Diario de León

La historia de Sísifo, el gran astuto castigado por los dioses

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León

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Hijo de Eolo, Sísifo fundó la ciudad de Corinto, de la que fue rey y en la que destacó por su astucia e ingenio, por ejemplo, se le ocurrió rodear toda su ciudad con grandes murallas para que los viajeros tuvieran que pagar para pasar por allí. Tenía muchos rebaños y su vecino Autólico le robaba las vacas. Como el dios Hermes le había concedido a Autólico el don de convertir los toros en vacas, Autólico le robaba a Sísifo los toros y les convertía en vacas. Pero llegó un día en el que Sísifo se dió cuenta de que su rebaño era cada vez más pequeño y el de su vecino cada vez más grande, por lo que comenzó a sospechar y se le ocurrió la idea de grabar en las pezuñas de sus vacas la frase «me ha robado Autólico», así podía demostrar que le estaban robando. Entonces Autólico, admirado por la inteligencia de Sísifo, le entregó a su hija Anticlea para que tuvieran hijos tan astutos como él. El castigo final El ingenio de Sísifo también pudo con los mismísimos dioses del Olimpo, aunque al final le costó la vida y tuvo por ello un gran castigo. Por una traición al dios Zéus, éste le condenó a muerte y envió a su hermano Hades a que le enviara al reino de los muertos. Consiguió escaparse en varias ocasiones de la intención de los dioses, pero finalmente tuvo su castigo. Se le condenó a subir una enorme roca a lo alto de una colina, pero, cuando la piedra está a punto de llegar a la cima, se le escapa y tiene que empezar de nuevo a subir la piedra, y así durante toda la eternidad.

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