Diario de León

Torneros del Bernesga

Una glorieta hecha refugio en Torneros del Bernesga

Doni y Nila han convertido una vieja marquesina del bus en una pequeña caseta cubierta de plásticos donde juegan la partida todas las tardes del año

León

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A Doni y Nila, vecinas de Torneros del Bernesga, les sobra ingenio para disfrutar cada tarde de la partida sin tener que mirar la previsión del tiempo. Lo que antes era la marquesina del bus que iba a Sotico ahora es un pequeño refugio cubierto de plásticos de invernadero donde no falta de nada.

Hay un par de bancos, una estufa, mantas, cojines, un calendario y un tapete sobre el que posan las cartas. «Venimos todos los días menos los domingos. Antes nos juntábamos hasta ocho personas, pero ahora somos tres o cuatro», explica Edonina González mientras saca del bolso una navaja para arreglar con algo de cinta los agujeros por los que ayer rugía el viento. «Aquí estamos como las rosas. No pasa nada por el ruido», subrayan.

la caseta esta sobre una pequeña rotonda

La caseta está sobre una pequeña rotonda. RAMIRO

Llevan allí cuatro años. El pedáneo del pueblo les ha ofrecido en varias ocasiones la casa del concejo, pero «preferimos esto», reconocen. «Así aireamos la cabeza», apunta Deonila del Árbol justo después de abrirle la puerta, sujetada por un palo apoyado sobre el suelo, a Justo, otro vecino de 87 años que acude habitualmente a jugar la partida a este pequeño rincón de Torneros. «Está abierto a todo el mundo. Nadie estorba», aclara Doni.

Ni si quiera el vandalismo ha podido con ellas. Hace tres años «lo quemaron todo». Fue el 1 de enero. «Aprovecharon que estábamos de fiesta y le prendieron fuego a las cuatro de la tarde. Vino el alcalde, el pedáneo, mi yerno y mi sobrino. Intervino también la Guardia Civil y el Ayuntamiento, que nos ha echado una mano. No estamos de ilegales», exponen.

También les han robado alguna vez, sobre todo las almohadas que utilizan para sentarse y apoyar la espalda. «Es lo mismo, no nos vamos a mover», insiste Edonina González, ya con el tapete extendido sobre la mesa y la baraja en una de las manos. «También hacemos aquí algo de chocolate caliente y en otoño asamos las castañas», revelan. Todo en un espacio de apenas seis metros cuadrados levantado sobre una de las glorietas de este pueblo de Onzonilla por la que apenas pasan coches. «Estamos de maravilla», reiteran las dos vecinas que mantienen en perfectas condiciones la estructura que las protege cada tarde del frío y de la soledad. «Aquí ya no nacen niños. Yo tengo ocho. Antes no teníamos calefacción ni televisión y nos pasábamos el día en la cama. Ahora no hay más que distracciones», concluye con una sonrisa Nila.

Doni, Nila y Justo, vecinos de Torneros, echan la partida en el refugio que han construido. RAMIRO

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