Diario de León

TRIBUNA | Berlín, el rincón ideal para pensar

Los separatistas catalanes han vuelto a reavivar los temores del nacionalismo étnico. Por mucho que hablen de la República de las Sonrisas, hemos podido ver cómo en su interior se estaban incubando los huevos de la serpiente.

Publicado por
José Antonio García Marcos
León

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Recuerdo que mi último artículo, en estas mismas páginas, se tituló La sociedad huérfana . Posiblemente nuestra última figura paterna, en sentido simbólico, fue un Mariano Rajoy que, devorado por una jauría de hijos díscolos, ahora se muestran incapaces de ponerse de acuerdo, elección tras elección, para nombrar a su sustituto.

Rajoy, para evitar aquella moción de censura, debería haber hecho algún gesto en contra de la corrupción de su partido pero su tendencia al Tancredismo le jugó, esta vez, una mala pasada.

Vamos de error en error, de mal en peor. Es cierto que nuestra democracia nació con muchos defectos de fábrica que, poco a poco, se han ido subsanando, entre otras razones, porque formamos parte de la Unión Europea. Sin embargo, en estos momentos nos hemos quedado huérfanos de políticos que, como en la Transición, miren a largo plazo y encuentren puntos de conexión para seguir avanzando juntos en un mundo cada vez más complejo y con mayores amenazas de todo tipo. Ante esta situación tan complicada, los políticos se centran en sí mismos, en sus aspiraciones personales y de corto plazo y, además, se intentan degollar, metafóricamente hablando, los unos a los otros. Además de una sociedad huérfana de políticos de talla, estamos inmersos en el cainismo político.

En esta lucha fratricida ya ha caído Albert Rivera y seguirán cayendo algunos más con el paso del tiempo.

Por supuesto que el líder de Ciudadanos no ha sido el único que ha cometido errores en esta situación tan endiablada. Los independentistas catalanes, que prometieron el paraíso terrenal y que, por ahora, lo único que han conseguido es que sus líderes estén en el exilio o en la cárcel, han salido indemnes de las últimas elecciones. En la situación actual, solo a través del diálogo y de la autocrítica podremos salir del laberinto.

El presidente en funciones se empeña en buscar una salida por la izquierda con el apoyo o la abstención de los separatistas catalanes. Ahora bien, mientras que Unidas Podemos ya ha renegado de su política de Asalto de los Cielos, los catalanes siguen erre que erre con su plan de independencia. Si apoyan a Sánchez será un peldaño más que les ayude a conseguir su objetivo final. Menos mal que, mal que bien, la justicia sigue funcionando, las fuerzas de seguridad mantienen el orden público y el Estado de Bienestar hace que la sanidad, la educación y el cobro de las pensiones continúen como si no estuviera pasando nada. Mientras tanto, la economía se deteriora porque no se acometen las reformas pertinentes y en el horizonte se atisban nubarrones amenazantes. Antes de la crisis se solía decir que éramos los alemanes del sur de Europa. Sin embargo, hasta ahora la vía alemana de la Gran Coalición parece impensable. ¿Por qué? La razón última estaría en que los dos grandes partidos no han sabido o no han querido consensuar un relato común sobre nuestro pasado, como ha ocurrido en Alemania (Ver: Afrontamiento del pasado: Alemania 4, España 0. Diario de León 27/1/2018).

Últimamente se ha reiterado con cierta frecuencia el remedio pedagógico utilizado con alumnos alborotadores al enviarlos al rincón de pensar. ¿A quién habría que mandar al rincón de pensar en la situación que atraviesa nuestro país? En mi opinión, todos los actores políticos deberían recluirse en ese lugar durante unos días. Los primeros los separatistas catalanes, aunque piensen que los resultados de las últimas elecciones justifiquen mantener su proyecto de ruptura. Algunos parecen haber asumido que esa ruptura no debería ser unilateral, lo que significa un pequeño avance.

A Albert Rivera, en vez de mandarlo al rincón de pensar, los electores lo expulsaron de la clase. A Pablo Iglesias tampoco le vendría nada mal visitar ese lugar después del pequeño varapalo de las elecciones del 10-N e, incluso, al mismo Pedro Sánchez que soñaba con aumentar sus escaños y lo que consiguió fue reducirlos y empeorar la situación con la decisión de repetir las elecciones. Los únicos envalentonados son los de Vox que han entrado con fuerza en el Parlamento de forma que al nacionalpopulismo catalán se le enfrenta ahora una fuerza que representa el viejo nacionalcatolicismo español. Lo malo en los tiempos de crisis es que vayan ganando posición las fuerzas más extremistas en detrimento de las más moderadas.

Berlín es, sin duda, el rincón de Europa más adecuado para pensar. Allí, hace un siglo, al finalizar la Primera Guerra Mundial, cayó la Monarquía y se proclamaron dos Repúblicas, una socialdemócrata y otra de inspiración soviética. Prevaleció la primera, la de Weimar. Después un nacionalismo extremista, militarista y xenófobo acabó con la democracia y, posteriormente, desencadenó la Segunda Guerra Mundial. Derrotado el totalitarismo nazi fue sustituido por el comunista hasta que, en 1989, cayó el muro que dividió la ciudad y el continente europeo en dos mitades y propició la reunificación de Alemania. Alemania se reunifica y España comienza a resquebrajarse.

Berlín, como ninguna otra ciudad en el mundo, simboliza los desastres que puede cometer el ser humano contra sus congéneres. La Unión Europea nació para no repetir los errores y los horrores del pasado.

Los separatistas catalanes han vuelto a reavivar los temores del nacionalismo étnico. Por mucho que hablen de la República de las Sonrisas, hemos podido ver cómo en su interior se estaban incubando los huevos de la serpiente.

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