Diario de León

Los accesos históricos a la ciudad

Napoleón Bonaparte entró en Astorga el 31 de mayo de 1808 por el Arco del Postigo, bajo una gran ventisca acompañada de una tromba de agua y aterido de frío

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Javier Tomé - astorga
León

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Como su propio nombre indica, la arteria denominada Bajada del Postigo se presenta, efectivamente, a modo de pronunciado descenso que arranca en la prolongación de la calle Jardín y discurre en un trayecto ladeado hasta encontrar su punto final en la carretera Madrid-La Coruña. A lo largo de su trazado, donde se halla un muro que sustenta el puente que discurre por la parte superior, encontramos curiosos ejemplos de arquitectura como la casa que lleva el número 4. Un edificio de bonita fachada y patio que acaba rematado por una especia de buhardilla, procurando una nota de vistoso color estético a nuestra calle. Hablando de temas correspondientes a nuestro pasado común, que al fin y al cabo es uno de los objetivos principales de esta sección, viajemos con la imaginación hasta el 1887, cuando el industrial don Juan Panero contrató al Ayuntamiento el suministro de petróleo para el alumbrado público, surgiendo posteriormente la novedad de iluminar calles y plazas con las entonces revolucionarias bombillas. La fábrica que producía la electricidad estaba situada al final de la cuesta del Postigo, en el ángulo que formaba la carretera de La Coruña y el camino de Fuente Encalada. Desde este lugar se había tendido una línea sobre postes de madera y palomillas, pasando por debajo del Arco del Postigo hasta la plaza Mayor, en cuyo centro se colocó una gran bombilla y otras más pequeñas situadas en los soportales y en el mismo balcón de la Casa Consistorial. Al aparecer súbitamente la iluminación deslumbró a los miles de romeros que acompañaban en aquella solemne ocasión a la Virgen del Castro, invitada de honor en semejante acontecimiento. Según testigos presenciales de la escena, surgió entre la multitud un grito de pánico y sorpresa, e incluso algunos de los presentes huyeron a la carrera o a lomos de sus caballerías, paralizados de asombro por aquel prodigio de luz . Estado deplorable Pasaron los años, aunque la Bajada del Postigo seguiría manteniendo un protagonismo activo en los aconteceres cotidianos de la ciudad. Allá por el mes de septiembre de 1959 los periodistas locales se quejaban del estado deplorable que presentaba la calle, y ello a pesar de la decisión política de municipalizar el trozo de vía pública comprendido desde el Banco de Santander hasta el final de la Bajada del Postigo. Y es que, ante la indignación del vecindario, la medida no obligaba a pavimentar los muchos y molestos baches que presentaba por entonces el enclave. En épocas mucho más recientes, concretamente a comienzos del pasado verano, una vivienda ubicada en nuestra calle se vio afectada por el incendio que tuvo lugar en un contenedor de basura cercano al inmueble. A pesar de la aparatosa explosión que se oyó en toda la zona, la rápida intervención de la Policía Local lograría que las cosas no pasaran a mayores. Como resulta casi inevitable al pasear por el casco urbano de Astorga, también en este entorno se han localizado huellas del pasado romano de nuestra ciudad. Aquí al lado, en la calle del Postigo, aparecieron en la primavera del año 2001 algunas construcciones que, según la arqueóloga municipal, podrían remontarse a finales del siglo I. Los restos se encuentran ubicados al borde del cerro sobre el que se asentó la ciudad, evidenciando que existieron edificaciones romanas fuera del recinto amurallado. Una de las cinco puertas Y es que no podemos olvidar que el Postigo fue una de las cinco puertas de entrada a la ciudad, junto a la Puerta del Sol, Puerta de Rey, Puerta del Obispo y Puerta de Hierro. Por aquí entraban a Astorga las postas reales y los carromatos de los arrieros, cuando seguían el camino Real de Benavente y hacían un alto en la villa. Se trata, en definitiva, de una puerta con enorme raigambre histórica en la vieja ciudad. No en vano penetró por el Arco del Postigo, el 31 de enero de 1808, el emperador Napoleón Bonaparte, cuando precisamente se encontraba en la cúspide de sus glorias militares. Aunque la primera vez que pisó Astorga, el genial corso no se encontraba en su mejor momento. Porque según podemos leer en los antiguos libros de historia, llegaba aterido de frío, bajo una tromba de agua y ventisca. Montado sobre un viejo armón de artillería, estaba dispuesto a completar la conquista de España en otra de sus triunfales y decisivas campañas. Pero la Guerra de Independencia acabaría con las ambiciones de Bonaparte, iniciando el declive personal de uno de los significados estadistas europeos del siglo XIX.

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