de seguridad, y que «si no había nada apuntado en las actas sobre la bóveda será porque no se consideraría importante. Incidencias graves no vi, sólo lo típico».

También declaró Juan José Díaz Flecha, prejubilado desde agosto de 2010 y electromecánico. Que declaró el septiembre de 2014 ante el Juzgado de Instrucción para denunciar que cuando él trabajaba había «incumplimientos de seguridad», como «puentear» los metanómetros. Dijo que él no lo había hecho pero otros compañeros sí; aunque no lo denunció ni siquiera cuando se prejubiló a pesar de ser afiliado a CC OO. Tampoco sabía cuál era la situación de la mina en 2013.

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