Diario de León

El nuevo sablazo a los carburantes pone al transporte leonés otra vez al límite

La subida imparable del gasóleo ya ronda el 80% desde mediados del pasado ejercicio y compromete la rentabilidad

Un vehículo en la línea de respostaje de una gasolinera del entorno de la capital leonesa, ayer. RAMIRO

Un vehículo en la línea de respostaje de una gasolinera del entorno de la capital leonesa, ayer. RAMIRO

León

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El transporte vuelve a agarrarse a la calculadora para llegar a fin de mes con una perspectiva mínima de rentabilidad. El negocio mejor colocado en la provincia leonesa para dar un estirón después de la acometida de la pandemia, está expuesto como ningún otro a la escalada de precios del gasóleo.

El sablazo de los combustibles empobrece a la economía leonesa en general; pero desajusta de una forma inédita cualquier previsión de los profesionales transportistas leoneses, que abarca más allá del segmento de los vehículos pesados, con el despliegue reciente del último tramo de la logística, el reparto, las redes de distribución y el comercio minorista que ha encumbrado el trámite de la venta on line.

El sablazo de los combustible, que en las últimas horas traslada al líneas de precios de las gasolineras un a subida que supera el 80% con respecto a las referencias de hace solo medio año, tiene a tres mil profesionales del transporte en León colgados de la calculadora. El nuevo estirón ha absorbido las décimas de la rentabilidad, a la que trataron de llegar con las reivindicaciones de finales de año, con un planteamiento de paro general, abortado en tiempo de descuento gracias a que el Gobierno aceptó mejoras pendientes desde décadas con el sector.

Los profesionales del transporte por carretera ya han comenzado a trasladar a los responsables de las organizaciones patronales que aglutinan al sector la incertidumbre que se les echa encima con la escalada de precios del combustible, sustentada en parte por la cotización del petróleo por la situación internacional, pero también por la fiscalidad con la que el Gobierno ha decidido gravar al carburante. Especialmente al diésel, el más usual en este tramo de alimentación de los vehículos dedicados al transporte.

«Los precios del gasóleos anulan toda la rentabilidad, si no llegamos a superar el umbral de las pérdidas», lamentan en este inicio de ejercicio que resulta especialmente inestable, cuando se vislumbraba un periodo de crecimiento, con la actividad y los beneficios al menos parejos.

El precio del combustible se ha llevado por delante las mejores perspectivas; aquellas que amoldaron el acuerdo de final de año que agotó la vía de los paros entre vísperas y fechas navideñas, y que permite ajustar los contratos de transporte a las subidas o bajadas de los carburantes, o acondicionar la regulación de los tiempos de espera en las cargas y descargas, la seguridad.

Las tarifas ajustadas a los precios de los combustibles ya entró en vigor, en teoría, pero la subida incesante del carburante al que se enfrenta cada día el profesional del transporte, más cuando es autónomo, supone un lastre para la fluidez del trabajo y la rentabilidad que podría obtener de él en unas condiciones de estabilidad diferentes.

Hay asociaciones de transportistas que ya han planteado la necesidad de reequilibrar la asimetría actual entre el sector del transporte y sus clientes. Entre otras cosas, exponen, porque el incremento de los costes es descaballado, más allá del precio del gasóleo, y así crea un problema para trasladar ese repunte a los clientes del transporte.

En esa tesitura, regresa la inquietud a los transportistas, si alguna vez la dejaron de lado en este tramo de tiempo que con el cambio de año parecía que venía a apaciguar al sector.

El golpe en el gasóleo acaba y empieza por la cartera de los transportistas, que al final son el pagador final en ese proceso. Las cuentas no dejan lugar a dudas con la incertidumbre: un camión puede alcanzar consumos medios de cuenta litros cada cien kilómetros; un camión de los que entran en ruta desde León puede completar entre 12.000 y 15.000 kilómetros cada mes. El combustible que soportaba en otoño un incremento del 40% en los precios, marca ya subidas próximas al 80% desde mediados del pasado ejercicio hasta la fecha. La certidumbre escasea en la economía que depende del transporte.

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