Diario de León

| Retablo leonés | Alfonso VI, entre la Historia y la leyenda |

El secreto de Al Mamún

El rey leonés supo la forma de rendir Toledo fruto de la casualidad, al escuchar una conversación en la que el consejo del reino moro deliberaba sobre sus puntos débiles

Publicado por
Enrique Alonso Pérez
León

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Nueve siglos después de la muerte de nuestro señor, Alfonso VI, es muy difícil situarse en el contexto que orientó su vida, que marcó sus pasos, y que justificó sus pecados, si alguna vez creyó en ellos. La azarosa vida de este rey, que llevaba aparejado el título de Imperator -”aunque no se puso en valor hasta la coronación de su nieto, Alfonso VII, en León, en el año 1126-” ofrece muchas luces y sombras que la Historia nunca ha podido alumbrar convenientemente para separar los relatos que rozan claramente la leyenda con la secuencia histórica, que por lo enrevesada y densa, obliga muchas veces a caer en tentaciones legendarias.

El hecho incontrastable, recogido por cuantos historiadores se han puesto a nuestro alcance, desde el padre Mariana (1536), hasta Vázquez de Parga, pasando por algunos tan sonoros como Menéndez Pidal o Sánchez Albornoz, o incluso autores tan comprometidos con la novela histórica leonesa, como nuestra ilustre novelista Ara Antón, en sus celebrados libros El Velo y La Única Puerta , coinciden en los avatares originarios de un rey que comienza a serlo cuando su padre, Fernando I, le adjudica la herencia del codiciado reino de León, al repartir la España cristiana entre sus cinco hijos, pasándose por alto la consolidación unitaria del reino y poniendo en marcha lo que hoy definiríamos como una auténtica bomba de relojería, con los temporizadores a punto.

No tardó su hermano Sancho, después de haber conspirado juntos contra su hermano García, de zancadillear a Alfonso hasta que la débil unidad se rompe en los Campos de La Golpejera, donde Alfonso es vencido por segunda vez por su hermano Sancho y salvar la vida gracias a su incondicional hermana, Urraca, que convence al mayor para que deje al pequeño refugiarse en los alcázares moros de Toledo, donde el rey Al Mamún recibe de buen grado a Alfonso, que en cierta manera había sido su protector en el vasallaje y tributos que los reinos de Taifas contraían con los reyes cristianos.

1397124194 El caballero de la mano horadada

La Historia, tantas veces seducida por la leyenda, a la hora de tomar cuerpo entre las gentes sencillas, que además no tenían acceso a otro tipo de relatos, se recrea en esta ocasión con el supuesto suceso de la perforación de la mano del rey cristiano, con motivo de una peculiar forma de actuar de sus anfitriones musulmanes.

Parece ser que un día espléndido, el rey moro, con alguno de sus consejeros, salieron al jardín real y se tumbaron a la sombra de la arboleda, sin sospechar que un poco más allá descansaba también Alfonso, que escuchaba la conversación de Al Mamún con sus fieles servidores, que discutían sobre la posibilidad de que Toledo cayese en manos cristianas. Discutieron si era posible rendir Toledo sitiándola, y tras muchos análisis convinieron que la única forma sería arrasar todos los campos a su alrededor, desabastecerla y aislarla durante unos seis años.

Dicen las leyendas toledanas, que Al Mamún quedó tranquilo pensando que nadie se arriesgaría a gastar tanto tiempo, hombres y dinero. Es en este punto, cuando uno de los musulmanes hizo una señal de alarma. Al mirar el rey moro hacia donde señalaba, vio a Alfonso a media distancia, dormido entre los árboles ¿Habría escuchado la conversación? De ser así, había oído demasiado, debían quitarle la vida. Pero... ¿Cómo matar a un protegido sólo por una sospecha? Y sin embargo ¿Cómo poner en posible peligro su propio reino sólo por proteger la vida de un cristiano?.

Al-Mamún ordenó a sus hombres traer plomo fundido y echárselo en la mano. Al ver que Alfonso no hacía ni el más leve movimiento ni cuando los criados se dirigían hacia él con el metal candente, Al-Mamún le creyó. Pero esperó a estar totalmente seguro, hasta el último momento, por si acaso el cristiano se levantaba o se movía involuntariamente por miedo. El metal abrasó la mano de Alfonso, que se levantó al notar su contacto y aulló de dolor, y Al-Mamún ordenó inmediatamente que pararan y le curaran, y le perdonó la vida.

Pero la realidad es que Alfonso no estaba dormido, y que cuando oyó que iban a abrasarle decidió permanecer quieto, haciéndoles creer en su inocencia. Así fue como Alfonso desde entonces fue el Rey de la mano horadada , y gracias a su fuerza de voluntad conoció el secreto de la ciudad de Toledo y se mantuvo con vida para aprovecharlo. En el año 1085, una vez muerto su amigo Al-Mamún, Alfonso sitia la ciudad de Toledo, que caería el 25 de mayo de aquel año, adquiriendo el título de Emperador de las dos Religiones .

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