Eufórica vuelta de los toros

Había ganas de toros en Valencia de Don Juan, que es tanto como decir que había ganas de recuperar cierta normalidad después de casi dos años con la pandemia del covid-19 sobre las espaldas. Así lo puso de manifiesto ayer una corrida que logró llenar más de la mitad del coso coyantino Martínez Zárate, algo nada desdeñable por estas tierras.

Un público eufórico del que también se contagió el presidente con una excesiva benevolencia en la concesión de trofeos que llegaron a ser hasta diez, quizá demasiados pero entendibles en una situación como la actual. Los tres matadores, Damián Castaño, Sebastián Ritter y Alberto Pozo lograron salir a hombros. Los tres demostraron arrojo, entrega y disposición ente un encierro de las ganaderías Arauz de Robles y Paniagua del Yerro con una presentación exquisita, los tres últimos de un tamaño excesivo para una plaza de tercera como la coyantina que, en general, dieron buen juego y permitieron el lucimiento de los toreros.

Abrió plaza el ‘leonés-salmantino’ Damián Castaño con una larga cambiada rodillas en tierra. Basó su primera faena en el toreo al natural llevando la mano baja y alargando el viaje. Profundidad de despaciosidad que arrancaron los olés del público. Mató de estocada atravesada. Dos orejas. A su segundo, el que hacía cuarto, un ejemplar descomunal pero de buen juego también consiguió enjaretarle buenas tantas, ahora con la derecha. Pinchazo y media. Otros dos trofeos.

Sebastián Ritter, con lazos sentimentales en Valencia de Don Juan, imprimió el toreo clásico llevando a su primer astado largo y profundo. Un bajonazo al matar lo dejó sólo en una oreja. A su segundo, quizá el animal más soso, le cortó las dos.

Tampoco se dejó ganar la partida Alberto Pozo, todo entrega, cortando una y dos orejas, con un estoconazo antológico al que cerró plaza.

Sebastián Ritter alargando el viaje con la derecha. MEDINA

Damián Castaño toreando al natural ayer en Valencia de Don Juan. MEDINA