Diario de León

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De qué hablamos cuando hablamos de leonesismo

Treinta y cuatro años después de que se firmara el Estatuto de Autonomía de Castilla y León, las costuras de la Comunidad están aún por hilvanar y el concepto de identidad leonesa, que parecía adormecido, vuelve a despertarse...

Bandera de León a la entrada de la ciudad. DL

Bandera de León a la entrada de la ciudad. DL

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cristina fanjul | león

La identidad y, por ende, la identidad política, es un concepto cuyo significado ha ido cambiando a lo largo de la historia. Sin embargo, resulta fundamental para comprender los procesos sociales, culturales, políticos y económicos. La identidad se entiende en constante evolución, en contraposición, y en dialéctica constante. Tras la transición, surgieron diversas ‘identidades’ como alternativa a la que durante medio siglo había sido monopolizada por el Estado. Si utilizáramos la terminología de Gramsci, aquel momento podrían estudiarse desde una ‘guerra de posiciones’. Son las identidades ideológicas, pero también las sentimentales que, con el tiempo, se desarrollarán en ‘nacionales’. Son muchos los que creen que a León se le mutiló su derecho a dar esta batalla y la razón de Estado llevó a que fuera asimilada a lo que Juan Pedro Aparicio llama Castispaña. La profunda recesión que vive la provincia con el cierre de la minería y la depresión de la actividad del campo, agravada con un claro proceso de desertificación poblacional, ha llevado a los sindicatos a poner de nuevo en escena la posibilidad de una autonomía para León. Pero ¿Qué fue de la identidad leonesa? ¿sigue viva? ¿Existió alguna vez?

«No me parece que su identidad haya sido borrada, es demasiado densa, aunque el ciudadano no tenga conciencia de ello». El escritor Juan Pedro Aparicio es uno de los intelectuales que con mayor profundidad ha analizado los procesos de la historia de España. El autor, que acaba de publicar Nuestro desamor a España, premio de ensayo Jovellanos, recuerda que cuando quiso recopilarse el derecho consuetudinario español, a iniciativa de Joaquín Costa, se empezó por León. «Su enorme riqueza hizo exclamar al recopilador: ‘Si desaparecieran todas las leyes de España seguirían los leoneses rigiéndose al amparo de sus costumbres’».

Algo más crítico se muestra el profesor Alberto Flecha que, no obstante, defiende que las identidades existen y existirán siempre. «Lo que hay que saber es cuáles movilizan mejor los símbolos para lograr mayor nivel de identificación». Alberto Flecha sostiene que las identidades dominantes siempre tratan de presentarse con un discurso ‘de grado cero’, mientras las minoritarias tienen que luchar por su espacio en una lucha «desigual». «Esto hace que muchos leoneses acaben aceptando ese discurso de normalidad porque es el más cómodo y seguro. Para evitarlo se requiere un sobresfuerzo de dignificación de la identidad leonesa que muchos no son capaces de defender, ya sea por vergüenza o por comodidad. Se requiere de un activismo muy importante. Y eso, a pesar de que la identidad leonesa es junto a la española la más significativa en León», sostiene.

Juan Pedro Aparicio manifiesta que la Castilla que se nos ha presentado como modelo de vida nacional es un mito, pero «muy poderoso». «Absorbe a León y lo convierte en un apéndice insignificante de la Historia de España con la complicidad de historiadores muy prestigiosos, grandes eruditos, pero con una concepción de la Historia, más mitómana que científica», deplora.

Debate ‘afantasmado’

Hace unos meses se creaba Xuntanza, un espacio de debate y pensamiento que busca establecer dinámicas sociales, un paraguas que dé cabida al debate sobre la integración territorial de León en el Estado. Uno de sus fundadores, Ignacio Redondo, asegura que ese debate está «afantasmado» y lamenta la «subteorización del discurso leonesista». «Se ha apelado a un sentimiento de pertenencia como un resorte meramente electoralista», asegura para añadir que, todo esto se ha hecho mientras se olvidaban las demandas de la sociedad civil leonesa. En su opinión, Castilla y León es una «anomalía» que surge de forma vertical y considera que en León hay una demanda política estable a lo largo de los últimos 35 años que exige una forma alternativa de gestionar lo común. «Verá, en León ha pasado algo parecido a lo que ocurrió con el Imperio Austrohúngaro, en el que las élites húngaras apoyaban la idea imperial», concreta.

Una mujer con banderas de León durante una manifestación. JESÚS F. SALVADORES

En una línea discursiva similar, el colaborador de Diario de León Alberto Flecha reflexiona de manera irónica y considera que con León «cualquier reclamación se reduce al absurdo». «La historia no justifica el presente porque la identidad es un fenómeno actual que, aunque puede apoyarse en el pasado, no puede hacer de él el único recurso. Tiene que ser un proyecto en común que mire hacia el futuro», subraya. El profesor considera que el hecho de que la identidad leonesa se base de una manera tan fuerte en el Reino de León hace que los leoneses lo vean como algo que pertenece al pasado, como algo muerto.

Esta misma tesis la desarrolla el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Léon, Francisco Carantoña. «El problema no es tanto la historia, sino lo que la gente siente en la actualidad. Estamos hablando de un reino que desapareció hace 800 años. Fue entonces cuando tuvo lugar su unión definitiva con Castilla», resalta. Carantoña pone como ejemplos el País Vasco o Galicia, y destaca que ya en la I República, tanto la Diputación como el Ayuntamiento pidieron que León se convirtiera en un Estado federado. «Lo importante es la percepción. Hay países, como Lituania o Letonia, que nunca fueron independientes», subraya.

Representación constante

Ignacio Redondo considera que a pesar de que durante los últimos 35 años el sentimiento leonesista ha pasado por muchos avatares, la UPL ha tenido una representación constante. «Hay una demanda política clara», defiende Redondo, que refiere la identidad leonesa como un sujeto social con actitudes emotivas similares en torno a problemas sociales y hechos históricos y con normas sobresalientes de cooperación. «Castilla y León, sin embargo, se construye sobre nueve sociedades diferentes que viven de espaldas. No hay comunidad emotiva en torno a nada ni normas de cooperación sobresalientes», afirma.

El fundador de Xuntanza piensa que esa carencia se manifiesta día a día y particularmente en el «lacerante» desequilibrio territorial. «Es difícil que una demarcación territorial así alcance fines significativos a largo plazo». Recuerda así que en el mes de septiembre, el consejero Fernando Rey aseguraba en las Cortes que el leonés no era un idioma, contraponiéndolo con el gallego. «¿Qué es entonces, un alarido?» se pregunta Redondo.

Continuando en esta linea de pensamiento, Alberto Flecha incide en que el pueblo tiene que identificarse con algo y se pregunta qué o quién está detrás de las identidades. «Aquí, en el leonesismo, no hay ni izquierdas ni derechas. Recuerdo que en una ocasión, Javier Chamorro dijo que el programa político de la UPL se limitaba a cuatro letras: León».

Para Flecha, este análisis enlaza con lo anterior: «Si una identidad es un proyecto que mira hacia el futuro, tiene que integrarse en una determinada visión del mundo. El leonesismo, con el fin de abarcar el mayor número de sensibilidades posibles, tomó un riesgo que le ha salido mal. Lo único que ofrece es León, pero sin programa», lamenta. Abunda en esta idea y defiende que en el caso de que aparecieran opciones que dieran respuestas globales a visiones globales del mundo dentro del leonesismo, no se llevarían a todos los leonesistas con ellos. «La diferencia es que los que se decantaran por esa opción no la verían simplemente como un posible voto de castigo en circunstancias concretas, sino como una verdadera opción. Y será un voto más estable. Incluso en esos casos, los políticos que tomen esa opción serán vistos como mucho más coherentes y no como meros oportunistas políticos», reflexiona.

Radicalmente distinto es el argumento empleado por José María Rodríguez de Francisco. El que fuera líder de la UPL y fundador del PAL cree que, lejos de la dialéctica de izquierdas y derechas, el leonesismo es la única ideología real de este país. «Está por encima de unas teorías que están muertas. No tiene más que ver que los que siempre lo criticaron, ahora lo apoyan», dice refiriéndose a los sindicatos. Rodríguez de Francisco defiende que para aglutinar a todos los leoneses se requiere un partido desideologizado y apartidista, si bien es consciente de que la base social del leonesismo siempre es más proclive a las ideas de la socialdemocracia. «No olvide que Baldomero Lozano siempre defendió la autonomía para León», recuerda. Sin embargo, considera que la finalidad, tanto del PSOE como del PP, ha sido acabar con el leonesismo.

«Identidad zombie»

Alberto Flecha abunda en esta idea y califica el leonesismo de «identidad zombie», y lo justifica en el hecho de que, a su juicio, arrastra símbolos del nacionalismo español que había antes de la transición. «Está basado en el determinismo histórico, en la identidad de destino en lo universal. Lo que hemos hecho es cambiar el brazo incorrupto de Santa Teresa por el cáliz de Cristo», dice con ironía.

Flecha considera que a la hora de dar forma a esa identidad, León se ha dejado arrastrar por la que ya existía, la que venía de antes de la Transición, el mencionado determinismo histórico. «Se ha llegado al esencialismo, que defiende que uno es leonés porque pertenece a esta tierra que tiene una continuidad histórica desde el Reino de León», dice. A su juicio, la promoción de las primeras Cortes en León es una expresión de una manera romántica de entender la política y la cultura propia del siglo XIX.

Una versión alternativa apunta el historiador Ricardo Chao, para quien el leonesismo no es más que la defensa de León en cualquiera de sus aspectos: cultural, histórico o social. «Por desgracia parece que todos estos aspectos han quedado eclipsados por la vertiente política: cualquiera que se declare leonesista es señalado como miembro o simpatizante de alguno de los partidos que se definen como tales», lamenta, al tiempo que defiende que todos los partidos leoneses deberían ser leonesistas, «o al menos ejercer como leoneses».

León, sujeto histórico

Chao subraya que León sigue existiendo, si bien su ámbito se ha ido reduciendo. «La realidad es que en España a León ya sólo se le conoce como un apellido un tanto exótico de una de las dos Castillas, con lo que su identidad como pueblo se ha visto anulada», admite. Reflexiona que, como sujeto histórico, León dejó de existir con el primer estatuto de autonomía, en 1983, si bien ya había sido minusvalorado en tiempos de Fernando III. Sin embargo, para el historiador León participa de una cultura muy amplia, que es la del noroeste peninsular, con folklore, historia y tradiciones comunes. «Tenemos toda una serie de rasgos culturales que existieron también en otras zonas, pero que, por la razón que sea, prácticamente sólo se han conservado aquí, como los pendones, la lucha, los ramos, los concejos»... Ricardo Chao recuerda que el reino tuvo una clara extensión de norte a sur, lo que explica los lazos culturales comunes con provincias como Zamora, Salamanca, e incluso Cáceres. Sin embargo, coincide en cierto modo con Alberto Flecha y admite que al haber sido el principal reino cristiano de la Alta y Plena Edad Media, León tiene un exceso o hipertrofia de historia, que puede haber hecho que se olvide del presente y el futuro para «añorar las glorias pasadas».

Francisco Carantoña rebate este análisis y defiende que el Reino de León siempre tuvo otras fronteras. «Si hubiera que extenderlo, sería más propio hacerlo hacia Galicia y Asturias que hacia Zamora y Salamanca», destaca el historiador, que asegura que esa región leonesa «no tiene pasado».

Juan Pedro Aparicio se refiere al concepto de ‘identidad’ de manera alternativa. Así, asegura que el leonés siempre se ha sentido español. «Es amante de su patria chica, como es natural, pero no me parece que sea amigo de fronteras, todo lo contrario, siempre se ha mostrado abierto a la cooperación con el resto de los españoles y ahora con el resto de los europeos»… El premio Nadal por Retratos de Ambigú recuerda que fue en León donde nació el camino de Santiago, que califica como la primera gran vía de comunicación europea. «Nuestro problema no es el de ser o no nación, eso queda para otros espíritus, por qué no decirlo, más tribales. Nuestro problema es que en la España de las Autonomías tenemos un enorme déficit de poder político», lamenta.

Un relato para León

No es el único que muestra su desencanto. Ricardo Chao asegura que la Junta ha hecho «auténticos esfuerzos para borrar o manipular el pasado», mientras que Rodríguez de Francisco va más allá y denuncia que las decisiones administrativas de la Junta «siempre han perjudicado a León». «Dígame un sólo beneficio que haya recibido León. Hemos perdido cien mil habitantes. ¿No es una tragedia?», pregunta. De Francisco considera que el leonesismo necesita un relato. «Es muy simple. Tan sólo hay que contar la realidad actual y compararla con la hipótesis de que hubiéramos gestionado nuestra propia comunidad», afirma al tiempo que deja una idea: «Tenemos una tasa de retorno que da una idea de la tragedia que vivimos. Cada día recibiremos mucho más de lo que aportamos», lamenta.

En este contexto, Francisco Carantoña considera que, de seguir la decadencia, se fortalecerá el regionalismo, si bien explica que los movimientos políticos mueven hacia la recentralización. «Tal vez podría conseguirse más peso en la autonomía, que se reconozca su singularidad y descentralización en la autonomía, tal vez a través de la Diputación», reflexiona.

Manifestación por la Autonomía de León que se celebró en la capital en 1984. ARCHIVO HISTÓRICO DEL DIARIO DE LEÓN

Aparicio defiende que la provincia ha entrado en una decadencia muy marcada a tenor de lo que nos dicen los indicadores económicos y de población. «Ya sé que desde el gobierno autonómico se culpa de ello a la práctica desaparición de nuestra ganadería y agricultura de montaña que, con producciones similares a las del continente europeo, se sacrificaron en beneficio de los productos mediterráneos. Si le añadimos la crisis de la minería, ya está dicho todo», lamenta. Sin embargo, el escritor recuerda que cuando tienes un enfermo en casa, lo normal es curarlo y atenderlo con más mimo, « justo lo contrario de lo que se ha hecho desde Valladolid». «Me llamó la atención que en 2010 en un feria internacional de turismo celebrado en esa ciudad se promocionase con grandes medios las 13, digo trece, rutas del camino de Santiago que había en Valladolid. Y no era una broma», ironiza. El escritor señala que, a tenor de las decisiones que se toman desde la Junta, parece que todo ha de pasar por Valladolid. «El correo que se escribe desde León para León pasa por Valladolid; allí se han llevado la Oficina leonesa de correos, la gestión de las donaciones de sangre entre leoneses, va también a Valladolid en viaje de ida y vuelta, los mejores valles leoneses de montaña se han anegado, entre otras cosas, para regar las tierras del llano, muchas de ellas en Valladolid, donde sin embargo no hay embalses, pero lo que sí hay, pues allí se ha llevado, es la unidad de buzos de la Guardia Civil. El 112, que es un call center, se llevó a Valladolid. ¿Se llevarán también la Ruta de la Plata? Por no hablar de las subvenciones a las líneas aéreas low cost solo para Valladolid», denuncia. Juan Pedro Aparicio recuerda también entre los agravios la sustitución de inversiones corrientes de la junta por fondos del plan del carbón, lo que dio como resultado que en Valladolid se pudo invertir más a cuenta del carbón. «Renault ha recibido mas dinero en ayudas que todas las empresas de León juntas en la etapa autonómica», incide. Abunda en la idea al considerar que, a su parecer, se trata de una manera «peculiar» de gobernar. «Los nacionalistas vascos para integrar Álava, su provincia más tibia, en su proyecto pusieron la capital en ella y para atraer a los navarros nombraron un primer lendakari navarro, aquel Garaicoechea. En Valladolid se practica otra política. Al fin y al cabo, Castilla y León, siendo ambas muy españolas, fueron realidades históricas en competencia», manifiesta. Así, encamina su relato dos mil años atrás, para destacar que, desde la conquista de Roma, León ha sido un enclave estratégico en el noroeste español. «Ahora esa condición está en peligro. La ciudad castellana de Valladolid la quiere. Y digo castellana con intención, pues lo mismo que en la Unión Europea sería anómalo una España gobernada desde París, cuesta entender que León esté siendo gobernada durante los últimos treinta años desde Valladolid».

Desde este punto de vista, José María Rodríguez de Francisco incide en la dificultad de sobrevivir políticamente debido a la división que sufre el movimiento. «¡Pero ¿dónde vamos si hay tres partidos que defienden lo mismo?», se pregunta en alusión a la UPL, el PAL —que él mismo creó en 2004 al perder el poder en el partido— y el Prepal. «Esa división no es buena porque, al final, todos siguen abogando por lo mismo, la autonomía del País Leonés», defiende. Cree que el leonesismo está de «capa caída» y pide la unión en un momento en el que está seguro «hay la oportunidad de lograr los objetivos». «Estamos asistiendo a un panorama centrífugo en el que a todos les asisten razones. ¿Por qué no a León?», se pregunta.

Legitimidad internacional

Ignacio Redondo argumenta que hay elementos fácticos que los partidos políticos han perdido de vista. «Esa manera que tienen de tratar al grupo cultural leonés afecta a la dignidad del colectivo social y a la de los individuos que lo integran», subraya, al tiempo que considera que la realidad administrativa de Castilla y Léon se explicita a través de patrones coloniales de poder en el marco de las teorías decoloniales sostenidas por autores como Ramón Grosfoguel o Boaventura de Sousa Santos. Por esta razón, el fundador de Xuntanza defiende que el artículo 2 de la Constitución no sirve para León. «Nosotros debemos acudir a las normas de derecho internacional que nos legitiman y generar un espacio de encuentro en el que las distintas sensibilidades del país concurran». Redondo defiende que estos y otros elementos fácticos relacionados con la identidad y con la conformación democrática de los grupos humanos deben ser tenidos en cuenta para la construcción de alternativas de futuro para León; los partidos políticos clásicos de ámbito estatal y los emergentes suelen soslayarlos.

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