«Son un peligro, estoy que no vivo»

Los vecinos de Cristina no tienen agua corriente, enganchan la luz desde la instalación de su fachada y no duermen a las mismas horas que los demás. Okuparon la casa contigua, propiedad de una anciana que ya no residía allí, y su vida desde entonces es una preocupación permanente. «Son un peligro; van y vienen, entran y salen familias, 20 ó 40 personas, bebés... Tienen una vida muy activa por la noche, tocan la guitarra, hacen ruidos... Estoy que no vivo», confiesa con temor.