Diario de León

El mercadillo se reactiva tras el parón

El corazón del rastro vuelve a latir pero todavía sin ritmo

Con un 50% de su aforo y del número de puestos, los comerciantes se quejan de que las ventas del primer día fueron demasiado flojas

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León

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«¡Qué ofertas tenemos niñas!». «¡Tenemos de todo y todo bueno!». «¡Lo liquido todo a un euro!». Ausentes desde el pasado mes de septiembre, los mensajes de reclamo de los titulares de puestos volvieron a escucharse ayer en el paseo de Papalaguinda con el regreso del rastro a la actividad, después de que la expansión de la pandemia obligó al Ayuntamiento de León a suspenderlo de nuevo a comienzos del pasado mes de septiembre.

Lo hizo con evidentes medidas de seguridad. El aforo del paseo se redujo a la mitad (máximo de 550 personas) y el número de puestos también se redujo al 50% por lo que ayer sólo pudieron instalarse algo más de doscientos. Fueron los asignados con un número par y el próximo domingo lo harán los impares, lo que implica que cada comerciante podrá aprovechar dos rastros al mes. Además, todo el perímetro estaba vallado y se estableció un corredor unidireccional con entrada obligatoria por la glorieta de Guzmán y salida por la zona de la plaza de toros. Y a la entrada, efectivos de la Policía Local y de Protección Civil controlaban el acceso junto a carteles que recordaban el uso obligatorio de la mascarilla.

En esos 640 metros de paseo, las tiendas que dan identidad al rastro volvían a exponer toda su mercancía de ropa, trenkas, guantes, calzado, bisutería o libros. Cada puesto bien delimitado y delante de cada uno un pequeño hueco para colocar el bote de gel higienizante que ahora se ha convertido en elemento consustancial a nuestro día a día.

Aurora Jiménez, delante de sus vistosos pañuelos. FERNANDO OTERO

Acudió gente en este primer día. No en el tropel acostumbrado como cualquier domingo pero sí en buen número. Sin embargo, las ventas fueron menores de lo esperado. «Muy mal», suelta directo Ángel Vargas, cuando se le pregunta como están funcionando en el regreso al trabajo. Lleva un cuidado puesto de mantelerías, sábanas y acolchados al comienzo del rastro. En pie, hace un gesto con la mano señalando a todas las personas que entran y añade: «Mira, viene gente sí, pero nosotros no queremos barullo, queremos mercado; queremos gente que venga a comprar». Acostumbrado a viajar, habla de otros mercados cercanos. «Mira, yo voy mucho a Asturias y allí vienen diez a preguntar y compran ocho. Aquí vienen diez y compra uno con suerte».

«Muy, muy flojo», recalca José Ramón que regenta uno de calzado junto con sus hijas. «Todo de piel y no vendemos apenas nada», dice. «Una pena porque este rastro, por amplitud, es de los mejores de Castilla y León».

Un poco más adelante, Aurora Jiménez, charla animadamente con una señora mayor que ha comprado una bufanda. El virus y el riesgo de contagio es el tema de la conversación. «Si todos tenemos un poco de cabeza y respetamos las medidas yo no veo riesgos», coinciden ambas. La visión de Aurora en el retorno a la actividad es un poco más animada. «Podría estar mejor pero no me quejo», dice al tiempo que recoloca los packs de mascarillas que ha incorporado a su oferta de pañuelos y bufandas «Se nota el aforo limitado porque hay bastante menos gente que antes pero, en fin, estamos dando el género más barato de lo normal a ver si la gente se va animando».

La necesidad de volver a recuperar el hábito del rastro dominical es algo en lo que coinciden todos los comerciantes, convencidos de que el parón de más de tres meses y la crisis le ha afectado. «Deberá ir poco a poco, lo importante era volver», apunta Amador, vendedor de libros.

El aforo al 50% evitó que hubiese aglomeraciones. FERNANDO OTERO

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