Diario de León

Madre amantísima del 32 Smith &Wesson

Publicado por
Ricardo Magaz Profesor de Fenomenología Criminal en la UNED
León

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La maté, sí, y lo volvería a hacer; no me arrepiento». Montserrat Martínez no vaciló cuando tuvo que responder a las preguntas del fiscal acerca de si reconocía o no la autoría del crimen y, aún más, si realmente se arrepentía de ello. «Tuve que hacerlo; o Carrasco o mi hija», zanjó como pretexto incoherente por haberle descerrajado tres tiros a bocajarro por la espalda a la presidenta de la Diputación en la pasarela que cruza el río Bernesga en León.

Las tres mujeres, Montserrat González, su hija Triana Martínez y la policía local Raquel Gago se presentaron a la primera sesión del juicio con una postura doliente e imagen contenida que recordaba la estética «Bernarda Alba», quizá con la intención (lícita) de transmitir una impresión apesadumbrada ante los nueve miembros que tienen que pronunciarse sobre su culpabilidad o no.

La confesión de Montserrat fue rotunda pese a la notoria dificultad de la mujer para terminar la mayor parte de sus frases que, muy hábil y legítimamente, reconducía una y otra vez su abogado.

La estrategia está clara. La madre trata de asumir toda la responsabilidad en la ejecución del crimen e intenta exculpar a su hija Triana e indirectamente a Raquel Gago, quizá la más frágil en el caso desde un punto de vista de la lógica racional pero, sin embargo, la que más habilidades verbales desarrolló durante su declaración del miércoles ante el jurado.

Gago logró, con papeles en la mano, evidenciar varios errores informáticos del informe de posicionamiento de algunos teléfonos móviles, pero no así el motivo convincente de encontrarse en compás de espera en la calle Lucas de Tuy cuando se estaba llevando a cabo el asesinato premeditado en la pasarela cercana, ni mucho menos las 30 horas posteriores que tardó en reconocer que poseía el revólver del calibre 32 Smith & Wesson con el que Montserrat mató a Carrasco, y que después le pasó a su hija y ésta, a su vez, introdujo en el coche de Raquel. Una Raquel Gago demacrada, que quizá en aquellos días de mayo de 2014 no comprendió que la amistad puede y debe tener límites.

Por su parte, Triana reconoció en el banquillo de los acusados que había realizado gestiones por internet para buscar armas e información y que, efectivamente, conocía los propósitos vengativos de su madre para terminar con la vida de Isabel Carrasco, aunque en algún momento llegó a pedirle que abandonara el plan homicida.

Así las cosas, tanto la madre como la hija han tomado el episodio del supuesto acoso sexual en casa de Isabel Carrasco como detonante sobre el que gira su argumentario de defensa ante el rosario de afrentas a las que les habría sometido Carrasco.

El jueves, el policía jubilado que presenció como Montserrat ejecutaba por la espalda a Isabel Carrasco en la pasarela, y a la que persiguió hasta su detención por una patrulla de agentes, declaró en la Audiencia Provincial. Su testimonio tiró por tierra la versión de Montserrat de que se había deshecho del revolver arrojándolo al azar en un garaje de la calle Lucas de Tuy. Por consiguiente, cobra más fuerza el hecho de que se lo entregara concertadamente en el pasadizo de Colón con Gran Vía de San Marcos a su hija Triana, de acuerdo con el atestado policial.

Una mujer, Montserrat, dispuesta a cualquier locura por su hija, en una obsesión irracional que le llevó a convertirse en una madre «amantísima» y letal del 32 Smith &Wesson. Hoy se reanuda el juicio. Habrá más sorpresas. Seguro.

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